El universo novelístico. Apuntes para una teoría metafísica de la ficción (I)

Si la metafísica, como conocimiento descriptivo del ser, tiene pretensión de ciencia absoluta, ello implica no desprestigiar ninguno de los campos de manifestación del ente que es, independientemente de la categoría que dicho ente ostente dentro de los criterios ontológicos tradicionales. En este sentido, tan interesante resulta el estudio del ente que es efectivamente, que existe y se da en nuestra dimensión real, como lo es el análisis ontológico de aquellos entes que, por su naturaleza ontológica, o por simples motivos causales, no han alcanzado el plano de la existencia efectiva en el que habitamos nosotros. Motivo por el cual llamamos a esos entes «irreales», en comparación con los entes «reales» que pueblan nuestra realidad.

Ahora bien, es imprescindible caer en la cuenta de que todo ente así llamado «real», antes de llegar a serlo, perteneció necesariamente a la categoría metafísica de lo «irreal». Puesto que, a excepción de los entes de existencia eterna, nada hay en el universo que no posea un inicio temporal, una entrada en la existencia. Y, si esto es así, esa entrada a lo real, al ser efectivo, se produce mediante un salto del no-ser al ser. Aquello que viene a la existencia real lo hace apareciendo repentinamente en un lugar metafísico que antes no ocupaba, y al que sólo podemos entender que ha llegado si interpretamos ese «venir a ser real» como un alcanzar la realidad efectiva desde un grado inferior de realidad. Grado que, precisamente, entra en contacto desde abajo con la superficie de lo real y, en esa medida, pertenece al campo de lo irreal.

Desde este punto de vista, del mismo modo que elaboramos un conocimiento metafísico acerca del ser que es, del ser real, requerimos igualmente configurar un conocimiento metafísico acerca del ser irreal, de sus características ontológicas, de las propiedades metafísicas que se derivan de su naturaleza irreal, y, en último término, del proceso que un ente irreal experimenta desde su inexistencia hasta llegar a alcanzar la superficie visible de lo realmente existente. Y, en verdad, un conocimiento de este tipo es un gran complemento de la metafísica centrada en el ente efectivamente existente; pues sólo gracias a esa otra dimensión del conocimiento del ente que llega a ser desde el no-ser podemos entender en qué consiste en su origen el «llegar a ser» de todo ente real.

Un campo privilegiado para llevar a cabo el proyecto de esa ciencia metafísica del ser «que no es» lo encontramos en el basto territorio de la creatividad artística. Pues el arte es, justamente, la técnica humana que consiste en crear un ente irreal, que no es, y tratarlo como si fuera real. El arte es el método mediante el cual los seres humanos nos ocupamos con entidades que, en efecto, no existen en nuestro nivel de realidad, pero que, sin embargo, interactuan con nosotros desde su irrealidad, estableciendo nexos y vínculos con nuestro plano metafísico de existencia. La paradója fructífera incorporada en el arte consiste justamente en que nos permite tratar con esos entes irreales como si existieran efectivamente sin perder en ningún momento la conciencia de su inexistencia e irrealidad.

Al ente artístico que pertenece a esa dimensión metafísica intermedia entre el ser que existe efectivamente y el no-ser que no existe en absoluto podemos denominarlo bajo el término ontológico de «ficción». Pues una ficción es, exactamente, una cierta realidad paralela a la efectiva realidad en la que nosotros existimos, y con la que sí podemos interactuar directamente, pero que, a pesar de esa inexistencia efectiva, posee la suficiente existencia virtual como para no caer por completo en el vacío ontológico del no-ser absoluto. A esta categoría ontológica de la ficción pertenecen, en general, tanto los entes propios de la creación artística, como todos aquellos entes que, aun perteneciendo a nuestro propio plano de existencia, no han alcanzado todavía el nivel de superficie del acontecimiento real y permanecen en el sustrato subterráneo de lo que puede llegar a ser. En ese mundo potencial de lo que posee suficiente consistencia como para poder llegar a ser se encuentran en comunidad por tanto los entes de nuestro universo que todavía no han llegado a existir efectivamente (o, en su caso, los que lo han hecho, han dejado de hacerlo, pero pueden volver a existir) y los entes de la creación artística.

Creación del universo novelísticoSi, desde esta perspectiva de un estudio metafísico del ser irreal, de la ficción «que no es», nos adentramos en el territorio de la literatura, sirviéndonos de él como símbolo y ejemplo de todos los productos de la creatividad artística, lo primero que debe llamarnos la atención es que una creación literaria que se preste a ser considerada como obra de arte debe cumplir la condición de crear su propio universo, paralelo a nuestro universo real. Utilizando el término «novela» como paradigma de cualesquiera creaciones literarias, podemos sostener que cuando una novela narra una historia, esa historia no debe ser simplemente un caso más de nuestro universo, no debe ser un espejo con el que el escritor refleja su propio contorno de un modo completamente natural; al contrario, por muy semejante que sea al nuestro, el universo de una novela debe ser propio y consistente. Debe poseer su propio pasado, su presente, e incluso un futuro igual de incierto que el nuestro (ni siquiera el propio autor sabe con exactitud qué le deparará el futuro a los personajes de la historia que está narrando). El universo de una novela debe poseer la misma aspiración a ser «real» que ostentan los entes que pueblan nuestro propio universo, deben manifestar el mismo conato o esfuerzo metafísico de existencia que Spinoza estableció en su Ética como principio metafísico de existencia efectiva. El universo configurado por la novela dentro del plano del no-ser irreal debe, por tanto, ser verdaderamente un mundo posible; en verdad, un mundo más que posible: un mundo que no existe efectivamente simplemente porque no es el nuestro, pero no porque, respecto a su consistencia ontológica, no posea méritos suficientes para existir realmente. Las novelas de ciencia-ficción y de fantasía son el ejemplo por antonomasia de esa necesidad de crear un universo consistente y coherente.

¿Dónde reside entonces la diferencia metafísica entre el universo de la novela y el propio universo del autor y de sus lectores? Obviamente, se trata de una diferencia evidente relativa a la efectiva existencia de un universo frente a la inexistencia o irrealidad del otro. Pero, si profundizamos en el abismo metafísico que separa ambos universos, comprobamos que, en cuanto a consistencia ontológica o grado de posibilidad de existencia, no tenemos derecho, en principio, y con lo que respecta a verdaderas obras de arte, a decir que el universo de la novela es menos real que el universo real. Pues, si la creación literaria es verdadera creación, los entes que pueblan el universo configurado en la novela son exactamente igual de posibles, en términos metafísicos, que los entes efectivamente reales. Esto es lo que hace posible que en casos extremos pueda llegar a darse la confusión histórica que nos impida distinguir, en una narración literaria, entre lo que es ficción y lo que es relato histórico real.

Universos paralelos copiaLas diferentes situaciones y las experiencias narradas en una novela, por pertenecer a esa realidad ontológica intermedia de la ficción, no poseen espesor, son frágiles, no se sostienen en una experiencia real, sino que podrían ser consideradas como una suerte de fantasmas que planean sobre (o, más concretamente, debajo de) nuestra realidad ontológica, y dibujan sus perfiles en nuestro universo, estando presentes y no presentes al mismo tiempo, perteneciendo y no perteneciendo a este mundo. Obtienen la mayor parte de su consistencia ontológica del sentido que ciertos entes paralelos poseen en nuestra realidad, pero, al conformarse como un universo paralelo, se independizan de ella y configuran de ese modo una realidad sin anclaje, sin espesor, sin cimientos. Una realidad sostenida únicamente por la propia memoria de la humanidad que la contempla, recibiendo de ella su ser. El universo novelístico, por carecer de existencia efectiva, no tiene espesor horizontal, no tiene superficialidad. Pero no tener espesor horizontal no significa, o no implica necesariamente, no tener profundidad, no tener insistencia.

El tiempo de la novela transcurre en su propio universo sin espesor, sin anclaje empírico, en un cierto tipo de pasado que no se sitúa exactamente en nuestra línea del tiempo. Las acciones narradas no ocurrieron, con propiedad, ayer, hace un mes o hace doscientos años, sino que ocurrieron in illo tempore, esto es, en un tiempo sin espesor existencial que, para nosotros, y desde el momento de su creación, ya siempre se ha dado en su totalidad y se volverá a darse de nuevo repetidamente. Se trata de un tiempo especial con un pasado delgado y un futuro aún más delgado, dentro de una línea temporal que no posee un comienzo ni un final en nuestro tiempo porque no supone un acontecimiento inserto en su misma línea causal. Sin embargo, ese tiempo sigue poseyendo una insistencia, un peso histórico, ideológico, e incluso semántico, que se explicita en cada acción llevada a cabo por los personajes, y que hace explotar sus consecuencias incluso en nuestra propia realidad. La novela narra un pasado lejano, casi desanclado del presente – pero nuestro presente no está desanclado de él, y de ahí recibe parte de su importancia. La novela nos sitúa en un pasado lejano que va a repercutir en un presente, que lo va a hacer estallar, ¿y quién dice que ese presente no pueda ser el nuestro?

eternoretornoAhora bien, como ocurre con nuestro universo, el universo de la novela posee su propia muerte, que le viene dada por el punto final. Y, por ello, el estudio de la naturaleza finita de la ficción puede aportarnos luz para comprender nuestra propia existencia finita. Así, ningún personaje literario seguirá existiendo más allá de ese límite temporal marcado por el final de su narración. Su tiempo existencial está encerrado en esas páginas, otorgado por el autor pero también eliminado por su pluma asesina. La última página siempre está escrita con sangre, con la sangre de los personajes que han vivido hasta ese momento: ningún autor puede escribir sin tristeza esa última página, sin sentir que está cometiendo el mayor de los asesinatos.

Pero, paradójicamente, esta destrucción cósmica sólo acontece ante los ojos del lector, del espectador; es decir, justamente de aquél que no pertenece al universo que posee ese destino fatal, sino que lo contempla desde fuera de él, con la ventaja de no compartir ese destino por no pertenecer al mismo plano de existencia.Aquí falta por formularse una pregunta, el problema no ha sido planteado en todos sus matices dramáticos: ¿para quién muere el Quijote en la primera parte y no reaparece idénticamente en la segunda, para quién desaparece Macondo? La respuesta es tan clara como significativa: para nosotros, los lectores. El propio Quijote sólo sabe que deberá morir en algún momento, tal y como nosotros mismos sabemos que lo haremos; pero, a pesar de que su muerte está ya establecida exactamente del mismo modo que su nacimiento, y de que nosotros tenemos acceso a su muerte tanto como a su vida, el Quijote no puede llegar a alcanzar ningún conocimiento propio de su destino fatal. El punto final de la novela es una muerte anunciada y programada porque produce la pérdida del vínculo que hasta ese momento nos unía con la novela, que mantenía en contacto los dos planos metafísicos de existencia y permitía la interactuación virtual entre ambos.

El final de la creación literaria aleja los universos paralelos y los obliga a continuar existiendo uno al margen del otro. ¿No es igual de cierto que el Macondo de Cien años de soledad es el mismo que el del resto de novelas de García Márquez? Es el mismo, y a la vez no lo es. Para nosotros no lo es, ya que el primero queda destruido en el torbellino bíblico que cierra la novela; pero para los habitantes del universo creado por García Márquez resulta claro que sí lo es, pues su historia es la misma, perteneciendo todas las narraciones correspondientes a un mismo continuo temporal. Los libros están conectados entre sí, hablan unos con otros y unos de otros, pero para nosotros esa conexión siempre tiene que atravesar una puerta de contacto con nuestro universo.

Y ahí es donde se da la transformación, donde la vida deviene destino, la duración acción teleológica y el existir una muerte anticipada. Como lectores que alcanzan ese punto final somos nosotros los que obligamos a los personajes de la novela a no ir más allá, a no poder franquear ese límite y a quedar encerrados entre el punto inicial y el punto final, exactamente del mismo modo que todo lo que existe en nuestro universo está encerrado entre los límites de su creación y su destrucción. Desde ese momento, toda acción que se lleve a cabo dentro de esos límites literarios está determinada, necesitada a repetirse igual incansablemente, todo suceso obligado a encaminar una y otra vez a la historia de la novela hacia un final ya programado que cierra su significado, y toda existencia encaminada a una muerte segura.

Pero éste es un conocimiento reservado al espectador de ese universo, mientras que los que pueblan y viven dentro de él se mantienen en la incertidumbre de su destino. La eterna repetición del ciclo cerrado de su existencia es un fenómeno que sólo posee sentido de cara al espectador que es capaz de abarcar el inicio y el final de ese universo. Pero el individuo encerrado en esa existencia determinada experimenta su curso temporal como contingencia, por mucho que sea capaz de vislumbrar, mediante un conocimiento metafísico, la determinación esencial de su universo.Quizá a algo semejante a esto se refería el Zaratustra de Nietzsche cuando le reprochaba a sus animales haber convertido el eterno retorno de lo idéntico en una canción de organillo…

97 Respuestas a “El universo novelístico. Apuntes para una teoría metafísica de la ficción (I)

  1. Hola. Voy a ir comentando algunos elementos del argumento, un poco a vuelapluma:

    Aquello que viene a la existencia real lo hace apareciendo repentinamente en un lugar metafísico que antes no ocupaba, y al que sólo podemos entender que ha llegado si interpretamos ese «venir a ser real» como un alcanzar la realidad efectiva desde un grado inferior de realidad.»

    ¿»Sólo» podemos entenderlo así? Yo, desde luego, no lo entiendo así. No creo que sea necesario aceptar que existen «grados» de realidad: algo existe, o no existe. Cuando empieza a existir no «pasa» de no existir a existir (como lo que sí existe pasa de pequeño a grande al crecer, p.ej.), sino que, sencillamente, existe desde el momento x, y antes de ese momento no existe. Cuestión diferente es aquellas cosas que tardan un cierto período de tiempo en constituirse o construirse, como, p.ej., un edificio: hace 100 años no existía el edificio en el que vivo ahora (no tenía NINGÚN «grado de realidad»), pero, ¿existía cuando los obreros llevaban tres semanas construyéndolo y ya estaban puestas las vigas y los cimientos? En este caso, la metafísica no tiene nada que decir, pues se trata sencillamente de una CONVENCIÓN: a medida que la construcción avanza, nos parece más adecuado hablar del edificio como algo que ya existe, pero podemos tener una convención que nos diga que existe desde que se pone la primera piedra, o una convención que nos diga que sólo existe cuando se coloca la última. El caso es que, en cualquier momento del proceso, no hay nada que «medio exista»: siempre hay algo que existe en el único y pleno sentido de «existir», sólo que eso que existe, en cada caso lo llamamos de una manera, como lo podríamos llamar de otra.
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    En general, mi posición es básicamente occamiana: creo que es preferible no aceptar la existencia de algo si no demostramos que es más complicado negar su existencia que aceptarla; como no he visto todavía ningún argumento que demuestre que es necesario aceptar la existencia de «grados de realidad» (en vez de meros cambios físicos, temporales, y convenciones distintas para llamar a lo que existe en cada paso del proceso), pues considero que la noción de «grados de realidad» es superflua.
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    • Muchas gracias, Jesús, por dedicarle tiempo y esfuerzo a razonar tu respuesta a nuestro argumento. Ciertamente, medios como éste son más aptos para dialogar y argumentar que twitter, dada la limitación de espacio.
      La analogía con el edificio en construcción no es muy propicia para ejemplificar el tema del que tratamos. Porque el edificio, una vez se planta la primera piedra, es ya edificio en un cierto grado de existencia. Pero cualquier cosa que venga a ser no es nada antes de hacerlo; y entonces se genera la paradoja a la que atiende justamente el argumento de la publicación: si la nada es absolutamente nada, hasta el punto de que decir que es nada es ya cometer un error porque ni siquiera puede decirse algo entitativo, positivo, de ella, ¿cómo puede el ser surgir de la nada?
      Ésta es la cuestión a la que atiende el argumento de la publicación. Es el problema formulado por Parménides en su poema: si el ser y la nada son lógica y metafísicamente opuestos, y ninguno puede proceder del otro, ¿cómo explicar que las cosas vengan a ser y dejen de ser, si ello no puede responderse como un paso entre el ser y el no-ser?
      Planteas una posición que defines como occamiana: basta con aceptar que las cosas empiezan a existir (empezar a existir no es lo mismo que venir a ser, así que hablar en esos términos desvía la resolución de la paradoja; pero esto lo comentaré después, tomaré ahora por comodidad de la respuesta la identidad empezar a existir = venir a ser), no es necesario preguntarse nada más. Ciertamente, para desarrollarse la física no requiere de más que tomar a los entes como existentes. La física es física, y no metafísica, porque ante el hecho del ser, o del existir, no se pregunta su por qué, sino que lo toma como tal. La pregunta “¿por qué?” remitida al hecho del existir es lógicamente anterior a la descripción física (aunque en el orden temporal venga después), y pertenece a un ámbito lógico diferente, precisamente al de la metafísica.
      Sostener que no es necesario formularse preguntas de este tipo no lo considero occamiano, sino ingenuo, y hasta perjudicial. Ya de por sí la navaja de Occam es la respuesta a una pregunta que él mismo no se habría llegado nunca a formular de aceptar una posición como la que planteas, ya que, tanto históricamente como lógicamente, es, de nuevo, la respuesta a una pregunta metafísica acerca de cuántos tipos de entes existen, y no a una pregunta física de cómo se comportan esos entes.

