El psicoanálisis como descripción metafísica de la subjetividad (II) Conciencia e inconsciente

La teoría psicoanalítica acerca del aparato anímico del ser humano encuentra su base y la fuente de todo su desarrollo en la afirmación de que los flujos subjetivos se definen principalmente por su carácter pulsional. La hipótesis topográfica, del psicoanálisis divide esta subjetividad pulsional en dos regiones: la región de la conciencia, a la que tenemos un acceso directo por reflexión y observación, y la región de lo inconsciente. Esta hipótesis topográfica se completa dentro de la teoría psicoanalítica con la hipótesis institucional, según la cual dentro de la psique humana, y repartidas entre las dos regiones topográficas, existen tres entidades principales, en torno a las que gira toda la actividad subjetiva: el ello, el yo y el super-yo.

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El psicoanálisis como descripción metafísica de la subjetividad (I) El carácter descriptivo del psicoanálisis

Contrariamente a lo que se suele considerar, el psicoanálisis no es simplemente una doctrina de terapia psicológica. Nunca podría serlo, pues en la base de esa terapia se encuentra todo un edificio teórico de descripción del aparato anímico que se ve afectado por patologías y disfunciones psíquicas, las cuales, gracias a ese edificio teórico, podrán ser tratadas clínicamente. La filosofía, como pensamiento crítico y actitud analizadora de los conocimientos y de la realidad, puede, por lo tanto, servirse de todo ese material especulativo, con parcial o total independencia de sus aplicaciones terapéuticas, para poder conocer mejor la naturaleza de nuestra subjetividad. En concreto, el psicoanálisis resulta útil para comprender el proceso de importancia trascendental en el que lo que Freud denominó «principio del placer» es complementado por el «principio de la realidad».

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La distinción entre ética y política desde la perspectiva naturalista

Los conceptos de ética y política suelen ser habitualmente confundidos entre sí en lo que respecta a su campo de aplicación. ¿Hasta dónde llega la regulación ética del individuo? ¿Qué tipo de comportamientos deben ser regulados por moral individual, y cuáles mediante legislación pública? ¿Hasta qué punto la política es, o debe ser, un reflejo directo de las exigencias éticas? Desde la perspectiva naturalista la ética se revela como la ciencia etológica de base que hace posible la supervivencia de los organismos individuales, mientras que la política se presenta como la ciencia etológica de la supervivencia de la especie, siendo en este sentido la ética una suerte de preámbulo y condición de posibilidad de la política.

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Circunstancia y lugar, o sujeto y espacio en la filosofía de Nishida Kitarō

Cuando, desde la noción de circunstancia, crucial en nuestro pensamiento occidental moderno, que gira egocéntricamente en torno al sujeto, intentamos entender el concepto nishidiano de «lugar», aparentemente paralelo, nos sorprendemos ante nuestra incapacidad conceptual de entender un concepto que, en principio, debería ser elemental para una filosofía que gira en torno al sujeto como su núcleo nervioso. En la noción nishidiana de «lugar» el espacio está ya generado en todo su sentido, y el sujeto viene a él y se conforma a él, como el agua se conforma a la forma del vaso o de la jarra. No es el sujeto el que, desde sus determinaciones personales, viene a configurar una circunstancia en la que interactúan elementos externos, sino que todo lo que hay son elementos externos, y es el sujeto, que es “nada”, el que se adopta a la red significativa del espacio – que también es una nada dentro de la nada absoluta que supone la realidad.

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La existencia en el abismo en «Del sentimiento trágico de la vida» (III) La vida en lucha.

Si seguimos el camino de la razón hasta sus últimas consecuencias, aceptando la confianza en sí misma hasta el límite de su capacidad, este camino termina desembocando, paradójicamente, en una desconfianza racional en lo racional. en la conciencia racional de que la razón está siempre volcada a una vida que se encuentra más allá de sus límites. Razón y voluntad se limitan entre sí a la vez que se fuerzan a ir hasta el final de sus capacidades: la razón desmiente a la voluntad y la obliga a ser más racional en sus creencias, y la voluntad fuerza a la razón y le exige satisfacer sus deseos.

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La existencia en el abismo en «Del sentimiento trágico de la vida» (II) La contradicción fundamental

O me guío más por la razón, y entonces vivo una vida desesperada por tener como imposible mi existencia eterna, o me guío más por la fe, y entonces me resigno a una esperanza irracional en la otra vida. Pero la fe del carbonero, que cree en Dios y en la inmortalidad con tal seguridad que anula cualquier atisbo de duda racional, es paralelamente opuesta a la seguridad racional de Epicuro o de Leibniz, los cuales, en su seguimiento rígidamente fiel de la razón, ahogan toda su vida emocional volitiva por lo racionalmente demostrado, principalmente ese deseo angustioso de eterno destino. Y ninguna es aceptable.

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La existencia en el abismo en «Del sentimiento trágico de la vida» de Unamuno (I) – Razón y fe.

Mi tarea aquí será la de investigar por qué alguien que no creía en la existencia eterna tras la muerte, alguien que estaba convencido de que Dios y Diablo eran sólo creaciones del hombre, y por tanto de que la creencia en ellos era racionalmente infundada, hubo de imponerse a sí mismo la misión de conseguir que el resto de personas creyesen firmemente lo que él no era capaz de creer, y que lo creyesen con tanta fuerza que su fe alejara cualquier incertidumbre de la razón, cualquier duda acerca de la posibilidad de esa existencia eterna en Dios.

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La ciencia de los eíde (III) – La ciencia siempre anhelada.

La ontologización de los eíde es el peligro constante que sufre la metafísica como ciencia del ser en cuanto ser, la amenaza límite que echaría por tierra precisamente el fruto más valioso de su esfuerzo a base de destruir su objeto de estudio. El estudio del eîdos del «ser-eîdos» es el estudio de la diferencia entre los entes particulares que «son algo» y ese «algo» en cuanto siendo excelente. Los eíde no son en absoluto entes, y esto es lo que produce que la ciencia de los eíde sea siempre una ciencia perseguida pero nunca alcanzada ni poseída. O, dicho en otras palabras, que no sea en absoluto una ciencia.

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La ciencia de los eíde (II) – La estructura onto-lógica del «decir el ser».

La existencia de los entes universales se nos hace patente a través de la predicación que hacemos respecto de las características de los entes particulares en base a ellos según una estructura del juicio predicativo que podemos denominar estructura onto-lógica: «decir algo-1 de algo-2». Es el mismo juicio simple de predicación el que nos introduce en la diferencia entre la existencia concreta de un ente particular y el ser universal potencialmente compartido.

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La ciencia de los eíde (I) – El problema de la existencia de entes universales.

Según un criterio lógico, reconocemos la preeminencia y primacía de los entes universales respecto de los particulares en la medida en que estos últimos reciben de los primeros su determinación ontológica, su ser X o Y. Porque de ellos es de donde les viene a estos su ser mesas y armarios. Pero, de modo complementario a esta primera afirmación, un criterio empirista nos muestra que es imposible sostener que los entes universales existan del mismo modo que los entes particulares dada su manifestación fenomenológica radicalmente diferente, lo cual afecta a nuestra vía de acceso a ellos. Si los eíde son algo, no pueden de ninguna manera ser entes al modo de los entes particulares de la realidad sensible.

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