El año 2015 es declarado primer “Año Internacional de la Luz”. En este contexto, y en base a la naturaleza dual del concepto de la “luz”, material y espiritual, el Grupo de investigación HUM 404 Tradición y pervivencia de la cultura clásica de la Universidad de Granada considera necesario y oportuno convocar un foro científico dedicado a la hermenéutica de la luz en la evolución del pensamiento humano con el análisis de las teorías y experimentos al respecto para fomentar la conciencia universal sobre la importancia de la luz en la vida de la sociedad.
Estas Jornadas Internacionales se celebrarán del lunes 14 al miércoles 16 en el Parque de las Ciencias de la ciudad de Granada. Podéis consultar toda la información y el programa completo aquí.
En el Panel IV, titulado «El polifacético rostro de la luz. Aspectos humanístico-científicos», el autor de este blog, Miguel Ángel Bueno Espinosa, expondrá una ponencia titulada «La locura de la luz: la doble perversión de la luz en la filosofía ilustrada de Kant»:
En su texto La locura de la luz, Maurice Blanchot escribe: “Lo peor era la brusca, la horrorosa crueldad de la luz, no podía ni mirar ni dejar de mirar; ver era lo espantoso, y parar de ver me desgarraba desde la frente a la garganta. (…) Estaba harto del agrado y comfort de la penumbra; tenía para con la luz un deseo de agua y de aire. Y si ver significaba el fuego, yo exigía la plenitud del fuego, y si ver significaba el contagio de la locura, deseaba locamente esta locura.” A lo largo de todo el texto Blanchot juega con una metáfora definidora de la esencia de la luz: aquello que ésta ilumina se vuelve claro y distinto, inteligible, evidente ante el entendimiento inquisitivo; pero querer avanzar más allá del conocimiento de lo iluminado y pretender conocer la misma luz implica la ceguera de aquél que mira fijamente al foco de conocimiento.
Inspirándonos en esta metáfora, podemos distinguir dos dimensiones claramente opuestas en la esencia de la luz. Por una parte, la luz es condición de posibilidad del conocimiento. Este significado queda resumido en el uso metafórico de la luz como aquello que elimina las sombras sensibles que cubren a los objetos y nos permite contemplarlos en lo que ellos mismos son. La verdad, siguiendo esta línea, es sólo posible en cuanto alétheia porque hay luz que, iluminando, provoca el desocultamiento. Pero, en una perspectiva inversa, la luz ciega y quema, incluso daña irreparablemente. Demasiada luz, demasiada clarividencia, impide por completo el ejercicio de conocimiento que ella misma posibilita, anula la capacidad para distinguir entre lo verdadero y lo falso, e introduce al ser humano en un universo de misterios suprahumanos para el cual no dispone de herramientas cognoscitivas suficientes.
La historia de la cultura y de la filosofía en Occidente está plagada de ejemplos de dominio de estos dos modos opuestos de entender la luz. Desde la bíblica imposibilidad de mirar a la cara a Dios (“No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá.”, Éxodo, 33:20), pasando por la alegoría platónica del Sol como vástago del Bien, también por la concepción helénica y medieval de los iluminados como seres dotados de una percepción suprahumana, por culpa de la cual viven en penumbras y atormentados por la locura, hasta el adagio cartesiano que identifica la verdad con lo evidente, y lo evidente con lo claro y distinto. Las dos concepciones de la luz se han opuesto mutuamente durante siglos, inspirando en unos el deseo de conocimiento, y en otros su rechazo y aversión desde la presunción de que el ser humano no está suficientemente dotado para su conocimiento.
Siguiendo la metáfora de Blanchot, que establece como dirección de la caída en la locura la marcha desde el conocimiento hasta su origen y la consecuente contemplación de la luz, nuestro propósito es centrarnos en la Ilustración, por entender que ésta supone un momento cultural e histórico en el que los dos sentidos contrapuestos de la luz encontraron paradójicamente una manifestación conjunta. Para ello, en primer lugar formularemos brevemente el autoplanteado proyecto ilustrado como la culminación del largo trabajo que, desde el Renacimiento, le ha permitido al ser humano anular las sombras de la superstición y de la ignorancia, permitiendo su madurez científica y espiritual y, por ende, su avance en el progreso histórico. A continuación, el grueso de nuestra reflexión se centrará en la obra del filósofo ilustrado alemán por antonomasia, Immanuel Kant. Nuestra reflexión buscará subrayar que lo que Gilles Deleuze denominó la «doble perversión» del pensamiento de Kant no es, ni más ni menos, que la cruel evidencia del resultado contradictorio de “mirar a la luz”: la imposición a nuestras capacidades de conocimiento de una coherencia orgánica y sistemática que, en su esfuerzo por mostrar la unidad de la verdad, esto es, del efecto de la luz, revela precisamente su falta de unidad, la locura irracional interna a la luz.
De esta manera, nuestro objetivo será mostrar cómo lo que pretendía ser la culminación de la iluminación racional de la humanidad, la mayor ofrenda cultural y científica hecha a la luz, revela en su mismo seno el peligro implícito de su búsqueda y seguimiento; en definitiva, la amenaza de que quizá al ser humano le esté vetado el conocimiento de aquello que justamente posibilita todo conocimiento.