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  2. el arte es, justamente, la técnica humana que consiste en crear un ente irreal, que no es, y tratarlo como si fuera real.
    No veo por qué es necesario aceptar esa definición. Creo que es mucho más simple decir que el arte crea cosas (cuadros, novelas…) que INTERPRETAMOS como representaciones de entes que no existen o de sucesos que no han ocurrido. Un cuadro de un unicornio no «crea un ente irreal», crea un ente real (el dibujo, la combinación física precisa de pintura que hay sobre el lienzo), y nosotros IMAGINAMOS que es un unicornio, es decir, un ente que no existe. Un novelista IMAGINA que ocurren ciertas cosas, pero no «crea» esas cosas en el sentido en el que un escultor «crea» una estatua o la tormenta «crea» un charco. Si decimos que «crea» los sucesos que ocurren en la novela, lo decimos, en el mejor de los casos, en sentido puramente metafórico, es decir, no es que LITERALMENTE los crea, sino que los IMAGINA (y a esa imaginación la llamamos «creación», pero no es lo mismo imaginarse un edificio que construirlo, o sea, crearlo). O dicho aún de otro modo, lo que creamos al imaginar es una REPRESENTACIÓN, que puede ser verdadera (si lo que nos imaginamos ocurre realmente) o falsa (si no ocurre). Pero igual que no he creado el edificio al crear sus planos, tampoco he creado (o sea, «no «he hecho ocurrir REALMENTE», o «existir REALMENTE») los sucesos que he imaginado al escribir mi novela.
    En resumen: el arte crea REPRESENTACIONES (entre otras cosas); a veces esas representaciones representan entidades/sucesos que existen/ocurren realmente, y a veces entidades/sucesos que no existen / no ocurren. Pero nunca «crea algo irreal», pues, incluso en el caso en que crea la representación de algo que no existe, lo que SÍ crea es la representación (p.ej., el cuadro, que SÍ existe), pero lo que NO existe (el unicornio inexistente representado por el cuadro), obviamente no lo crea.

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    • Como podrás comprobar en cualquier manual de estética, o en cualquier historia de la filosofía del arte, el arte como representación recibió una estocada mortal con el romanticismo alemán de principios del s.XIX, y murió por completo con las vanguardias de inicios del s.XX. A día de hoy es absolutamente imposible hablar del arte desde el paradigma representacional. No soy capaz de concebir una interpretación de una obra de Kandinski, por ejemplo, entendiendo que intenta representar algo que pudiera pretender ser real o no. El propio “esto no es una pipa” de René Magritte va directamente en contra de una interpretación de ese tipo. Los esfuerzos vanguardistas iban dirigidos a subrayar el acto verdaderamente creador (frente a la simple imitación reproductiva) de algo nuevo, de una nueva dimensión del ser. “El origen de la obra de arte” de Heidegger (utilizando argumentos originales de Nietzsche) es una obra de fundamentación de ese nuevo tipo de ser que no es al modo del ser efectivamente existente de la realidad física, pero que tampoco es la nada absoluta.
      Tendiendo esto en cuenta, no creo que pueda responder a tu afirmación de «el arte crea REPRESENTACIONES», porque no hablamos de lo mismo.

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  3. El arte es el método mediante el cual los seres humanos nos ocupamos con entidades que, en efecto, no existen en nuestro nivel de realidad, pero que, sin embargo, interactuan con nosotros desde su irrealidad, estableciendo nexos y vínculos con nuestro plano metafísico de existencia.
    De nuevo, no hace falta entenderlo así. Es más sencillo decir que el arte crea representaciones (que, por supuesto, sí que existen: pueden ser cuadros, frases, sonidos, o meras imágenes mentales), y con lo que interactuamos es con esas representaciones, no con las supuestas entidades representadas por ellas. Cervantes no «interactuaba» con Sancho Panza, sino con SU REPRESENTACIÓN MENTAL (o sea, cerebral) del tal Sancho Panza. Por supuesto, una función del arte (entre otras, y no siempre) es la de hacernos tener la SENSACIÓN de que estamos interactuando con algo, un algo que en realidad no existe; pero es una sensación: nos da la IMPRESIÓN de que lo que estamos leyendo en la novela ocurre o ha ocurrido realmente (si la novela es buena), pero obviamente es una impresión FALSA, sólo que muy agradable.
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    En resumen, que el arte no «crea una realidad paralela (e inexistente) con la que nos parece interactuar», sino que «crea en nosotros la IMPRESIÓN (existente, real) de que estamos interactuando con algo que, en realidad, no existe». Decir lo contrario es legítimo, pero siempre entendiendo que lo estamos haciendo METAFÓRICAMENTE. Lo ingenuo (o pedante) es tomar esa metáfora como una «descripción de un ámbito del ser», o algo así (salvo que también estemos entendiendo «descripción», «ámbito» y «ser» como metáforas… pero en ese caso, prefiero que se me explique de qué carajo estamos hablando SIN metáforas).

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    • Respecto a la sensación agradable pero falsa de leer algo que ha ocurrido, me remito a la cuestión del paradigma representacional comentado antes.
      Respecto al resto, me parece entender en tus comentarios una identificación entre ser y existir. Y digo “me parece” porque, a raíz del enlace que compartiste con nosotros por twitter, entiendo que no manejas esa identificación. Sin embargo, me siento incapaz de entender frases tuyas como “crea en nosotros la IMPRESIÓN (existente, real) de que estamos interactuando con algo que, en realidad, no existe” si no lo hago desde esa identidad entre ser y existir. Pero el argumento de este blog no maneja esa identidad. Al contrario, parte de que existir, como tú bien dices en el mentado enlace, es la posición del ser en la existencia; lo que implica, por mera consecuencia lógica, que eso que se pone tiene que ser antes de ser puesto. Así que debe ser posible entender una manera de ser que no requiera del existir efectivo para ser (de ahí la insistencia en la publicación de expresiones del tipo “existencia efectiva”, “efectivamente existente”, etc.).
      Uno de los avances metafísicos de la fenomenología de Husserl consistió justamente en concienciar a los científicos y filósofos de que ciertas entidades, como los unicornios que mencionas, aunque no existen efectivamente, en el sentido físico de existir, son ciertamente algo; lo cual exige formalizar una nueva categoría de ser que permita referirnos a esos seres sin aplicarles características propias de los seres físicos. A esa nueva categoría Ortega, en su “¿Qué es filosofía?”, la denomina “virtual”, que es una posición intermedia entre lo real en sentido físico y lo irreal como completamente carente de ser. Nosotros, a la hora de redactar estas ideas, preferimos el término “ficción”, que enraiza mejor con la tradición griega, para evitar el aspecto informático del concepto de lo virtual. Gilles Deleuze, por ejemplo, utiliza el mismo término “virtual” en su “Lógica del sentido” para hablar de los peculiares entes que se encuentran en el nivel intermedio entre el ser realizado en la existencia y la nada. Hago todas estas referencias para que compruebes que no es pedantería nuestra hablar de un no-ser que es, que estamos tratando una cuestión completamente actual y llena de importancia.
      Lo virtual, la ficción, como decía, no requiere de existir para ser. Por eso, como decimos en la siguiente entrada a ésta que la completa [El no-ser que es. Apuntes para una teoría metafísica de la ficción (II)], la ficción no es en el sentido físico de existir, pero tampoco es la nada.

      En nombre de mis compañeros, te agradezco de nuevo tu tiempo y esfuerzo. Nos encantan este tipo de conversaciones (para eso creamos el blog), y esperamos que podamos mantenerlas contigo de nuevo en el futuro, dado lo buen interlocutor que eres.

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  4. Gracias por las respuestas. Comento un poco:

    cualquier cosa que venga a ser no es nada antes de hacerlo; y entonces se genera la paradoja a la que atiende justamente el argumento de la publicación: si la nada es absolutamente nada, hasta el punto de que decir que es nada es ya cometer un error porque ni siquiera puede decirse algo entitativo, positivo, de ella, ¿cómo puede el ser surgir de la nada?
    No hay ninguna paradoja, sólo un uso descontrolado de palabras. El edificio no «surge de la nada»: surge de los ladrillos, del cemento, y por supuesto, de las neuronas de quienes les construyen. Antes las cosas estaban en un sitio, y ahora están en otro. Antes las llamábamos de una manera («ladrillos»…), ahora de otro («edificio»). No hay en ningún momento del proceso algo que sea «la nada» y que «tenga que hacer algo». Por supuesto, podemos hacernos pajas mentales con los términos que usamos comúnmente y generar con ellas pseudoparadojas que suenen a pensamientos profundos, pero no hay necesidad de hacerlo así, de modo que prefiero no hacerlo.
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    ¿cómo explicar que las cosas vengan a ser y dejen de ser, si ello no puede responderse como un paso entre el ser y el no-ser?
    Tal vez no hay nada que «explicar». «Explicar» no es más que una forma de describir los hechos de manera más simple (p.ej., explicamos el movimiento aparente de los planetas, bastante complicado, mediante las leyes de Kepler, más sencillas, y estas mediante las leyes de Newton, más sencillas todavía). Lo único que podemos hacer al «explicar» el mundo es constatar regularidades, cuanto más sencillas mejor. No hay ninguna razón para usar, al hacer esto, conceptos como «causa», «razón», «surgir», etc. Pensamos que esos conceptos sirven para cosas que, sencillamente, no tenemos ninguna razón para afirmar que pueden servir. ¿Quién nos asegura que, p.ej., en la pregunta «por qué hay ser y no nada», la proposición «hay ser y no nada» es el tipo de hecho al tiene sentido asignarle un «porqué» (es decir, el tipo de operación cognitiva que usamos en nuestra experiencia para enlazar un hecho con algunas generalidades que nos permitan «entenderlo»)?
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    sigo

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    • Muchísimas gracias por continuar tan interesantemente la conversación, Jesús.

      Dices: «Antes las cosas estaban en un sitio, y ahora están en otro» como negación de que las cosas que son surjan de la nada. Pero, y esas cosas, antes de estar donde estaban antes, ¿dónde estaban? Quiero decir, en un antes de un antes de un antes… La pregunta por el principio es inevitable utilizando términos temporales como «antes» o «después». Y esa pregunta por el inicio, dentro del orden temporal de simple descripción de los hechos, sólo obtiene como respuesta la afirmación de una cadena eterna de reposicionamientos, en el sentido de «los ladrillos, antes de estar en el edificio, eran sólo ladrillos, y sus componentes, antes de estar en los ladrillos, estaban en la roca», y así hasta el infinito. Otra manera de responder a esa cuestión es defender que el orden temporal se sostiene en un orden lógico-trascendetal, metafísico, en el que la respuesta se formula en los términos del ser y la nada.

      Ahora bien, como dices, ¿qué necesidad hay de formularse esas preguntas? Ciertamente, las ciencias regionales, como la física de la que tomas todos los ejemplos, no requieren esas preguntas. Simplemente toman los hechos como dados, y parten de ellos sin preguntarse nada con anterioridad. Eso implica que, si aceptamos ideologías científicas, como el positivismo, que consideren suficiente ese planteamiento, no consideremos necesario, ni siquiera útil, plantearnos preguntas del tipo «por qué hay ser y no más bien nada».

      Si alguien consigue satisfacer su curiosidad intelectual de ese modo, yo no puedo más que felicitarle. Y te felicito a ti, si de verdad lo consigues. Yo, personalmente, considero que, desde el momento en el que la simple pregunta se formula en base a la inquietud que la genera, es menester buscarle solución. Y esa inquietud la experimento en cuanto compruebo que hay cambio, que las cosas dejan de ser una cosa y son otra, que de pronto de un espermatozoide surge un ser humano, que una simple chispa eléctrica en una neurona genera un epifenómeno mental que es imposible de ser reducido a ella… Todos esos hechos, que podría simplemente aceptar como dados, me formulan preguntas, cuyas respuestas me ayudan directamente a entender esos fenómenos, porque me ayudan a comportarme con ellos. La tesis metafísica de Spinoza del conatus de todo lo que es me ayuda a entender por qué todo persiste impertinentemente y se opone a ser destruido, o por qué los animales buscamos insaciablemente nuestra supervivencia. Pero, de nuevo, entiendo perfectamente que quien no requiera de esas preguntas, quien no compruebe a un nivel lógico el vacío explicativo que la simple descripción física muestra en su explicación del mundo, considere esas preguntas como innecesarias.

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  5. Sostener que no es necesario formularse preguntas de este tipo no lo considero occamiano, sino ingenuo, y hasta perjudicial
    Yo no digo que deba «prohibirse» plantear esas preguntas. Digo que no es NECESARIO plantearlas, en el sentido de que plantearlas da por presupuesto algo que no veo necesidad de aceptar: que la pregunta es una pregunta: 1) con sentido (tengo mis dudas en muchos casos), 2) con alguna respuesta correcta (tengo MÁS dudas), y 3) una respuesta que podemos hallar siguiendo algo así como el «método metafísico» (pensar, pensar, y pensar, muy «profundamente») (tengo TODAS las dudas).
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    la navaja de Occam es la respuesta a una pregunta que él mismo no se habría llegado nunca a formular de aceptar una posición como la que planteas, ya que, tanto históricamente como lógicamente, es, de nuevo, la respuesta a una pregunta metafísica acerca de cuántos tipos de entes existen
    No, la navaja de Occam no es una tesis ONTOLÓGICA (qué cosas existen), sino una tesis METODOLÓGICA u EPISTEMOLÓGICA (qué cosas podemos SABER que existen): lo que dice es que una teoría que haga menos suposiciones gratuitas es mejor que una teoría que haga más suposiciones gratuitas. Aceptamos la navaja de Occam en todos los ámbitos de la vida (no hacerlo se llama paranoia), así que prefiero aceptarla también (y con MÁS razón, pues ahí no hay otras formas de poner freno a nuestras paranoias mentales, como hacen las pruebas experimentales en la ciencia y en la vida cotidiana, o como hacen los requisitos de demostración formal en la lógica y las matemáticas) cuando se trata de pensar en las preguntas más generales posibles. Ahora bien, aceptar la navaja de Occam no supone negar de antemano que puedan existir montones de cosas (desde ángeles a potencias, desde agujeros negros a «grados de realidad»); sólo supone una advertencia a quien quiera convencernos de que esas cosas existen: «mira, machote, no te va a servir con cuatro juegos de palabras para convencerme, sino que te tienes que currar la demostración MUCHÍSIMO más».
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    • Históricamente hablando, Occam formuló la tesis que llamamos «navaja de Occam» como respuesta al problema de los universales. La formulación original es: «Entia non sunt multiplicanda sine necessitate». Literalmente se usa la palabra «ente». La pregunta, por tanto, era en primera instancia de orden ontológico: para entender por qué llamamos «mesa» a todas las mesas del mundo, ¿es necesario sostener que existe un ente universal del que todas las mesas particulares participan, o basta con aceptar una idea mental particular que es extrapolada a todas las posibles mesas? Ante ese problema, Occam prefirió acogerese a las doctrinas nominalistas del lenguaje (de las que tomó su idea), y sostener así su reduccionismo metafísico. Esto no lo digo yo, lo dicen los documentos históricos (la «Historia de la filosofía medieval» de Gilson, por ejemplo, es buena referencia para ello).
      Después, Francis Bacon, en el «Novum Organon», convirtió esa tesis en un principio metodológico en el campo de la investigación científica, que es tal y como hoy día se entiende, transformando el reduccionismo ontológico en una defensa de la simplicidad explicativa en la fórmula «pluralitas non est ponenda sine necessitate». Lo que produce que los que sostienen esa tesis desde la ciencia desconozcan generalmente su origen metafísico. De hecho, así se enseña en las facultades universitarias de Física, donde normalmente no se hace ni una sola referencia a la cuestión de los universales y del nominalismo lógico que la hizo posible en un primer momento (supongo que por considerar insulso tales problemas).
      Por supuesto, es recomendable atenerse a ese principio metodológico en todos los ámbitos de nuestra vida, tanto prácticos como intelectuales (si es que hay diferencia entre ellos). Pero, y con esto remito a lo anterior, desde el momento en el que una solución a un problema que se mantenga en un mero nivel físico resulte insatisfactoria por parcial, la tendencia a la simplicidad no es excusa para no seguir el camino que el propio objeto de estudio nos marque.

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  6. el arte como representación recibió una estocada mortal
    Hasta ahí llego: usaba el término «representación» porque lo consideraba más favorable a tu argumento que no usarlo. Si admitimos que las obras de arte no son representaciones, pues entonces ya has perdido en debate sin empezarlo. Decías «el arte es el método mediante el cual los seres humanos nos ocupamos con entidades que, en efecto, no existen en nuestro nivel de realidad, pero que, sin embargo, interactuan con nosotros desde su irrealidad». Pues bien, si las obras de arte no «representan» (es decir, si son meramente un objeto empíricamente dado como otro cualquiera, con el que interactuamos de maneras complicadísimas e interesantísimas, pero un objeto más -un montón de pintura, o de mármol, o de palabras, o de sonidos…-), pues entonces lo que hay en el arte es la obra de arte y nuestras interacciones con ellas, no una «entidad que no existe en nuestro nivel de realidad y que interactúe con nosotros desde su irrealidad».
    Ahora bien, si quieres empeñarte en decir que sí que existe algo que «no existe en nuestro nivel de realidad pero sí en otro», y que la obra de arte nos permite «interactuar» con ello, pues OK: sea X ese «algo», y yo meramente he usado la palabra «representación» para designar la relación que SEGÚN TÚ se dé entre la obra de arte y esa X; si no te gusta «representación», pon la palabra que tú quieras, pero difícilmente me convencerás de que es una palabra «intrínsecamente inapropiada», o algo así, del mismo modo que cientos de toneladas de obras de estética (cuyo valor como conocimiento objetivo, y no meras expresiones de opiniones interesantes, para mí es bastante poco, dicho sea ahora que no nos oye nadie) no me convencerán de que resulta apropiado decir que El Quijote describe, relata, narra … (y todos esos conceptos caen bajo el concepto más general de «representar») algunas aventuras de Don Quijote y su escudero Sancho Panza, o que el cuadro «El fusilamiento de Torrijos» representa el fusilamiento de Torrijos (además de representar otra cosas, y además de hacer muchas cosas que no consisten en «representar»). El Quijote representa hechos que NO sucedieron y habla de personas que NO existieron, mientras que el cuadro de Gisbert representa hechos que SÍ sucedieron y a personas que SÍ existieron. Pero ningún análisis de esas obras puede llevarnos a la INEVITABILIDAD de aceptar que las aventuras de Don Quijote (no el TEXTO en el que se narran esas aventuras, o los PROCESOS MENTALES a los que la lectura del texto nos lleva, sino las aventuras propiamente dichas) son algo con lo que «interactuamos», independientemente de si a la relación entre el texto y las aventuras las llamas «representación» o «esternocleidomastoidización».
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    • Si has entendido el argumento de la publicación (que no es por cierto solo mía, ojalá) de manera que se pueda entender como una defensa de que el arte representa algo, que no es la realidad efectiva, pero que «es» con todo algo, lo siento, pero no has entendido correctamente la publicación. Porque precisamente lo que pretendíamos con este argumento es sustituir la re-presentación por la pura y simple presentación. Y no, por cierto, del ente material que pone el arte (el lienzo, o el libro de la novela), sino del sentido que se encarna en ese ente material. De ahí que escogiéramos hablar de literatura, y no de pintura, por ejemplo.
      El hecho es que insistes en desviar la discusión al terreno de la identidad entre ser y existir con afirmaciones del tipo » El Quijote representa hechos que NO sucedieron y habla de personas que NO existieron, mientras que el cuadro de Gisbert representa hechos que SÍ sucedieron y a personas que SÍ existieron». De lo que se trata es de la posibilidad de interpretar el arte sin remitir a si aquello que muestra existe de verdad o no. Que es lo que la estética del s. XX se ha esforzado en defender. Si sigues analizando el problema desde los términos de «el Quijote no existió, y por lo tanto no hay nada más allá de la obra de Cervantes», no alcanzarás la cuestión que estamos tratando aquí. Porque no se trata de si el Quijote existió o no de verdad, sino de que no importa en absoluto que existiera o no.

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  7. Uno de los avances metafísicos de la fenomenología de Husserl consistió justamente en concienciar a los científicos y filósofos de que ciertas entidades, como los unicornios que mencionas, aunque no existen efectivamente, en el sentido físico de existir, son ciertamente algo
    Me temo que sobreestimas a Husserl, en particular por lo que se refiere a su influencia sobre los científicos. Dudo mucho que haya científicos que se dediquen a discutir si los unicornios son algo o no, o incluso a discutir la cuestión de si los entes de ficción son algo o no. En cualquier caso, diga lo que diga Husserl, el caso es que a mí no me convence. En cambio, no necesito a Husserl para admitir la existencia de otras entidades que los filósofos materialistas no aceptan, p.ej., como las entidades matemáticas (cf. el enlace que te pasé a mi blog), aunque en ese caso tampoco necesito admitir la existencia de «varios grados de existencia». Lo que tienen en común el número siete y mi coche es que ambos existen, pero además de eso, se diferencian, obviamente, en muchas propiedades que uno tiene y el otro no, y viceversa: p.ej., mi coche no es primo, ni es la solución a ciertas ecuaciones, ni 21 es divisible por él, mientras que el siete no usa gasolina ni puede atropellar a nadie. Pero existir, ambos existen. En cambio Rosina Lequerica (la protagonista de mi novela) no existe, aunque si existiera, compartiría muchas propiedades con otras personas existentes (ser mujer, ser condesa, salir en los programas del corazón, etc.).
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    Saludos

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    • Decir que el número 7 existe del mismo modo que un coche existe implica necesariamente aceptar que no existen del mismo modo, precisamente porque es imposible que el número 7 atropelle a alguien. Así que, al menos respecto a esas dos entidades, habrá que aceptar diferentes modos de existir para entender por qué al coche puedo tocarlo y al número 7 no. Obviamente, se trata de la diferencia (de nuevo, metafísica, no física) de constituir entes materiales o no. Y precisamente, a esos entes que existen pero que no son materiales es a los que Husserl llamó «virtuales». Así que aceptando la existencia de entes inmateriales estás aceptando la posición de Husserl. Al menos, consiguió un seguidor.
      Aun con ello, insisto en no llevar la cuestión al terreno del existir efectivo o no, porque eso nos despista del problema fundamental del ser o no ser. Tanto el número 7 como el unicornio son entes inmateriales, virtuales. De uno decimos que existe porque lo vemos reflejado en entes materiales, del otro decimos que no porque no se encarna en ningún ente material. Pero, más allá de su existencia o inexistencia, considerados en lo que son en sí mismos, ambos poseen el mismo tipo de ser. De ahí que podamos prescindir de la cuestión de la existencia e intentar preguntarnos en qué consiste ese tipo de ser, para poder entender mejor, por ejemplo, cómo es posible que más allá de las cosas materiales que son siete pueda existir un número siete que no es ninguna cosa material, mientras que parece imposible que exista una cosa material que sea unicornio a pesar de que hay un ente inmaterial que es el unicornio. Si analizamos esa cuestión podremos obtener conocimiento del que buscas para entender mejor por qué hay entidades inmateriales que se realizan materialmente y otras que no.

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      • sigo

        Decir que el número 7 existe del mismo modo que un coche existe implica necesariamente aceptar que no existen del mismo modo, precisamente porque es imposible que el número 7 atropelle a alguien
        No creo haber dicho que el número 7 y mi coche «existan del mismo modo», porque ni siquiera tengo claro que tenga mucho sentido hablar de «modos de existir». Lo que digo es que el número 7 existe y mi coche también, aunque luego cada uno tiene propiedades muy diferentes. Si tú piensas que hay algo así como «varios modos de existir», digamos que yo llamo «existir» SÓLO a lo que todos esos varios modos tienen en común, y puesto que lo tienen en común, pues lo tienen en común. Si no tuvieran NADA en común, lo que sería absurdo sería usar la misma palabra para todos ellos. Pero a mí me parece más razonable no multiplicar los modos de existir sin necesidad.
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        aceptando la existencia de entes inmateriales estás aceptando la posición de Husserl
        ESA posición de Husserl, por supuesto que sí. El 99% de otras tesis suyas, posiblemente no. No estoy en desacuerdo con él acerca de SI existen entes inmateriales. Estoy en desacuerdo (con él y contigo) acerca de CUÁLES existen. Sencillamente, creo que no podemos evitar afirmar como verdadera la proposición «existen dos soluciones a la ecuación x^2 = 4, que son 2 y -2», pero podemos evitar (sin absolutamente ningún problema) afirmar como verdaderas las aventuras de don Quijote y, por lo tanto, la existencia de don Quijote. No HACE FALTA asumir que don Quijote (el personaje de ficción, no la obra literaria) tiene ningún tipo de «existencia», sea «virtual», o «mediopensionista», para explicar y entender todo lo que te parezca interesante explicar y entender de la obra de Cervantes.
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        Tanto el número 7 como el unicornio son entes inmateriales, virtuales. De uno decimos que existe porque lo vemos reflejado en entes materiales, del otro decimos que no porque no se encarna en ningún ente material.
        No sé qué querría decir que el número 7 estuviera «reflejado en entes materiales». En todo caso, aunque lo estuviera, no es ESA la razón por la que admitimos que existe (más bien lo admitimos por razones como que aceptamos como verdadera la proposición «hay un número natural que sigue al seis y precede al ocho», o «hay una solución positiva a la ecuación x^2=49». La mayoría de las entidades matemáticas, cuya existencia se sigue de teoremas matemáticos cuya verdad no tenemos más remedio que admitir, no «se ven reflejados» en absolutamente nada material.
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        considerados en lo que son en sí mismos, ambos poseen el mismo tipo de ser
        Confundes a los unicornios con el concepto de unicornio, o con nuestra representación mental de un unicornio. Los unicornios no son seres abstractos, son seres que, simplemente, no existen, pero que si existieran serían de carne y hueso. El número 7 existe, pero no es de carne y hueso, y por eso es abstracto. Lo que es abstracto no es un unicornio, sino el CONCEPTO de unicornio. No creo que tengamos una teoría apodícticamente válida sobre la naturaleza de los conceptos, pero estoy dispuesto a admitir que el CONCEPTO de unicornio existe, igual que los números, y que, igual que los números, tampoco es reducible a nuestros procesos cerebrales. Pero insisto, yo no estoy hablando del CONCEPTO de unicornio (que existe, y es una entidad abstracta), sino de los unicornios (que no existen, pero que si existieran serían concretas, no abstractas).
        Volviendo al tema de la literatura: no estoy negando que en una novela se formulen proposiciones ni que existan estas proposiciones, como entidades abstractas (es decir, no este o aquel conjunto de manchas de tinta sobre estas o aquellas hojas de papel, sino aquello que tienen en común todos los libros en los que está escrito El Quijote, p.ej.). Lo que estoy negando es la necesidad de asumir que lo que dicen esas proposiciones es «verdadero en algún sentido». Y aún más, sospecho que todo lo que se puede decir interesante desde la teoría estética sobre esas proposiciones es perfectamente compatible con la aceptación trivial de que lo que dicen muchas de esas proposiciones es simple y llanamente falso.
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        De ahí que podamos prescindir de la cuestión de la existencia e intentar preguntarnos en qué consiste ese tipo de ser, para poder entender mejor, por ejemplo, cómo es posible que más allá de las cosas materiales que son siete pueda existir un número siete que no es ninguna cosa material
        No creo que la filosofía haya dado a lo largo de su historia ninguna respuesta intersubjetivamente aceptable como válida a ninguna pregunta del tipo «cómo es posible que exista tal o cual». Si conoces la demostración de la validez de alguna de esas respuestas, estaré encantado de que me la presentes. En todo caso, ni tenemos ni la más remota idea de «cómo es posible que exista» el universo material, ni tenemos la más remota idea de «cómo es posible que existan» los números, ni, con la mano en el corazón, tenemos la más remota idea de si estas preguntas tienen alguna respuesta ni de cuáles serían los modos de averiguarlo. En cambio, me parecen mucho más interesantes preguntas del tipo: ¿cómo se las apañan los humanos para ser capaces de averiguar qué hay más allá del sistema solar, o para ser capaces de averiguar la validez de los teoremas de la matemática? Ojalá gente como Husserl hubiera tenido algo medianamente válido que aportar a la solución de preguntas como esta. Tal vez es ignorancia mía, pero yo no conozco esas aportaciones.
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        • “Lo que digo es que el número 7 existe y mi coche también, aunque luego cada uno tiene propiedades muy diferentes.”
          Esas “propiedades muy diferentes” son precisamente propiedades ontológicas, de tipo de ser. Porque lo que diferencia al número 7 y al coche, teniendo en cuenta que ambos existen, es el tipo de seres que son: uno material, el otro inmaterial. Y esa diferencia de tipo ontológico genera consecuencias en la existencia de esos seres, porque provoca que uno te pueda atropellar y el otro no. Si prefieres no categorizar esas consecuencias ontológicas bajo la expresión “distintos modos de existir”, bien, establezcamos de modo unilateral y simple la definición de existir única y exclusivamente como la posición efectiva del ser (es una definición circular que al final remite a lo apodíctico de la experiencia más allá de los argumentos lingüísticos, pero valga para lo que tiene que valer aquí). Partiendo de esa definición del existir, formulada para que sólo haya un modo de existir, te falta ahora, como diría Wittgenstein, explicar por qué, si sólo se existe de una manera, unos entes son de un tipo y otros de otro. Si es que, claro está, quieres explicar ese por qué. Si te es suficiente con afirmar “unos entes son materiales, otros inmateriales”, y eso no genera la pregunta de “¿cómo es posible que haya entes inmateriales y materiales?”, o la pregunta “¿cómo es posible que entes materiales e inmateriales se relacionen entre sí?” (ambas preguntas metafísicas, que la física no puede responder al ser exclusivamente material), repito, si eso te es epistemológicamente suficiente, entonces no hay necesidad de planteárselas. Yo, si no respondo a preguntas de ese tipo, encuentro un vacío explicativo en el conocimiento de la realidad.

          “Estoy en desacuerdo (con él y contigo) acerca de CUÁLES existen. Sencillamente, creo que no podemos evitar afirmar como verdadera la proposición…”
          Esta argumentación peca de identificar existir con ser verdadero. Además de levantarse, de nuevo, sobre la ecuación (ilegítima por falsa) ser=existir, y ya van como tres o cuatro veces que llamo la atención sobre ella.

          “Podemos evitar (sin absolutamente ningún problema) afirmar como verdaderas las aventuras de don Quijote y, por lo tanto, la existencia de don Quijote.”
          No sólo podemos; debemos evitar afirmar que las aventuras del Quijote sean verdaderas. Lee la segunda parte de la publicación que estamos discutiendo y verás que nosotros no pretendemos en absoluto que se tome a la ficción como verdadera. La paradoja reside en que no pretende ser ni verdadera ni tampoco falsa, porque se coloca en la ambigua posición intermedia en la que no tiene necesidad de ser ni lo uno ni lo otro. Dicho de otro modo: la lógica del verdadero-falso no rige en ella, como tampoco rige en la fe en tanto que fe, ni en la ética en tanto que ética. Porque esa lógica no rige más allá del ámbito de aplicación del conocimiento demostrativo. Sobre esto seguiré después.
          ¿El Quijote existe? Claro que no. Lo decimos bien claro en la publicación. Porque, de nuevo, partiendo de la separación entre ser y existir, nuestro argumento está dirigido a subrayar que el Quijote no necesita existir para ser lo que es. Si sigues empeñándote en dirimir esta cuestión en términos de existencia o inexistencia sin atender a la cuestión metafísica de base del ser o no ser no llegarás a tratarla en ningún momento.

          “No sé qué querría decir que el número 7 estuviera “reflejado en entes materiales”.”
          Básicamente, que hay siete naranjas, o siete sillas, o siete edificios. Y que, para llegar a pensar eidéticamente en el número 7 primero necesitamos partir de una representación con contenido material en el que el número 7 se vea encarnado. Después, gracias al pensamiento eidético, podemos prescindir de esa representación material. Pero es ella la que supone el primer paso en el camino de las matemáticas.

          “…cuya existencia se sigue de teoremas matemáticos cuya verdad no tenemos más remedio que admitir…”
          Y luego dicen que la metafísica es dogmática. Para dogmas, los números, al parecer. Si creo que los teoremas matemáticos son verdaderos es porque he decidido jugar al juego de tomarlos como verdaderos. También podría haber decidido jugar a otro juego, como el de las lógicas irracionales, aceptando que 2+2 no siempre es igual a 4. Pero normalmente acepto jugar a ese juego. Es nuestra decisión colectiva la que le aporta la verdad axiomática a esos teoremas, no ellos los que nos la imponen a nosotros. Después de Heisenberg, esperaba que las matemáticas dogmáticas ya no siguieran siendo aceptadas, la verdad.

          “Yo no estoy hablando del CONCEPTO de unicornio (que existe, y es una entidad abstracta), sino de los unicornios (que no existen, pero que si existieran serían concretas, no abstractas).”
          Si creías que nosotros estábamos hablando del unicornio como un ser que existe tal cual, pastando en el campo, lo siento, pero no somos tan ingenuos. De nuevo te traiciona la identificación entre ser y existir. Nosotros hablamos de que el unicornio “es” algo, y de que por ser algo existe de alguna manera, aunque no por supuesto a la manera como existe el caballo. Existe como ficción, es decir, como algo que no necesita existir aquí y ahora para ser lo que es. Del mismo modo que el número 7 no necesita estar encarnado en siete naranjas para ser lo que es. Descartes decía: aunque nunca haya existido un quiliágono real, no necesitamos de su existencia para que podamos pensar en el quiliágono como algo que es. Y con ello subraya la diferencia entre ser y existir, planteando la pregunta de cómo narices explicamos que unos seres que son pero no existen puedan llegar a existir, y otros que también son sin existir no lo hagan. Después de él lo hizo Leibniz con lo de los mundos componibles e incomponibles, Frege con su “Sentido y referencia”, etc. etc.

          “Lo que estoy negando es la necesidad de asumir que lo que dicen esas proposiciones es “verdadero en algún sentido”.”
          Perfecto, en ello estamos de acuerdo. Aférrate a esa idea. Y ahora plantéate la pregunta: si no es verdadero, ¿entonces tiene necesariamente que ser falso? Del modo como respondas a esta pregunta depende que entiendas lo que nosotros queremos decir acerca de la ficción. Quizá la lógica platónica del “o blanco o negro” de la que procede la lógica “o verdadero o falso” no sea tan omniabarcante como se ha creído que es.

          “No creo que la filosofía haya dado a lo largo de su historia ninguna respuesta intersubjetivamente aceptable como válida a ninguna pregunta del tipo “cómo es posible que exista tal o cual”. Si conoces la demostración de la validez de alguna de esas respuestas, estaré encantado de que me la presentes.”
          Te recomiendo la lectura de “Ser y diálogo” de Felipe Martínez Marzoa. O, si prefieres una versión más resumida e imperfecta de esa obra, nosotros en breve publicaremos varias entradas consecutivas con el título “la ciencia de los eíde”, sintetizando las ideas de Marzoa, en la que intentaremos exponer la necesidad que tenemos de postular la existencia de seres inmateriales para explicar nuestro comportamiento con la realidad, a pesar de que no podamos demostrar suficientemente su existencia, ni solucionar argumentativamente los problemas que nos plantea.

          “…ni, con la mano en el corazón, tenemos la más remota idea de si estas preguntas tienen alguna respuesta ni de cuáles serían los modos de averiguarlo.”
          Realmente, si no le dedicamos tiempo a ellas, difícilmente les daremos respuesta.

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  8. Por cierto, no quiero que entendáis mis críticas como un síntoma de desprecio al valor INTELECTUAL de ciertas teorías sobre las obras de arte: esas teorías son interesantísimas, sugerentísimas, apasionantísimas, etc., etc. Lo que no tienen es la propiedad de «contar con argumentos lo suficientemente razonables para convencernos de que es INEVITABLE aceptar que son verdaderas y que las teorías que las contradicen son falsas». Son, en definitiva, opiniones subjetivas e indemostrables (o al menos, indemostradas), interesantes más como «obras de arte» ellas mismas que como conocimientos (en el sentido en que «sé dónde he dejado mis llaves», o «sé cuál es la fórmula para resolver ecuaciones de segundo grado», son conocimientos). También admito que se use «conocimiento» en otros sentidos, pero son sentidos metafóricos, y el primer deber del filósofo (me parece a mí) es procurar que los términos los utiliza de la forma que puedan generar MENOS confusiones (lo que no implica que haya términos que se puedan utilizar sin generar NINGUNA confusión, como bien sabéis -me refiero a vuestra última entrada sobre Wittgenstein: recordad también lo de que la función de la filosofía es ayudar a salir a la mosca de la botella, no intentar meterla).
    Un saludo

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    • Partimos de que todos nos respetamos a todos mutuamente, por supuesto; si no, ¿para qué perder el tiempo discutiendo? (aunque en Senderos te agradeceríamos prescindir de expresiones del tipo «pajas mentales»; nosotros no nos ofendemos, pero puede que alguien sí lo haga).
      Por mi parte (habla en todo momento Miguel Ángel Bueno, soy el único que ha decidido mostrarse públicamente como autor de este blog), pienso que los conocimientos estéticos y metafísicos sí son útiles y sí nos ayudan; pero reconozco que la utilidad que me aportan no es del tipo de la utilidad que el martillo tiene para clavar un clavo. Es una utilidad, digamos, vital, porque me hace madurar como persona intelectualmente hablando, y me prepara para exponerme a otros problemas. Pero, de nuevo, como decía antes, quizá esto sea cuestión de ideología personal.
      (Por cierto, desde mi punto de vista, decir que la estética es innecesaria no es ayudarle a la mosca a salir de la botella, es ponerle un tapón a la botella y dejar que se muera dentro.)

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  9. Hola. Sigo

    La pregunta por el principio es inevitable utilizando términos temporales como “antes” o “después”
    Vamos a ver, aquí hay varias confusiones. Primero: no es lo mismo la noción de «principio» (de una serie temporal) con la noción de «causa» (una serie de sucesos ordenados cronológicamente no tienen por qué estar relacionados causalmente unos con otros); así que no es lo mismo preguntar «¿qué sucedió antes?» que preguntar «¿cuál es la causa de lo que sucedió después?». La cuestión de si las causas de un suceso son anteriores, simultáneas o posteriores a ese suceso, e incluso la cuestión de si un suceso tiene o no tiene causas, son cuestiones empíricas, que será la ciencia la que tenga que resolver en la medida de sus posibilidades: si la mejor teoría física que encontramos nos dice que sucesos futuros pueden causar sucesos pasados, o nos dice que algunos sucesos no tienen ninguna causa, pues no tenemos nada más que decir (que no sea seguir haciendo física). De momento, parece que las mejores teorías físicas que tenemos nos dicen que las causas son siempre sucesos anteriores (es decir, que las mejores regularidades que hemos encontrado siempre conectan causas pasadas con efectos futuros, no al revés), y que hay sucesos que no tienen ninguna causa (es decir, que no la conexión entre algunos sucesos y los sucesos que le preceden es, a veces, totalmente aleatoria, no sigue ninguna regularidad).
    Hacerse la ilusión de que nuestro uso común y corriente de los términos temporales es lo bastante preciso y correcto como para que un «análisis filosófico» nos pueda servir para responder a estas preguntas más allá de lo que puede hacer la física, es nada más que eso, una ilusión.
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    Segundo, no tenemos ninguna razón para sospechar que es más probable que las relaciones temporales y las de causa y efecto tengan una topología que haga tener sentido a expresiones cómo «¿qué ocurrió antes del big bang?». Por poder, es posible que la expresión «antes del big bang» tenga tan poco sentido como «un punto de la superficie terrestre situado al norte del polo norte». No tenemos ninguna prueba de que sea así, ni de que sea de lo contrario, así que, si planteamos preguntas que DAN POR SUPUESTO que las relaciones temporales y causales existen en cualquier caso y son de determinada manera, tenemos que tener claro que eso que estamos dando por supuesto no tenemos ninguna prueba de que sea verdad. No es malo hacer hipótesis (la ciencia funciona gracias a ellas, p.ej.); lo que es malo es olvidar que, mientras no haya pruebas lo suficientemente contundentes de que CUALQUIER alternativa es incorrecta, no son más que hipótesis.
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    • “no es lo mismo la noción de “principio” (de una serie temporal) con la noción de “causa” (una serie de sucesos ordenados cronológicamente no tienen por qué estar relacionados causalmente unos con otros); así que no es lo mismo preguntar “¿qué sucedió antes?” que preguntar “¿cuál es la causa de lo que sucedió después?”.”
      Yo también he leído a Hume, y entiendo que el hecho de que A esté antes que B no implica que B sea efecto de A. Pero en ningún momento lo he afirmado. No sé dónde has visto la necesidad de hablar de ello, es decir, no sé dónde has visto la confusión entre “principio”, como inicio de la serie temporal, y “causa”. Con la afirmación del principio te remitía, en la historia del edificio, al principio temporal de la historia ontológica de un ente, en este caso los componentes el edificio, que antes no eran edificio y ahora sí. Tú afirmaste que el edificio no venía de la nada porque lo que compone el edificio ahora está en él y antes en otro sitio. Y yo te pregunté por el antes de ese antes; pero no en un sentido causal, sino historiográfico. Esa pregunta por el “antes del antes” es la que, decía, nos lleva a dos opciones: o la historia es infinita, y así podemos decir “los ladrillos, antes de ser edificios, eran ladrillos, y antes eran roca, y antes eran…”, y así hasta el infinito; o bien aceptamos que la historia, como orden temporal, se sostiene sobre el ser, como orden lógico-trascendental, y entonces entendemos los cambios históricos y los reposicionamientos de seres como “paso de la potencia al acto y del acto a la potencia”. Como ves, no hay aquí nada de causalidades (ni de pajas mentales, que aquí fue donde usaste la expresión).

      “si planteamos preguntas que DAN POR SUPUESTO que las relaciones temporales y causales existen en cualquier caso y son de determinada manera, tenemos que tener claro que eso que estamos dando por supuesto no tenemos ninguna prueba de que sea verdad.”
      Con lo dicho antes creo que respondo a esto. No he partido en ningún momento de una vinculación entre las relaciones temporales y las causales. Hablaba, de nuevo, de reposicionamientos de entes, reposicionamientos que se siguen en el orden temporal como su historia, pero que no tienen por qué tener relación con un orden causal.

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  10. ¿qué necesidad hay de formularse esas preguntas?
    La misma que la de formularse la pregunta «¿qué hay en la superficie terrestre más al norte del polo norte?». Yo no digo que haya nada de malo en FORMULAR la pregunta. Lo que digo es que no tenemos razones para pensar que: A) la pregunta está lo suficientemente bien formulada como para que HAYA una respuesta, y B) el modo más eficaz de encontrar esa respuesta sea el «razonamiento metafísico». Naturalmente, estoy dispuesto a admitir, para cada pregunta de esas, que los puntos A y B son aceptables, pero necesito argumentos más poderosos que la mera sensación de profundidad asociada al uso de cierto tipo de vocabulario. Aparte de eso, naturalmente esforzarnos en encontrar nuevos conceptos y modos de pensar puede ser útil para ver las cosas desde otro punto de vista, enfrentarnos mejor a ciertos problemas, ser más felices, etc., etc., pero también nos lleva en ocasiones a meternos en problemas innecesarios, a entender peor otros puntos de vista, etc., etc. Todo ello, en todo caso, no tiene que ver con la cuestión de si esos nuevos conceptos y modos de pensar nos llevan a afirmar tesis verdaderas o tesis falsas: ahí sólo cuenta la fuerza lógica de los argumentos.
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    Si alguien consigue satisfacer su curiosidad intelectual de ese modo
    Nuestra curiosidad intelectual es una virtud importantísima. Pero no debemos confundir las GANAS que tenemos de responder ciertas preguntas, con la VALIDEZ de los argumentos con los que justificamos una respuesta a esas preguntas frente a otras. Yo no tengo menos curiosidad que tú, es más, por lo que parece tengo más: tú te preguntas «¿por qué hay algo, en vez de nada?», y yo en cambio me hago preguntas mucho más sofisticadas: «¿tenemos alguna justificación racional para pensar que la noción de causalidad puede aplicarse a la existencia de algo en general, en vez de sólo a la sucesión regular de fenómenos empíricos?», «¿tenemos alguna forma de hallar una respuesta verdadera a la pregunta anterior?», «¿el ‘pensamiento metafísico’ ha demostrado a lo largo de su historia ser capaz de ofrecer alguna respuesta inobjetable a alguna de las dos preguntas anteriores?». Curiosidad, como ves, la tengo por arrobas. Lo que tengo también es arrobas de humildad a la hora de evaluar nuestras capacidades de responder a las preguntas a las que mi curiosidad me lleva. El positivismo no es una «ideología científica reduccionista»; es sólo la advertencia de no hacerse demasiadas ilusiones.
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    • “necesito argumentos más poderosos que la mera sensación de profundidad asociada al uso de cierto tipo de vocabulario.”
      Por supuesto, yo también. Nunca dejo que una “sensación de profundidad” (sea eso lo que sea) me imponga algo como válido, o como interesante. Normalmente, miro más allá de las palabras, me pregunto ¿cuál es el problema lógico que hay detrás?, y, si ese problema me parece suficientemente interesante porque responde a vacíos explicativos que encuentro en otro lugar, lo atiendo.

      “…también nos lleva en ocasiones a meternos en problemas innecesarios, a entender peor otros puntos de vista, etc., etc.”
      Ciertamente, como digo, uno no se mete en problemas si no le sirve de algo. Ahora bien, tampoco voy a rechazar una explicación A por el hecho de que sea más complicada o rebuscada que otra B si la explicación A resuelve vacíos lógicos o contradicciones que la explicación B no es capaz de afrontar, o si la explicación A ofrece respuestas a más preguntas que la explicación B.

      “Yo no tengo menos curiosidad que tú, es más, por lo que parece tengo más: tú te preguntas “¿por qué hay algo, en vez de nada?”, y yo en cambio me hago preguntas mucho más sofisticadas.”
      Lo de que sea más sofisticada… Vaya, que no termino de verlo. Más que nada, no sé qué necesidad hay de elitismos de ese tipo. Se trata de preguntas sin más; unas más complejas, otras más sencillas, pero preguntas sin más. Que yo no me haga preguntas como las que tú formulas, es una presuposición que tú mismo has hecho y que yo no he afirmado en ningún momento. De hecho, respondiéndote antes a otra cosa he respondido indirectamente a la pregunta “¿tenemos alguna justificación racional para pensar que la noción de causalidad puede aplicarse a la existencia de algo en general, en vez de sólo a la sucesión regular de fenómenos empíricos?”. Como ves, sí me las planteo. Otra cosa es que lo haga aquí explícitamente, cosa que veo inapropiado si no tiene relación con lo que estoy argumentando. Como no la tenía (y sigue sin tenerla), no lo hacía. Prefiero no presuponer en los demás cosas que no han dicho.

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  11. La tesis metafísica de Spinoza del conatus de todo lo que es me ayuda a entender por qué todo persiste impertinentemente y se opone a ser destruido, o por qué los animales buscamos insaciablemente nuestra supervivencia

    Ptolomeo pensaba que entendía la mar de bien la retrogradación de los planetas, pero en realidad no la entendía un carajo (o más bien poquito). Ahora entendemos bastante bien que los animales NO buscan la supervivencia (más bien, buscan cosas que, sin que ellos lo sepan, les ayudan a sobrevivir, o al menos a transmitir sus genes), mientras que las plantas consiguen transmitir sus genes sin tener absolutamente ningún proceso biológico que consista en «tener ganas», y los átomos no necesitan, por supuesto, nada «psicológico» para existir mientras existen (por cierto, no sé si los átomos radiactivos tendrán menos conatus que los átomos estables). La teoría de Spinoza, por tanto, puede ser «útil» en el sentido de que nos aporta una perspectiva, tiene incluso cierto valor estético, etc., etc., pero como explicación racional de ciertos fenómenos (que las cosas parezcan tener generalmente algo así como una «tendencia» a mantener su existencia) es incluso menos aceptable que la explicación que daba Ptolomeo a la retrogradación de los planetas. Es decir, puede haber muy buenas razones para ESTUDIARLA, para DISCUTIRLA, para esforzarse en COMPRENDERLA, etc., etc., pero no hay ni una sola buena razón para ACEPTARLA como la respuesta verdadera a la pregunta que intenta responder. Por desgracia, esa es (en el mejor de los casos) la situación de la inmensa mayoría de las teorías filosóficas.
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    Históricamente hablando, Occam formuló la tesis que llamamos “navaja de Occam” como respuesta al problema de los universales.
    No estoy hablando de Occam, sino de una tesis a la que la tradición histórica ha venido a asociar con el bueno de fray Guillermo, pero que como tal tesis estaba, muy probablemente, presente de manera implícita en la forma de razonar de los humanos desde hace muchos milenios (como criterio para justificar la sospecha de que la historia que te estaba contando fulanito no era muy creíble). Esa tesis no es una tesis ONTOLÓGICA, no es una afirmación acerca de QUÉ existe o no existe (por mucho que Occam la utilizara, por supuesto, para argumentar a propósito de una tesis ontológica), sino que es un CRITERIO con el que juzgar tesis ontológicas (¿para qué otra cosa va a servir?).
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    desde el momento en el que una solución a un problema que se mantenga en un mero nivel físico resulte insatisfactoria por parcial, la tendencia a la simplicidad no es excusa para no seguir el camino que el propio objeto de estudio nos marque.
    ¿Cómo que no? El objeto de estudio no nos «marca» ningún camino: lo que pasa es que tú estás acostumbrado a usar ciertos conceptos que, como todo concepto, incluye ciertas presuposiciones, y llamas «seguir el camino marcado por el propio objeto de estudio» a lo que no hay razones para pensar que sea otra cosa que «asumir acríticamente la que los conceptos que nos resultan válidos en cierto ámbito son también válidos cuando los aplicamos fuera de ese ámbito» (p.ej., el concepto de orden temporal o causal, como dije más arriba). La navaja de Occam no es más que un recordatorio de que estás haciendo ese supuesto acrítico (como el esclavo que iba diciendo al general romano vencedor: «memento mori»), así que es incluso MÁS necesaria en esos ámbitos que en el «mero nivel físico», donde la fuerza de las refutaciones mediante experimentos suele tener eficacia por sí sola para hacernos abandonar hipótesis descabelladas. Eso sí, los motivos del metafísico para abominar de la aplicación de la navaja de Occam en su terreno son igual de humanamente entendibles que los escrúpulos del creyente en una religión para aplicar el método científico a las respuestas que su religión da a muchas de sus preguntas.
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    • “Ahora entendemos bastante bien que los animales NO buscan la supervivencia (más bien, buscan cosas que, sin que ellos lo sepan, les ayudan a sobrevivir, o al menos a transmitir sus genes).”
      Pensaba que a esos comportamientos se les denominaba, en biología, “mecanismos (o estratégias) de supervivencia”. Cuando la biología se pregunta “¿y por qué los animales desempeñan esas estrategias, a veces con tanto esfuerzo?”, responde: porque buscan su supervivencia. Claro, que para eso se tiene que plantear la pregunta ¿por qué? Es totalmente factible que no lo haga y que avance la mar de cómoda pero sin hacerlo, pero si lo hace tendrá un agujero explicativo a su base.

      “los átomos no necesitan, por supuesto, nada “psicológico” para existir”
      ¿Crees que el conatus spinozista es psicológico, o tiene algo que ver con “tener ganas de existir” (utilizando tu expresión)? Porque nada más lejos de la realidad. El conatus es una tesis metafísica, no psicológica ni volitiva. Remite a algo que presenta todo lo que es sólo por el hecho de ser, y no por ser un tipo concreto de ser.
      “como explicación racional de ciertos fenómenos (que las cosas parezcan tener generalmente algo así como una “tendencia” a mantener su existencia) es incluso menos aceptable que la explicación que daba Ptolomeo a la retrogradación de los planetas.”
      Te plantearé entonces una pregunta: ¿por qué el teclado sobre el que escribo ahora mismo no desaparece de pronto, es decir, por qué no cesa espontáneamente de existir? Si resulta irracional aceptar que un ente persiste en la existencia hasta que una fuerza opuesta vence esa tendencia, entonces resultará racional entender que no lo hace, lo que implica, por simple derivación lógica, que puede dejar de existir en cualquier momento. Pero, por lo general, no aceptamos la aparición y desaparición repentina de lo que existe. Por el contrario, aceptamos que algo que ha conseguido llegar a existir (milagrosamente, al parecer, si no tiene sentido racional preguntarnos cómo lo ha hecho) no dejará de hacerlo hasta que algo lo destruya, ya sea otro cuerpo, o una enfermedad, o cualquier otro fenómeno destructivo. Y la explicación de esa tendencia a persistir que aceptamos es, justamente, el conatus. Ahí tienes tu explicación racional de un hecho cotidiano derivada de la tesis metafísica del conatus. La alternativa, negar el conatus, deriva en la situación irracional de aceptar que mi teclado pueda de pronto desaparecer mientras estoy escribiendo en él.
      Tú rechazas esta tesis considerando que no tiene validez como explicación racional de los fenómenos. Yo creo haberte mostrado ahora mismo que, no sólo la tiene, sino que si no la aceptamos caemos en una situación irracional. Quizá le ocurra lo mismo a muchas de las tesis metafísicas que rechazas del mismo modo con tu afirmación “por desgracia, esa es (en el mejor de los casos) la situación de la inmensa mayoría de las teorías filosóficas”.

      “No estoy hablando de Occam”
      Perdón, tu autodefinición como occamista me despistó. De todos modos, mi alusión a Occam y a los eventos históricos de formulación de la navaja de Occam venía como respuesta a tu incorrección acerca de que la navaja de Occam no es en primera instancia una tesis ontológica. Que lo es, es innegable históricamente hablando. Que después nosotros prefiramos tomar la versión metodológica de esa tesis, porque la ontológica ya no nos interese, es otra cuestión. Pero no hace falta falsear la historia para defender eso. Porque no hay ninguna tradición histórica que haya unido una posición metodológica ya existente con Occam. Hay un tal Guillermo de Occam que, frente al problema de los universales, formuló una tesis que después aceptamos llamar “navaja de Occam” (porque, decían, le afeitaba las barbas a Platón). Si prefieres que nos quedemos con nuestra actual interpretación de la navaja de Occam, perfecto. Pero no digas “No, la navaja de Occam no es una tesis ONTOLÓGICA”, porque estás cometiendo un error de historia. (Por cierto, que me pregunto yo, humildemente, qué derecho tenemos para transformar la tesis original, de carácter ontológico, en una tesis metodológica, y seguir aun así predicándosela a Occam, cuando él nunca la sostuvo así. Si queremos usarla en su versión metodológica, ¿no deberíamos darle otro nombre que no genere errores históricos de este tipo?)

      “El objeto de estudio no nos “marca” ningún camino.”
      No haré caso a lo de “tú estás acostumbrado a usar ciertos conceptos…” porque me parece una acusación gratuita y sin fundamento. Pongamos por caso que quiero explicar por qué el fuego se apaga si lo mojo. Ante un fenómeno físico de ese tipo, que podemos aprehender perceptivamente sin necesidad de interpretarlo todavía, podemos formular varias explicaciones que lo interpreten de un modo u otro. Si digo “el agua apaga el fuego porque el agua es líquida, y todo lo líquido apaga el fuego”, me encontraré con que, si tiro al fuego gasolina, que también es líquida, no sólo no lo apaga sino que lo aviva. Ahí es el objeto de estudio mismo “fuego” el que me está demostrando que mi teoría no es válida. Es decir, me está marcando un nuevo camino de investigación que parte de la tesis “no basta con que algo sea líquido para apagar el fuego”. Y así mi investigación científica avanzará tomando en consideración los datos empíricos que el propio objeto de estudio me impone, y siguiendo los caminos que esos experimentos me marcan.
      Del mismo modo, si, con el ejemplo anterior, intento entender por qué los animales, de forma generalizada, presentan estrategias de supervivencia, es el propio objeto de estudio “animal que presenta estrategias de supervivencia” el que me marca el camino de la investigación que se dirige hacia la causa de ese fenómeno. Si los animales no manifestaran esas estrategias, yo nunca habría llegado a estudiarlas.
      Dicho de otro modo: si mi objeto de estudio no tuviera ciertas características, y fuera de otro modo, yo nunca lo estudiaría como lo hago, sino de otra manera. No se debe estudiar del mismo modo los ciclos atmosféricos que los procesos psicológicos, por ejemplo (aunque esto es algo difícil de aceptar para los que reducen la metodología científica a un único método de investigación, sin aceptar los distintos tipos de ciencia). Y eso es algo que impone el propio objeto de estudio, no nosotros. Popper ya lo decía bien claro en “La lógica de la investigación científica”.

      “…los motivos del metafísico para abominar de la aplicación de la navaja de Occam en su terreno…”
      Si crees que el metafísico abomina de aplicar la navaja de Occam, sinceramente, conoces bastante poco del modo de investigación metafísico. Y probablemente la analogía con la religión sea un síntoma de ello, del mismo modo que parece sintomatizar motivos de tu rechazo a la metafísica más profundos que el simple “no tiene verificación empírica” o “no sirve como explicación racional de los hechos”. Pero aquí soy yo el que está dando el salto lógico y presuponiendo pensamientos en ti, así que no tendré en cuenta esa hipótesis en mis respuestas.

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  12. lo que pretendíamos con este argumento es sustituir la re-presentación por la pura y simple presentación. Y no, por cierto, del ente material que pone el arte (el lienzo, o el libro de la novela), sino del sentido que se encarna en ese ente material.
    Bien, llamémoslo «presentación». El Quijote «presenta» (pero no «representa») las aventuras de don Quijote. Lo que yo digo es que, con independencia del verbo que elijamos, decir que las aventuras de don Quijote son una ficción equivale a decir que no sucedieron, sino que alguien se las imaginó. No veo NECESARIO asumir que las aventuras de don Quijote «tienen algún tipo o grado de realidad». Es más occamiano decir que, igual que los universales no existen, tampoco existen «las aventuras de don Quijote», sino sólo gente que las imagina, que construye ciertas cosas que tú quieres llamar «presentaciones».
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    De lo que se trata es de la posibilidad de interpretar el arte sin remitir a si aquello que muestra existe de verdad o no
    Me parece muy bien. Tú tienes una teoría del arte que te permite afirmar un montón de cosas que incluyes en lo que llamas «interpretar una obra de arte». OK. ¿Debo entender entonces que lo que dices con esa teoría es que «no vamos a decir nada sobre si los hechos que relata una obra literaria de ficción son reales o no, o en qué sentido son reales»? No parece que fuera eso lo que se estaba diciendo en la entrada, pero si resulta que estoy equivocado al interpretar frases como «un alcanzar la realidad efectiva desde un grado inferior de realidad», lo siento. Pero entonces, ¿qué diantres es lo que queríais decir con la frase que acabo de entrecomillar?
    Mi tesis es que NO ES NECESARIO asumir la existencia de «grados (inferiores o superiores) de realidad», seguramente NI SIQUIERA para presentar y justificar el RESTO de las tesis que vuestra teoría sobre las obras literarias pretenda hacer. Tu nueva afirmación (la de que vuestro análisis «no remite a la cuestión de si aquello de lo que habla la obra de arte existe de verdad o no») parece justificar mi último aserto.
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    • “Es más occamiano decir que, igual que los universales no existen, tampoco existen “las aventuras de don Quijote”, sino sólo gente que las imagina, que construye ciertas cosas que tú quieres llamar “presentaciones”.”
      De nuevo, la ecuación ser=existir. Sólo existen, como posición aquí y ahora de un ser, la gente que lee las aventuras del Quijote. Vale. Ahora, por favor, demos un paso más allá y pensemos en el estatuto de ser del Quijote, independientemente de la pregunta acerca de si existe o no.

      “si resulta que estoy equivocado al interpretar frases como “un alcanzar la realidad efectiva desde un grado inferior de realidad”, lo siento. Pero entonces, ¿qué diantres es lo que queríais decir con la frase que acabo de entrecomillar?”
      Muy sencillo. Se trata de hacer un análisis ontológico sobre tipos de seres que pueda servir para explicar la existencia efectiva tal y como la conocemos. Son dos lugares diferentes de investigación (digo lugares por no decir niveles, que parece que lo de los niveles no te parece correcto; aunque yo considero que sí se trata de niveles, porque lo primero es lógicamente anterior a lo segundo). Si entendemos la diferencia ontológica presente entre tu coche y el Quijote, quizá podamos entender, como decía antes, por qué un coche sí puede existir materialmente y el Quijote no. Se trata de hacer una investigación ontológica diferente y previa a la investigación empírica acerca de la existencia o inexistencia. De nuevo, para que esa investigación tenga sentido hay que interesarse en los ¿por qué?, ya que si nos quedamos en el positivo “el coche existe, el Quijote no”, no hay necesidad alguna de plantear una investigación de ese tipo. Y con esto volvemos a la cuestión de la curiosidad intelectual y los vacíos explicativos de las teorías científicas.

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  13. los conocimientos estéticos y metafísicos sí son útiles y sí nos ayudan; pero reconozco que la utilidad que me aportan no es del tipo de la utilidad que el martillo tiene para clavar un clavo
    No estoy hablando de ESE tipo de utilidad. Estoy hablando de si, ante una determinada TESIS formulada por un esteta o por un metafísico, la actitud epistemológica apropiada es:
    a) quitarse el sombrero y decir «macho, tu demostración es cojonuda, no me queda más remedio que aceptar que esa tesis es verdadera» (que es lo que hacemos cuando un matemático demuestra un teorema, aunque sea un teorema que no tenga ni la más mínima utilidad práctica), o bien
    b) decir «es una tesis preciosa, pero vete tú a saber si es verdad lo que dices tú, o lo que dicen otros filósofos sobre el tema, o cualquier otra respuesta alternativa que nadie haya pensado todavía, así que admito su preciosidad pero ante la cuestión de si lo que dices es verdadero o falso, me encojo de hombros».
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    decir que la estética es innecesaria no es ayudarle a la mosca a salir de la botella, es ponerle un tapón a la botella y dejar que se muera dentro
    En ningún momento he dicho que «la estética es innecesaria». Lo que digo es que determinadas afirmaciones que se hacen en filosofía no hay razones suficientes para admitir inevitablemente que son verdaderas, como sí las hay para admitir un teorema matemático o la tabla periódica de los elementos. Pero hay muchísimas cosas en la vida que son cojonudas y no necesitan ser epistémicamente aceptables como un conocimiento (como sí lo son los teoremas matemáticos o los hechos establecidos por la ciencia, o como sí lo son muchísimas de las cosas que sabemos en nuestra vida cotidiana). La estética (entendida como rama de la filosofía, y aún más de la metafísica) está muy bien como está, sin necesidad de que tengamos que CREERNOS lo que dicen los libros de estética.
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    te agradeceríamos prescindir de expresiones del tipo “pajas mentales”
    Tomo nota. Pero sinceramente no sé si la alternativa será mejor
    😉

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    • “…es lo que hacemos cuando un matemático demuestra un teorema, aunque sea un teorema que no tenga ni la más mínima utilidad práctica.”
      Responder a esto me lleva a una cuestión completamente diferente a la que estamos tratando, porque implica atender a los diferentes niveles de la lógica investigadora, a la pregunta acerca del cierre de toda demostración lógica, también a la cuestión de si hay tesis autoevidentes o no, etc. Ya he mencionado antes algo de esto. Como tú mismo sacaste a Wittgenstein a colación a partir de nuestra publicación, te remito a su “Sobre la certeza” para completar lo que aquí brevemente pueda decir.
      En esencia, lo que creo determinante subrayar es que no toda verdad depende de una demostración argumentativa. Y ello porque la misma demostración argumentativa parte de sostener tesis como verdaderas que no están demostradas. Hay por tanto dos niveles de verdad (y aquí sí necesito el término “nivel” porque lo son estrictamente): el nivel predicativo, en el que lo verdadero es lo demostrado lógica, argumentativa, deductiva o empíricamente, en resumen, donde la verdad de la conclusión depende de la verdad de las premisas (sea el camino que va de unas a la otra del tipo que sea); y el nivel antepredicativo, donde la verdad de una tesis no requiere de la verdad de ninguna anterior. Las verdades antepredicativas son las que sostienen lógicamente a las verdades predicativas (esto tiene relación con aquello del “principio” y de la causa lógica o física de algo). Siendo esto así, nos tenemos que preguntar cómo conocemos la verdad de las verdades antepredicativas. ¿Se autoimpone, como tú dices que se nos impone aceptar como verdaderos ciertos teoremas matemáticos? No lo creo, sinceramente. Creo que, de cara a dificultades futuras, la explicación de que son verdaderas por convención, esto es, porque hemos decidido aceptarlas como verdaderas dada su mayor utilidad científica, es más apropiada. De lo contrario, ¿dónde ponemos el límite de la verdad autoimpuesta? Y, sobre todo, si tú dices que algo, sea lo que sea, se te autoimpone como verdadero, y yo digo que no, ¿cómo nos convencemos el uno al otro?, ¿a martillazos? Creo que la opción de la convención decisional es más oportuna de cara a la posibilidad de la discusión intersubjetiva.

      “En ningún momento he dicho que “la estética es innecesaria”.
      Te cito a ti mismo: “Yo no digo que deba “prohibirse” plantear esas preguntas. Digo que no es NECESARIO plantearlas.”

      “Lo que digo es que determinadas afirmaciones que se hacen en filosofía no hay razones suficientes para admitir inevitablemente que son verdaderas, como sí las hay para admitir un teorema matemático o la tabla periódica de los elementos. Pero hay muchísimas cosas en la vida que son cojonudas y no necesitan ser epistémicamente aceptables como un conocimiento.”
      Perfecto, en ello también estamos de acuerdo. Pero entonces, ¿no tenemos que estudiarlas? ¿No podemos intentar racionalizarlas, a ver si en algún momento llegamos a hacerlas verdaderas?

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  14. Hola

    Esas “propiedades muy diferentes” son precisamente propiedades ontológicas, de tipo de ser. Porque lo que diferencia al número 7 y al coche, teniendo en cuenta que ambos existen, es el tipo de seres que son: uno material, el otro inmaterial.
    No entiendo qué quieres decir con «propiedad de tipo ontológico»: a mí me explicaron en la carrera que «ontológico» quiere decir «relativo al ser en cuanto ser», es decir, el estudio de aquello que caracteriza a TODO ente POR ser ente. Por supuesto, hay muchos tipos de entes: hay entes bajitos y entes pobretones, entes alargados y entes aburridos. Pero ser bajito o ser aburrido son propiedades que algunos entes tendrán y otros no, y por lo tanto, no son propiedades «del ente en cuanto ente». De la misma manera, ser material o ser inmaterial tampoco son «propiedades del ente en cuanto ente», y por lo tanto, tampoco son «ontológicas» (salvo en el sentido trivial de que TODA propiedad sirve para definir un «tipo de ente»: los entes que tienen esa propiedad). Tiene el mismo poco sentido decir que «ser rubio» y «girar en órbita a un planeta» indican «modos distintos de existir», como decir que lo indican «ser material» o «ser inmaterial». Lo que tienen en común Gwineth Paltrow, la luna, una barra de pan y el número siete es que existen, pero luego cada uno de ellos tiene propiedades distintas a los demás. E igual que «ser material» significa lo mismo en el caso de la luna y de la barra de pan (p.ej.), aunque sean muy distintas en otros respectos, también «existir» significa lo mismo en el caso de la luna y el número siete (aunque luego cada uno tenga propiedades muy distintas).
    Además, recuerda que existir (al menos de acuerdo con Kant) NO ES UNA PROPIEDAD (como lo son «ser de oro», o «ser múltiplo de 4»); lo que hacemos al atribuir a algo la existencia NO ES EL MISMO TIPO DE COSA que hacemos al atribuirle una propiedad. En lógica esto se ve mucho más claro: la existencia la atribuye el cuantificador, no el predicado. Decir que «hay varios tipos de existencia» implicaría algo así como que «existen varios tipos de cuantificador existencial», lo que, sencillamente, no veo muy bien qué querría decir.
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    te falta ahora, como diría Wittgenstein, explicar por qué, si sólo se existe de una manera, unos entes son de un tipo y otros de otro
    ¿Cuál es el problema? También los seres materiales son todos ellos materiales en el mismo sentido, pero unos son de una manera y otros son de otra. De todas formas, la diferencia entre existencia (como aquello atribuido por un cuantificador existencial) y propiedades (como aquello atribuido por un predicado) disuelve esa pregunta: qué propiedades tenga cada cosa (que predicados es correcto atribuirle) es una cuestión COMPLETAMENTE DISTINTA a si la cosa existe o no.
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    Por otro lado, creo que tu réplica ilumina uno de los errores que estoy achancando al «pensamiento metafísico»: jugar con la ambigüedad de los términos. ¿Qué diantres quiere decir exactamente eso de «existir de una manera o de otra manera»? Puede querer decir al menos dos cosas:
    a) que «existir» tiene varios significados (que es lo que yo niego)
    b) que «existir» tiene siempre el mismo significado, pero las cosas que existen pueden tener propiedades distintas las unas de las otras (y en ese sentido, podemos decir «grosso modo» que cada una «existe de una manera» distinta, igual que unos existimos de modo rubio, otros existimos de modo castaño, otros de modo pelirrojo, etc.)
    Tu objeción intenta hacerme decir «a» cuando lo que estoy diciendo es «b».
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    • «No entiendo qué quieres decir con “propiedad de tipo ontológico”: a mí me explicaron en la carrera que “ontológico” quiere decir “relativo al ser en cuanto ser”, es decir, el estudio de aquello que caracteriza a TODO ente POR ser ente.»
      Es una lástima que te explicaran eso, la verdad, cuando Aristóteles, Kant y Heidegger son bien claros al respecto. Hay una diferencia entre metafísica y ontología. La metafísica es la ciencia del ser en cuanto ser, como bien planteas. De manera que las propiedades metafísicas de un ente, las estrictamente metafísicas, hacen referencia a su naturaleza de «ser», como por ejemplo el hecho de que todo ente siempre es un «ser-algo». La ontología, en cambio, es la ciencia de los entes. Para entender qué es la ciencia de los entes hay que manejar la distinción kantiana (que él toma de los medievales, pero que, a mi gusto, él maneja mucho mejor) entre ontologías regionales y la ontología general o universal. Efectivamente, como bien dices, hay diferentes tipos de entes, y cada uno es estudiado por una ontología regional concreta: la física estudia el ente físico, la biología el ente biológico, y así sucesivamente. Pero lo que se le escapa a todas esas ontologías regionales precisamente por su carácter regional es el estudio de la distinción en sí entre tipos de entes, es decir, el análisis de qué diferencia al ente físico del biológico. Porque la biología acota su estudio al ente biológico, y cuando compara al biológico con el físico, y se pregunta, por ejemplo, si debe estudiar a la roca o no, ya no es biología, es ontología.
      Y dirás, perfectamente: la distinción entre tipos de entes regionales no necesita de estudio ni explicación, se da, la tomamos como tal y partimos de ella. Muy bien, quien acepte esa opción puede tomarla como posición metódica de su investigación. A mí, por ejemplo, comprobar que hay una diferencia ontológica que provoca que un ente sea físico y no biológico me lleva a preguntarme por aquello que produce esa diferencia; y no darle respuesta a esa pregunta es crear uno de esos vacíos explicativos que te mencionaba. Por supuesto, es mucho más difícil, y arrastra muchos más problemas, adentrarse en esa investigación; es mucho más simple metodológicamente hablando partir de la distinción como un hecho que no requiere explicación dada su imposición. Pero yo, ante una posición así, no puedo permanecer impasible porque siento que se me está tomando el pelo, y que se me quiere hacer pasar por completa una teoría explicativa que deja deliberadamente cosas sin explicar.

      «Decir que “hay varios tipos de existencia” implicaría algo así como que “existen varios tipos de cuantificador existencial”, lo que, sencillamente, no veo muy bien qué querría decir.»
      Lo de que hay varios tipos de existencia viene de la diferencia ontológica de la que hablaba antes. Porque existir, sí, es poner el ente; pero da la casualidad de que, una vez puestos, unos entes son capaces de atropellarte y otros no, o unos entes son capaces de procesos vitales y otros permanecen inertes. A eso es a lo que llamo «distinto modo de existir»: a las consecuencias que tiene para la existencia el distinto tipo ontológico al que pertenezca el ente en cuestión. Si te parece algo que lleva a confusión, porque puede hacernos olvidar el en qué consiste el existir como tal, yo te pido que, una vez dirimida la confusión, entiendas la expresión partiendo de que tiene en cuenta esa definición estricta del existir.

      «…qué propiedades tenga cada cosa (que predicados es correcto atribuirle) es una cuestión COMPLETAMENTE DISTINTA a si la cosa existe o no.»
      Bueno, después unas cinco veces insistiendo en el tema, parece que por fin hemos llegado al acuerdo de que ser y existir son cosas completamente diferentes. Ahora, que ser conscientes de esa distinción disuelva la pregunta acerca de las implicaciones que la distinción ontológica entre diferentes tipos de seres tiene en la existencia, eso es algo de otro cantar. Me dices «¿cuál es el problema?». Y yo te digo: justamente, que hay problema. Que hay una pregunta sin respuesta. Que decir: se da la distinción entre entes materiales e inmateriales, sin que sea necesario estudiar nada más antes de ella porque es un hecho dado; eso es ya una respuesta por omisión a la pregunta, respuesta negativa dirían los medievales por responder sosteniendo que no hace falta respuesta alguna. Yo, insisto, considero que eso es dejar un vacío explicativo. Me da igual que abrir esa puerta sea abrir la caja de los demonios, y que me caiga en ella por los siglos de los siglos; al menos me habré caído sabiendo que he respetado en todo momento las exigencias lógicas de la investigación, y que en ningún momento he dejado de avanzar un paso porque darlo supusiera entrar en el terreno en el que ya no hay razones ni a favor ni en contra (cosa que es muy discutible).

      «Tu objeción intenta hacerme decir “a” cuando lo que estoy diciendo es “b”.»
      En ningún momento te he adscrito la posición que formulas como «que “existir” tiene varios significados». De hecho, he insistido continuamente en que lo que es distinto es el tipo de ser, y que es tiene implicaciones en la existencia, pero que la existencia es la misma. Creo que con lo que he dicho antes ya queda clara esta respuesta. Decir «diferentes modos de existir» hace referencia a las consecuencias que tiene en la existencia la diferencia ontológica entre los seres que existen o no. Hay seres (los contradictorios) que por su mismo tipo de ser es imposible que existan. Otros (los necesarios) que implican su existencia por su mismo tipo de ser (quedando pendiente, como decía Brentano, comprobar empíricamente que haya algún ser de ese tipo). La existencia de algunos seres tiene ciertas circunstancias derivadas de su ser material, y la de otros tiene otras circunstancias propias de su ser inmaterial. Eso es lo que permite hablar de «distintos tipos de existencia». Si, en aras de la exactitud terminológica, prefieres sustituir «distintos tipos/modos de existencia» por algo así como «una misma existencia de distintos tipos ontológicos», acepto la enmienda, aunque honestamente considero que una expresión de ese tipo es mucho más rebuscada que la anterior.

      Sinceramente, no hace falta que insistas en la crítica a la búsqueda de la ambigüedad, al placer por la profundidad terminológica, a la pretensión de un conocimiento metafórico, etc. Me resultan igualmente despreciables, y por eso los rechazo exactamente igual que tú (aunque quizá no con tanta vehemencia).

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      • La alternativa, negar el conatus, deriva en la situación irracional de aceptar que mi teclado pueda de pronto desaparecer mientras estoy escribiendo en él.
        Que los teclados aparezcan y desaparezcan, o no lo hagan, es una cuestión puramente empírica. Muchas partículas subatómicas hacen precisamente eso, aparecer y desaparecer aleatoriamente. Vivimos en un mundo donde las regularidades físicas son tales que los agregados más o menos grandes de partículas subatómicas no aparecen y desaparecen aleatoriamente, pero, por poder, el universo podría ser de otra manera (claro, que en un universo así no existirían animalitos como nosotros, pero habría otras cosas). Por otro lado, el «conatus» explica la persistencia de la materia exactamente de la misma manera que la «virtus dormitiva» de Molière explicaba por qué el opio daba sueño: de ninguna manera en absoluto, salvo poniendo un nombre en latín que suena muy bien.
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        tu incorrección acerca de que la navaja de Occam no es en primera instancia una tesis ontológica. Que lo es, es innegable históricamente hablando.
        Insisto: cuando hablo de la «navaja de Occam» no hablo de las teorías ontológicas de Occam, sino de un tipo de argumento al que lo podemos llamar como nos dé la gana (también «principio de parsimonia», o «principio de simplicidad»). Qué decía Occam sobre qué cosas existían y cuáles no me importa lo mismo que qué desayunaba los días de vigilia.
        Pero aún así, sigo pensando que lo que OCCAM hacía eran DOS cosas:
        1) usar un cierto tipo de argumentación
        2) sacar ciertas consecuencias a partir de la aplicación de ese esquema argumentativo.
        No veo ninguna razón para no separar las dos cosas, en la medida en que 1 puede ser aplicado a millones de casos distintos de los que le interesaban al bueno de Occam. Es como decir que, por el hecho de que Newton descubrió la fórmula del «binomio de Newton» para resolver ciertos problemas de física, el binomio de Newton es una ley física, no una fórmula matemática.
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        No haré caso a lo de “tú estás acostumbrado a usar ciertos conceptos…” porque me parece una acusación gratuita y sin fundamento
        No es una acusación, y no es personal (pese al «tú»). Es un «tú» impersonal, como podría decir «estamos». Me parece una condición humana bastante habitual: nos tomamos demasiado en serio nuestros conceptos porque en determinados ámbitos nos funcionan bien, y creemos que serán igual de válidos al aplicarlos a otros ámbitos. En las ciencias empíricas, los experimentos y las observaciones se encargan de avisarnos cuando nos estamos excediendo en nuestras ilusiones de aplicar tales o cuales conceptos. En lógica y matemáticas, es el rigor formal de las demostraciones el que se encarga de marcarnos los límites y no dejar que nos creamos que hemos «demostrado» algo si no podemos establecer todos los pasos de la prueba con toda claridad. En metafísica, en cambio, nada pone los límites, salvo el escepticismo del pensador, que a menudo se deja llevar por la ilusión que se hace haber descubierto una teoría que le parece maravillosa.
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        Ahí es el objeto de estudio mismo “fuego” el que me está demostrando que mi teoría no es válida
        Pero lo hace a través de las regularidades empíricas que observas en la naturaleza. No lo puedes averiguar simplemente «contemplando» el «concepto» de «fuego» y especulando metafísicamente sobre sus propiedades. En matemática no hay observaciones empíricas que valgan, pero a cambio tienes las condiciones formales establecidas en las definiciones (p.ej. la definición de «derivada»), y la validez lógica de los pasos deductivos. En cambio, sobre «objetos de estudio» tales como «existir», «ser», «idea», «necesidad», etc., etc., no hay señales claras que nos avisen de cuándo nos hemos alejado de la verdad y estamos comenzando a delirar. Por eso no me creo los «argumentos metafísicos», por muy bien que suenen algunas veces.
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        conoces bastante poco del modo de investigación metafísico
        No lo dudo. Pero es que con la caña que me dieron Félix Duque y Ángel Gabilondo (entre otros) con el Marzoa (y cosas así), no me quedaron ganas de conocerlo más profundamente que lo que lo conocí gracias a eso. Lo que sí sé es que los matemáticos también hablan de cosas muy abstractas, pero lo que dicen lo demuestran, y los demás matemáticos siguen los pasos de las demostraciones y dicen «OK» (algunas veces hay alguna polémica, pero las menos). En cambio, no he encontrado ninguna demostración lógicamente aceptable (es decir, no basada en peticiones de principio o en ambigüedades) en los libros de metafísica, como las encuentro a espuertas en los libros de matemáticas. La metafísica se parece en eso más bien a otras ramas de las humanidades, como los «estudios culturales» ahora tan de moda, en donde unos autores defienden unas tesis y otros autores las contrarias, sin que parezca que puedan llegar a ponerse de acuerdo ni siquiera en un marco mínimo de hechos que estén fuera de toda duda (vamos, que, como decía Kant, «la metafísica no ha emprendido el camino seguro de una ciencia»).
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  15. Nosotros hablamos de que el unicornio “es” algo, y de que por ser algo existe de alguna manera, aunque no por supuesto a la manera como existe el caballo. Existe como ficción, es decir, como algo que no necesita existir aquí y ahora para ser lo que es.
    Hay una confusión cuando dices «el unicornio». Piensa en cuando dices «el caballo»: ¿a qué te refieres?, ¿a un caballo en particular, que nació tal día y pesa tantos kilos?, o ¿a «El Caballo», como concepto, esencia, idea platónica, o lo que sea, pero NO un caballo de carne y hueso?. Yo hablo de seres concretos, particulares, ESTE caballo, AQUEL perro. Y digo que LOS unicornios no existen, o que EL unicornio del que hablan en tal o cual novela no existe. Por supuesto, existe el CONCEPTO de unicornio (incluso el concepto de ESE unicornio que sale en ESA novela, como existe el concepto de Vicky el Vikingo o el de Don Quijote), si bien, como te dije, no tengo claro cuál puede ser la «naturaleza» de los conceptos (porque no creo que tengamos ninguna forma de aclarar esa cuestión definitivamente, y siempre me quedará la sospecha de que cualquier cosa demasiado detallada y profunda que digamos sobre lo que los conceptos «son», será al fin y al cabo una mera simplificación con muchos fallos). Me parece, eso sí, considerar que existir, lo que se dice existir, existen al menos DOS tipos de cosas a las que se suele mezclar injustificadamente al hablar de «conceptos»:
    a) ciertos procesos mentales (que, como tales, son parte del mundo físico, configuraciones de nuestros estados neuronales); estos procesos pueden estar apoyadas en otros objetos o procesos físicos (sonidos, escritos, cuadros, películas, etc.). Estos objetos físicos, cerebrales o externos, los podemos usar para llevar a cabo el tipo de proceso cognitivo que llamamos «referirnos a Obama» o para «referirnos a Vicky el Vikingo». Yo, a lo que hacemos con ese proceso, lo llamaría «representarnos a» Obama o a Vicky, pero si a ti no te gusta lo de «representar», pues usemos otro término.
    b) ciertas estructuras matemáticas (aunque «estructura matemática» es para mí un oxímoron: la matemática es el estudio de las estructuras; digamos que uso «estructura» en el sentido matemático del término), o algoritmos (con el grado de complejidad que sea): la información en bits que sería necesaria para codificar la definición de ese concepto. (Por supuesto, en la mayoría de los casos nunca podemos estar seguros de si lo que nos parece un mismo concepto en dos casos distintos es realmente el mismo, en este sentido; bueno, para el caso, lo mismo sucede con los estados mentales, pinturas, etc.).

    Pues bien, lo que digo es que, mientras que en el caso de los entes físicamente existentes (como Obama), tenemos TRES cosas:
    1) nuestro proceso cognitivo biológicamente real al pensar en Obama
    2) la información matemática, o el algoritmo, que sería equivalente al concepto de «Obama», o a Obama, y
    3) Obama de carne y hueso
    En el caso de los personajes de ficción SÓLO TENEMOS DOS COSAS, 1 y 2. Vicky el Vikingo NO EXISTE, lo que existe es EL CONCEPTO de Vicky el Vikingo (como estructura matemática), nuestros procesos mentales y los dibujos, películas y libros en los que «sale» algo a lo que llamamos «Vicky el Vikingo»
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    • “Me parece, eso sí, considerar que existir, lo que se dice existir, existen al menos DOS tipos de cosas a las que se suele mezclar injustificadamente al hablar de “conceptos”.”
      De nuevo confundes aquí ser y existir, a pesar de que después insistas en que distingues claramente entre ellos (luego te responderé en ese punto). Porque empiezas preguntándome “Piensa en cuando dices “el caballo”: ¿a qué te refieres?”, y derivas inmediatamente después a la cuestión de la existencia o no de aquello a lo que se refiere el término “caballo”.
      Aun con todo, pasando por alto este problema, voy a establecerme por un momento como distinción válida los dos únicos tipos de seres que aceptas como conceptos. Respecto al primero, procesos físicos cerebrales que efectivamente existen como tales, no es oportuno aceptar como sinónimos (como literalmente hace tu argumentación) “procesos mentales” y “procesos cerebrales”. Una neurona no piensa, una conexión eléctrica entre neuronas no es un pensamiento. Pensamiento es el epifenómeno que se produce en esa conexión eléctrica, pero no ella misma (y que conste que utilizo el término de epifenómeno por simple comodidad de discusión, ya que me resulta un término insoportable además de incorrecto: un fenómeno o lo es, o no lo es, pero en absoluto puede ser epi-fenómeno; eso es como decir que una mesa es casi-mesa). Así que un proceso cerebral no puede representarse nada; es lo que es, físicamente dado, y físicamente explicable. Es el proceso mental generado en él, y que sin él no sería nada, el que se representa algo (tampoco aquí el término “representar” es adecuado, como toda la psicología cognitiva actual ha tenido que aprender a la fuerza de, maravilla, Husserl; si decimos que mentalmente nos re-presentamos la realidad estamos afirmando que tenemos acceso a una realidad anterior a esa representación que no nos representamos, sino que nos presentamos, y esto no ocurre nunca en absoluto bajo ningún término, puesto que todo acceso a la realidad es a través de la (re)presentación mental que poseemos de ella). Si tienes esto en cuenta, es decir, si partes de que lo físico sólo ejecuta procesos físicos, y nada más, ello te fuerza a sostener que los procesos mentales con los que pensamos y describimos lo físico no son, ellos mismos físicos.
      Y con ello llego al segundo tipo de seres que aceptas como conceptos: ciertas estructuras matemáticas o algoritmos que codifican la información que define el concepto. En aras de la simplicidad, y aprendiendo de Frege (al que tengo bien estudiado, la verdad), a eso que tú llamas tan complicadamante “la información en bits que sería necesaria para codificar la definición de ese concepto”, yo lo llamo “sentido”. Porque esa información no es ni más ni menos que el sentido del concepto, lo que decimos, o pensamos, o nos representamos (se diga como se quiera decir), cuando usamos un concepto.
      Confieso que el uso del adjetivo “matemático” en tu formulación me resulta intrigante. ¿Sólo aceptas ese “bit de información” en relación a las entidades matemáticas? ¿O también aceptarías, por ejemplo, que existe un sentido del concepto “mesa”, que es el que nos permite decir “esto es una mesa”? Teniendo en cuenta tu afirmación “yo hablo de seres concretos, particulares, ESTE caballo, AQUEL perro”, presupongo (a la espera por supuesto de tu confirmación o negación de mi presuposición) que sostienes que ese concepto de mesa no es nada diferente a las representaciones de las mesas particulares, ya que sólo esas mesas particulares existen. Bien, si esto es así, entonces, por ello mismo, no sólo esas mesas particulares existen; también existe la representación mental de esas mesas particulares. Como el bueno de Occam decía, no es necesario sostener que exista en la realidad una mesa universal, porque basta con aceptar la existencia de una representación mental particular que nosotros universalizamos (navaja de Occam, la buena, la verdadera). Pero, entonces, al menos hay que aceptar que existe esa representación mental existe tanto como las mesas particulares, porque si no nosotros no tendríamos esa representación mental (no podríamos tenerla si no existe en nuestra mente).
      Sobre esta base, quiero pensar que aceptarías, en ese segundo tipo de seres que aceptas como conceptos, también las representaciones mentales que nosotros manejamos como conceptos en campos externos a la matemática (de ahí que te sea posible hablar del bit de información de Obama); o, dicho más simple y llanamente, de nuevo, lo que Frege llamaba “sentidos”. Si esto es así, te doy la bienvenida a la metafísica de Husserl: a eso que Frege llamaba “sentido”, a lo que los lingüistas entienden como “significado” de los “significantes”, al concepto de 7, es a lo que Husserl llama “ente virtual”. Lo de virtual, como ya dije, viene de que no es material, y como la física vinculaba en su momento real con material, Husserl se vio obligado a utilizar el término “virtual”. Más allá de la discusión por las palabras, lo que importa es que hay un tipo de seres, a esos que, digo, creo, tú llamas “estructuras matemáticas”, que existen en nuestra mente, y que nosotros usamos para referirnos tanto a entes materiales (Obama de carne y hueso) como inmateriales (Vicky el vikingo).

      “En el caso de los personajes de ficción SÓLO TENEMOS DOS COSAS, 1 y 2. Vicky el Vikingo NO EXISTE, lo que existe es EL CONCEPTO de Vicky el Vikingo.”
      Totalmente de acuerdo. Ahora, después de esa aclaración explícita, volvamos a la discusión de qué es el concepto de Vicky el vickingo, y dejemos, por favor, de una vez la de si existe o no existe. Porque de lo que yo he estado hablando en todo momento (y de ahí mi insistencia en separar ser y existir) es de eso, de lo que los conceptos son, lo que tú llamas la “naturaleza” de los conceptos. Yo tampoco tengo muy claro, como tú, si podremos definitivamente llegar a formular una tesis científica acerca de esa naturaleza; pero, al menos, me esfuerzo en encontrar una respuesta una y otra vez, porque, si no, me quedará el vacío explicativo que responde a la pregunta: ¿qué es un concepto? (porque, como enseñaba Platón, decir “esto, y esto, y esto, y esto son conceptos” no responde a la pregunta “qué es un concepto”).

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  16. con ello subraya la diferencia entre ser y existir, planteando la pregunta de cómo narices explicamos que unos seres que son pero no existen puedan llegar a existir, y otros que también son sin existir no lo hagan.
    Mi ontología hace una definición muy precisa entre «ser» y «existir»: existir es lo que es atribuido por el cuantificador existencial; ser es la relación entre un objeto y sus propiedades (o relaciones). Los objetos que no existen, no existen, y por lo tanto, no «son» nada (no porque «ser sea lo mismo que existir», sino porque para que algo sea algo, es condición NECESARIA que exista; insisto, dentro de mi ontología, que me parece absolutamente más simple que la que pareces defender tú, y que no lleva a ninguno de los problemas que me hacen no sentirme atraído por ella). P.ej., cuando decimos que Vicky el Vikingo es un vikingo, evidentemente lo que estamos haciendo es hablar de manera no literal, no estamos diciendo «EXISTE un ser humano de carne y hueso que se llama Vicky, es vikingo, y del que trata una conocida serie de dibujos animados»; más bien estamos diciendo que «hay una serie de dibujos animados que trata de un niño, que en realidad no existe, y del que dice que era vikingo». Obviamente, decimos «Vicky es un vikingo» por abreviar, pero tenemos perfectamente claro que lo que queremos decir es que LA SERIE DICE ESO, no que sea verdad literalmente (y «verdad literalmente» es el único sentido que acepto de «verdad»; lo contrario de «verdad literal» son diferentes tipos de falsedad).
    Por lo tanto, mi ontología me permite no perderme en lo que me parecen meros pseudoproblemas, como el de «cómo un ser que es pero no existe puede llegar a existir», pues no admite que haya cosas que «sean pero no existen» (aunque, como digo, la ontología deja perfectamente clara la diferencia entre ser y existir).

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    • “ser es la relación entre un objeto y sus propiedades (o relaciones)”
      Totalmente de acuerdo, si incluyes dentro de esas propiedades la de “ser” a secas (y no la de existir, que por supuesto no es una propiedad). Porque para que un objeto «sea algo» (verde, grande, rugoso, material, mental…), primero debe simplemente «ser». Y con eso ya tienes un nuevo campo de estudio: el estudio del ser, no como la relación de algo con sus propiedades, sino como el simple darse de algo, entendiendo ese darse no como existir, claro está, sino como el simple y llano “ser” que es puesto luego o no en el existir. A esto se refería Aristóteles con lo de “el ser se dice de muchas formas distintas”. Si reduces el hecho de «ser» a la mera relación entre algo y sus propiedades, entonces no explicas el simple darse del objeto que permite la relación con sus propiedades: si el objeto no «es», entonces es nada, y no puede ni siquiera tener propiedades.

      “Los objetos que no existen, no existen, y por lo tanto, no “son” nada (no porque “ser sea lo mismo que existir”, sino porque para que algo sea algo, es condición NECESARIA que exista.”
      Falso. El unicornio ES un animal con forma de caballo y un cuerno en la frente. O, utilizando tus expresiones, el objeto “unicornio” se relaciona con las propiedades “forma de caballo” y “cuerno en la frente”. No requiere por tanto en absoluto del existir de verdad para ser lo que es. Tu ontología, por ser más simple, presenta errores de explicación.
      Aunque tampoco creo que sea tan simple tu ontología. Porque, sinceramente, me resulta muy rebuscado sostener que decir “Vicky es un vikingo” es una manera no literal de decir que existe una serie que habla de un vikingo que no existe y que dice cosas de él”, todo ello para evitar poder hablar del «ser algo» antes de si eso que es algo existe o no. Para esto en concreto, “mi” ontología (por simplificar la oración, ¡ojalá la hubiera formulado yo de modo original!) es mucho más simple que la tuya. La mía me permite decir “Vicky es un vikingo”, sin pretensión ninguna de que esa proposición tenga pretensión de ser juzgada como un juicio existencial, sino simplemente como una descripción ontológica.

      “decimos “Vicky es un vikingo” por abreviar, pero tenemos perfectamente claro que lo que queremos decir es que LA SERIE DICE ESO, no que sea verdad literalmente.”
      ¿Entonces la proposición “Vicky es un vikingo” es falsa? Si el sentido de “Vicky” es el concepto de un niño vikingo, entonces la proposición “Vicky es un vikingo” es verdadera. La que es falsa es la proposición “Existe un niño que se llama Vicky y que es vikingo” allí donde el “existe” se refiere al modo como existen los niños, es decir, materialmente, y no cuando el “existe” se refiere al concepto de Vicky. Pero fíjate que las proposiciones “Vicky es un vikingo” y “Existe un niño que se llama Vicky y que es vikingo” son lógicamente diferentes e inequivalentes. No formulan en absoluto el mismo sentido. De nuevo, el error de considerar estas dos proposiciones como lógicamente equivalentes deriva de una ontología simple como la que sostienes.

      “no admite que haya cosas que “sean pero no existen” (aunque, como digo, la ontología deja perfectamente clara la diferencia entre ser y existir).”
      Falso. Si no acepta que haya cosas que son pero no existen (como el unicornio, o Vicky el vikingo), no diferencia entre ser y existir. Ahora, de tus definiciones explícitas de ser y existir no se sigue, como creo haber mostrado, la necesidad de negar que haya seres que son algo sin existir. Si sigues pensando que es así, te ruego por favor que me lo demuestres, porque con los argumentos que te he planteado aquí yo no puedo más que verme forzado (literalmente hablando) a sostener lo contrario.

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  17. Frege con su “Sentido y referencia”, etc. etc.
    Precisamente Frege es el que establece de manera precisa e inequívoca la diferencia entre ser (o predicación) y existir (o cuantificación existencial), que te recomiendo más encarecidamente aún que tú a mí lo de «sentido y referencia» (distinción esta que se refiere a dos tipos de relaciones que puede haber entre un concepto y un objeto, no entre «entes de ficción»,… como te digo, no tengo ningún problema en aceptar la existencia de ambas cosas -objetos materiales y conceptos-; lo que la teoría de Frege no hace necesario de ningún modo es hablar de «grados» o «tipos» de existencia: los conceptos, como los números y las piedras, existen con el ÚNICO sentido de «existir» que enseña Frege: el de lo que dice el cuantificador existencial).
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    plantéate la pregunta: si no es verdadero, ¿entonces tiene necesariamente que ser falso?
    Por supuesto. «Falso» significa «no verdadero». Naturalmente, hay frases ambiguas, lo que quiere decir que son verdaderas bajo una interpretación pero falsas bajo otras. Pero dada una interpretación, cada frase declarativa o es verdadera, o es falsa (o no tiene sentido). Si es «aproximadamente verdadera» o «metafóricamente verdadera», lo que queremos decir es que LITERALMENTE es falsa, pero lo que dice es lo bastante parecido a alguna verdad como para que sea interesante usar esa frase en algunos contextos.
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    Quizá la lógica platónica del “o blanco o negro” de la que procede la lógica “o verdadero o falso” no sea tan omniabarcante como se ha creído que es
    Quizá, pero mientras no tenga una prueba tan contundente como la del teorema de Pitágoras para aceptar lo contrario, no veo por qué abandonar esa idea tan fabulosa.
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    Te recomiendo la lectura de “Ser y diálogo” de Felipe Martínez Marzoa.
    Tuve que estudiarme durante cinco años una y otra vez su «Historia de la Filosofía», y te aseguro que se me quitaron las ganas de Marzoa para toda la eternidad.
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    intentaremos exponer la necesidad que tenemos de postular la existencia de seres inmateriales para explicar nuestro comportamiento con la realidad
    Lo espero ansioso: pero fijaos bien en la palabra NECESIDAD. Mientras lo mostréis sólo como una alternativa curiosa, interesante, que parece resolver algún que otro problemilla que no está claro ni siquiera que sea un problema si uno no acepta todas vuestras presuposiciones… hasta entonces no habréis mostrado la NECESIDAD.

    Por otro lado, el tema me apasiona: ya he dicho que admito la existencia de entidades «inmateriales» (más sobre ello después), como el número siete, los algoritmos, las estructuras matemáticas, etc., y me parece una pregunta la mar de interesante y profunda la de CÓMO diantres nos las apañamos los humanos para
    1) AVERIGUAR cosas sobre esas entidades, y
    2) UTILIZAR nuestros conocimientos sobre esas entidades para hacer y decir cosas sobre las entidades materiales (o lo que sea),
    mientras que mi gato o un mandril, los pobres, no son capaces de averiguar nada de eso, cuando su cerebro es mucho más parecido al mío que al de una araña. ¿Tiene vuestra teoría algo que decir sobre esta cuestión, o se va a quedar en meras elucubraciones? Yo os aseguro que no tengo ni la más remota idea de la respuesta, ni de cómo avanzar hacia ella, pero prefiero mirar de frente al problema en lugar de consolarme inventando una metafísica abstrusa que me quita el mono sólo a base de resolver algunos de los pseudoproblemas que ella misma ha creado.
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    • “distinción esta que se refiere a dos tipos de relaciones que puede haber entre un concepto y un objeto, no entre “entes de ficción”,…”
      Si el ente de ficción es un concepto, entonces la relación sentido-referencia también es válida para él, justamente se da con el valor negativo de la falsedad: el ente de ficción, como sentido, carece de referente en el mundo físico.

      “lo que la teoría de Frege no hace necesario de ningún modo es hablar de “grados” o “tipos” de existencia.”
      La simple distinción entre sentido y referencia ya implica una distinción entre tipos de existencia: unas cosas existen como sentidos, y otras cosas existen como referentes. Para los referentes, el existir es la posición del sentido en la realidad. Para los sentidos, que son lo puesto en la realidad, existir debe ser algo totalmente diferente. Como ves, ya simplemente intentando entender adecuadamente la distinción sentido-referencia, y formulando todas las preguntas que podemos formular sobre ella, surgen los vacíos explicativos que tú, según me dices, no llegas a ver: si la única existencia que acepta Frege, como dices (yo no estoy en absoluto de acuerdo por lo que diré a continuación), es la del cuantificador existencial, que se refiere precisamente a la posición en la realidad de algo, ¿cómo podemos hablar de los sentidos, si estos, según esa definición, no existen? ¿Qué término utilizaremos para referirnos al tipo de seres que son los sentidos, que no existen en tanto que sentidos, sino en tanto que referentes? ¿Quizá los llamaremos “virtuales”, y entonces diremos que tienen una existencia virtual? ¿Los llamaremos conceptos, diciendo que tienen una existencia abstracta o conceptual? También es posible la alternativa, que maneja la actual semántica pragmática, de quedarse con el nombre “sentido”, y aceptar la existencia semántica de algo, diferente a su existencia práctica. No planteo estas preguntas para responderlas, lo hago para evidenciar que la teoría de Frege (tal y como tú la entiendes; yo no puedo entender que Frege hable de sentidos si no acepta un tipo de existencia para ellos acorde a su naturaleza y diferente a la existencia en la realidad) deja un hueco sin responder, que se manifiesta como tal hueco aplicando sus mismas estructuras lógicas de argumentación e interpretación, sin necesidad de traer de fuera teorías metafísicas ajenas.

      “dada una interpretación, cada frase declarativa o es verdadera, o es falsa (o no tiene sentido)”.
      ¿Qué ocurre con las frases no declarativas? ¿Escapan a esa lógica de verdadero o falso? Y, sin necesidad de salir de las frases declarativas, ¿qué pasa con expresiones del tipo “¡ay”, “¡socorro?”, o los simples nombres de las cosas? Quien dice “¡ay!” claramente quiere enunciar algo. Podemos intentar convertir la expresión “¡ay!” en “me duele el dedo quemado”, y entonces juzgar si esa segunda proposición es verdadera o falsa (juicio que sólo podrá emitir el propio individuo, porque nadie desde fuera puede juzgar acerca de su estado interno). Pero si a alguien que grite “¡ay!” le dices: en realidad estás queriendo decir “me duele el dedo quemado”, probablemente te dirá que no, que “me duele el dedo quemado” es algo muy diferente a la exclamación “¡ay!” (si tiene mal carácter te lo dirá de una manera más brusca). ¿Diremos, con Russell, que “Miguel Ángel” es una manera inapropiada de decir “Existe un X, que es un hombre, que se llama Miguel Ángel”? ¿Es eso más simple que sostener que la expresión “Miguel Ángel” tiene en sí misma un significado que no necesita ser ni verdadero ni falso, porque lo importante de ella no es si es verdadera o falsa, sino si se usa correcta o incorrectamente?

      “Quizá, pero mientras no tenga una prueba tan contundente como la del teorema de Pitágoras para aceptar lo contrario, no veo por qué abandonar esa idea tan fabulosa.”
      Pongamos la proposición “la Tierra existe desde mucho antes del nacimiento de cualquier persona que pueda comprobar la historia pasada completa de la Tierra”. Generalmente, aceptamos la verdad de esa proposición. Pero esa aceptación de su verdad no se basa en una comprobación empírica de su fidelidad a la realidad; entre otras cosas, porque de ser así automáticamente haríamos a la proposición falsa teniendo en cuenta que ella misma incluye la condición de que no hay nadie que puede comprobar la historia pasada completa de la Tierra. Aun así, la aceptamos como verdadera; no porque hayamos demostrado su verdad, sino porque demostramos la verdad de otras proposiciones basándonos en la verdad de ésa primera proposición. Entonces, en sentido estricto, esa proposición no es exactamente verdadera. Y tampoco es falsa, ya que no se ha comprobado que no sea verdadera, y mientras no se compruebe eso no se puede decir exactamente que sea falsa. Así que esa proposición se mantiene en un limbo, extraño a la lógica bivalente (aunque no a ciertas lógicas no naturales que no aceptan el bilogio fijo «verdadero-falso»), en el que ni es verdadera ni es falsa. ¿No tiene por ello sentido? (que es la tercera opción que permites). En absoluto, por supuesto que tiene sentido. Incluso al modo como Frege entiende sentido tiene sentido. Por eso, al menos para esta proposición, hay que aceptar una cuarta posibilidad: o es verdadera, o es falsa, o no tiene sentido, o no es ni verdadera ni falsa ni sinsentido.

      “Tuve que estudiarme durante cinco años una y otra vez su “Historia de la Filosofía”, y te aseguro que se me quitaron las ganas de Marzoa para toda la eternidad.”
      Eso sí que es curiosidad intelectual. Me sorprende que leas a Kant y no a Marzoa, a mí el segundo me resulta, al menos, mucho más gracioso de leer.

      “hasta entonces no habréis mostrado la NECESIDAD.”
      Descuida. En esa publicación iremos tanteando alternativas a explicaciones de situaciones de la vida real, y llegaremos a esa postulación como la única alternativa parcialmente válida para explicar la posibilidad de esas situaciones. Ahora, lo que no podremos evitar es anular la posición de “es suficiente con aceptar que esas situaciones se dan tal como se dan”. Porque esa posición anula, no las nuestras, sino todas las preguntas hermenéuticas.

      “¿Tiene vuestra teoría algo que decir sobre esta cuestión, o se va a quedar en meras elucubraciones? Yo os aseguro que no tengo ni la más remota idea de la respuesta, ni de cómo avanzar hacia ella, pero prefiero mirar de frente al problema en lugar de consolarme inventando una metafísica abstrusa que me quita el mono sólo a base de resolver algunos de los pseudoproblemas que ella misma ha creado.”
      No confundas un problema metafísico con un problema epistemológico. Saber cómo llegamos a averiguar cosas sobre, por ejemplo, los números, no tiene nada que ver, en cuanto problema, a saber qué son los números; aunque llegar a saber qué son los números probablemente nos ayude a saber cómo nos relacionamos con ellos. Las dos ramas de estudio son paralelas y van por lo general de la mano, pero una tiene sus propios objetos de estudio, y la otra los suyos.
      Te pongo un ejemplo de desarrollo de investigación conjunta de epistemología y metafísica para valorar lo de los pseudoproblemas, y lo de mirar o no de frente a los problemas de verdad: formulemos tu pregunta epistemológica ¿cómo conocemos los números? Un intento de respuesta a esa pregunta podría ser: conocemos el número 7 a partir de las cosas que numeralmente son siete. Pero cuando vemos siete naranjas no vemos el número 7, vemos las naranjas que son siete. Y eso pasa siempre con todos los números cuando intentamos aprehenderlos mediante la percepción sensible externa. Lo que nos llevará a ser conscientes de que entonces el número 7, ahora metafísicamente hablando, tiene que consistir en un tipo de ser distinto al de los tipos de seres que aprehendemos mediante la percepción sensible externa (aquí ya hemos ganado una tesis ontológica: existen más de un tipo de ser). Para saber qué tipo de seres son los números, volveremos a la epistemología, y nos preguntaremos mediante qué proceso cognitivo nos manejamos con ellos, obteniendo que es mediante una capacidad de cálculo que no se mueve con cosas sensibles, sino con ideas de cosas sensibles. ¿Pero se reduce el número 7 a la idea que tú, o yo, o cualquiera, pueda tener del número 7? Podría parecer que no, porque parece que no es necesario que nadie tenga la idea 7 para que haya siete naranjas. Así que el 7 debe ser algo más que la simple idea que tenemos de él. Fíjate que ya hemos ganado dos tesis ontológicas importantísimas sobre los números: que no son sensibles al modo de la sensibilidad externa aunque se encarnen en seres sensibles, que no son ideas, aunque nosotros los manejemos como ideas. ¿Cómo llegamos entonces a conocerlos? Será que poseemos una capacidad, que podemos llamar percepción eidética, que nos permite aprehender ese tipo de seres para, después, servirnos de la idea que tenemos de ellos en nuestros procesos cognitivos de cálculo. Esto ya es una nueva tesis epistemológica: aparte de la percepción sensible externa y los procesos mentales de cálculo, somos capaces de ejecutar una percepción eidética. Percepción sobre la cual podemos ahora investigar. Esa nueva investigación es posible gracias a las afirmaciones metafísicas previas. Si crees que en algún punto de esta investigación resumida ha aparecido algo parecido a un pseudoproblema, o que en algún punto se ha dejado de lado la cuestión de cómo averiguamos qué son los números, no entendemos lo mismo por “investigación”. Ahora dime quién mira de frente a los problemas, quién inventa pseudoproblemas para después resolverlos, y quién se detiene ante la aparente imposibilidad de resolver esos problemas de verdad.

      Luego (mañana probablemente) sigo con el conatus de Spinoza, pero te adelanteo que no significa intento, sino tendencia.

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  18. Pensaba que a esos comportamientos se les denominaba, en biología, “mecanismos (o estratégias) de supervivencia”
    Pues me alegro de sacarte del error. La biología (la seria, no las ideas preconcebidas) distingue muchos procesos biológicos en los seres vivos. Naturalmente, CASI TODOS esos procesos biológicos se explican por su valor reproductivo (no la «supervivencia», sino el incremento de la probabilidad de producir descendientes) gracias a la teoría de Darwin. Pero SÓLO UNOS POCOS de esos procesos biológicos son procesos MENTALES (y sólo en una proporción pequeña de los seres vivos, la gran mayoría se las apañan sin procesos mentales). Muchos de los procesos mentales de los animales incluyen lo que podemos llamar una MOTIVACIÓN, pero, salvo en el caso del ser humano, la motivación (es decir, eso de lo que el animal en un momento determinado «SIENTE GANAS») NUNCA es algo así como «la supervivencia», sino más bien cosas como calmar el hambre, gozar de un orgasmo, descargar la ira contra un compañero, escapar del dolor, etc., etc.
    Por supuesto, estos mecanismos mentales, incluidos los motivacionales, tienen una explicación biológica última que es la de su capacidad para contribuir a propagar los genes, pero esa es lo que los biólogos llaman «la causa distal», lo que en último término explica TODOS (o casi todos) los procesos biológicos, sean mentales o no, incluidos los de las plantas, las bacterias, los hongos, o el funcionamiento automático de nuestros órganos. No hay, en definitiva, algo así como «el instinto de supervivencia» (más que en los documentales malos), sino instintos de comer, de aparearse, de huir, etc. Los animales NUNCA tienen un «conatus» (o «ganas») de «sobrevivir», sino, como mucho, de gozar o de quitarse las molestias. Naturalmente, aquellos instintos (o «ganas») que han sido útiles para la reproducción, han sido mantenidos. Pero una cosa es que el instinto haya sido seleccionado por su valor reproductivo, y otra cosa es que sea un instinto DE sobrevivir.
    Un ejemplo muy claro está en el sexo: es obvio que la función biológica de las conductas de apareamiento es su contribución al incremento de la probabilidad de crear descendientes, pero la inmensa mayoría de los animales (seguramente, todos salvo los humanos) no tienen un «instinto de reproducción»; lo que tienen es un instinto (o sea, un mecanismo cognitivo motivacional) que les hace tener ganas de copular, de experimentar orgasmos, y NO TIENEN NI LA MENOR IDEA de que copular tiene como consecuencia a largo plazo la producción de hijos. Así que la realidad PSICOLÓGICA que hay en ellos, que podemos describir como «tener ganas de…», no la podemos rellenar con «reproducirse», sino, como mucho, con «copular»: tienen ganas de copular, no tienen ganas de tener descendientes.
    En cambio, el instinto del cuidado maternal, que muchas aves y mamíferos poseen, sí podemos interpretarlo como «ganas de propiciar el bienestar de los descendientes» (o al menos, «de esos bichejos que andaban a mi vera desde pequeñajos»).
    Por otro lado, es interesante avanzar un poco más allá de Spinoza y darse cuenta de que la explicación de por qué los seres vivos tienen una conducta que les impulsa (normalmente; hay excepciones) a mantenerse vivos, es una explicación ABSOLUTAMENTE DISTINTA a la explicación de por qué, p.ej., los núcleos atómicos son estables (en el grado en que cada uno lo es). No hay algo así como un «fundamento metafísico último» (el «conatus») del que la selección natural y la estabilidad de los elementos no radiactivos sean «materializaciones», o algo así: sencillamente, en la naturaleza hay muchos tipos de procesos, algunos conducen a sistemas estables, y otros a sistemas menos estables.
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    • Sigo con las respuestas que dejé pendientes ayer, y las nuevas para hoy. No nos preocupamos por tus respuestas “a piñón fijo”, todos nos dedicamos a otros quehaceres, y, por ahora, no nos pagan por discutir en un blog sobre estas cuestiones (ni creo que lleguen nunca a hacerlo) Como hasta este momento ha sido realmente interesante discutir contigo, y me has forzado a desentrañar explicaciones, argumentos y conceptos, ha sido un placer. Te responderé a tus últimos comentarios, y, vista tu acotación final, lo dejaremos aquí (aunque estoy podría seguir, probablemente, mucho tiempo más).

      “SÓLO UNOS POCOS de esos procesos biológicos son procesos MENTALES.”
      Luego diré más sobre el conatus spinozista. Aquí dejaré subrayado de entrada que en absoluto es un proceso mental, psicológico, de tipo motivacional, o de cualquier otra categoría que podamos utilizar para entenderlo de manera que implique una suerte de conciencia del impulso a permanecer. Lo que se da, lo que existe, manifiesta esa evidencia simplemente por el hecho metafísico de darse. Esa “causa distal” (toma concepto medieval) es justamente la pura tendencia a permanecer, tanto del individuo como de la especie (que decir que los animales no buscan tanto sobrevivir como reproducirse es decir lo mismo con diferentes términos, ya sea en relación al individuo o a la especie). Así que negar el conatus sosteniendo que los animales, y las rocas, y las partículas subatómicas, no tienen ninguna conciencia ni motivación de cumplirlo, no afecta como tal a la tesis de Spinoza.
      Ahora, ¿debemos aceptarlo como fundamento último metafísico? Las diferentes ciencias, u ontologías regionales, tienen su propia tesis de base al respecto, y esas tesis, por supuesto, caen bajo la tutela de las propias ciencias que las formulan. Pero si, una vez las tenemos todas, comprobásemos que todas y cada una de ellas se asimilan entre sí en la afirmación de esa tendencia a permanecer, diferenciándose después en la categoría modal de la tendencia, que en cada caso es correspondiente a la dimensión regional acotada por la ciencia en cuestión, no veo por qué no debemos aceptar que cada una de esas tesis es sólo la versión (biológica, física, mecánica…) de un mismo principio común.

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      • Hola, aquí estoy otra vez. Por cierto, saludos a Masgüel (viejo conocido). A ver si luego contesto su pregunta.

        ¿debemos aceptarlo como fundamento último metafísico? Las diferentes ciencias, u ontologías regionales, tienen su propia tesis de base al respecto, y esas tesis, por supuesto, caen bajo la tutela de las propias ciencias que las formulan. Pero si, una vez las tenemos todas, comprobásemos que todas y cada una de ellas se asimilan entre sí en la afirmación de esa tendencia a permanecer, diferenciándose después en la categoría modal de la tendencia
        Es que no hay tal cosa como «una tendencia de TODAS Y CADA UNA de las cosas a ‘permanecer'». Están, por un lado, las diversas leyes de conservación (que, como demostró Emmy Noether, son únicamente una consecuencia de ciertas propiedades matemáticas de algunas de las leyes que descubrimos empíricamente: http://es.wikipedia.org/wiki/Teorema_de_Noether ), que afectan a propiedades tales como la energía, el momento angular o la carga eléctrica de los sistemas físicos, no a su «existencia»: es más, la física cuántica permite que se creen y se destruyan partículas aleatoriamente, sólo con que se conserve la cantidad total de aquellas magnitudes físicas. Por otro lado, existen las ecuaciones que describen la evolución dinámica de los diversos tipos de sistemas: algunas de estas ecuaciones implican que algunos sistemas serán estables, y otros inestables, o unos más estables que otros, pero esa estabilidad no es un «caso especial» de las leyes de conservación (porque esas leyes las cumplen tanto los sistemas estables como los inestables), y en cada caso, cuando se da, se debe a procesos diferentes: la «causa» por la que es relativamente estable un ser vivo es una causa totalmente distinta a la causa por la que es estable un núcleo atómico; y esas mismas causas hacen que algunos seres vivos, o núcleos atómicos, sean menos estables que otros. No es una «categoría modal» lo que las diferencia, sino que simplemente se parecen en el hecho de que su evolución sigue ecuaciones que llevan con cierta probabilidad a estados más o menos estables. El «conatus» (o cualquier explicación metafísica), como te decía arriba, sería una «explicación» de esto justo en el mismo sentido que la «virtus dormitiva» de Moliére; no «completa ningún hueco lógico», sino que se limita a darnos la ilusión de que añade algo cuando en realidad no añade nada y no sirve para entender por qué algunas cosas NO son estables (tu intento de explicación es bastante fallido: la desintegración de un núcleo radiactivo no tiene nada que ver con «un comportamiento que ‘busca’ confirmar y posibilitar el conatus»; no, sencillamente, ese núcleo obedece ecuaciones que le hacen ser inestable, mientras que otros obedecen ecuaciones que les hacen ser (más) estables.
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        Quiero insistir en esta diferencia: la explicación científica de por qué ciertas cosas son más estables que otras es una explicación extraordinariamente eficaz e iluminadora; nos permite hacer predicciones acerca de qué sistemas tendrán más o menos estabilidad, p.ej., nos permite relacionar (también predictivamente) algunos fenómenos con otros, y también nos indica dónde buscar para encontrar las causas de que ciertos procesos sean menos estables. http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_la_estabilidad Además, no necesita suponer que cada tipo de cosa a la que se aplica comparte con las demás algún tipo de «sustancia última común», pues lo que comparten los diversos sistemas es únicamente el hecho de que se pueden describir con ecuaciones diferenciales dinámicas (unas pueden tratar sobre núcleos atómicos, otras sobre organismos, otras sobre el clima, otras sobre la economía, etc.), ecuaciones que serán distintas en cada caso. En cambio la teoría del «conatus» es una mera racionalización ex post (o, como dicen los científicos, «ad hoc») de un fenómeno que llama la atención (la estabilidad), sin ninguna capacidad de hacer predicciones sobre el comportamiento de sistemas aún no conocidos (¿te ayudaría la teoría del conatus a calcular qué núcleos radiactivos son más estables?).
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  19. Cuando la biología se pregunta “¿y por qué los animales desempeñan esas estrategias, a veces con tanto esfuerzo?”, responde: porque buscan su supervivencia. Claro, que para eso se tiene que plantear la pregunta ¿por qué? Es totalmente factible que no lo haga y que avance la mar de cómoda pero sin hacerlo, pero si lo hace tendrá un agujero explicativo a su base.
    Insisto, no serán Husserl ni Marzoa los que nos ayuden a avanzar ni un milímetro en las dificultades explicativas que pueda haber en las teorías sobre por qué los animales y las plantas hacen cosas que incrementan la probabilidad de su supervivencia (y a veces otros no), y por qué los núcleos de ciertos elementos químicos son estables (y otros no). Al menos, yo no veo cómo podrían ayudar, ni tampoco veo cuál sería el «agujero explicativo» al que te refieres.
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    El conatus es una tesis metafísica, no psicológica ni volitiva. Remite a algo que presenta todo lo que es sólo por el hecho de ser, y no por ser un tipo concreto de ser.
    Primero, «conatus» es una palabra latina que significa lo que Spinoza sabía perfectamente que significaba («intento»). Si Spinoza era tan listo (como lo era), entonces, si quería referirse a algo que en el fondo NO TIENE NADA QUE VER con la psicología, pues habría elegido otra palabra. Si eligió esa, y no otra palabra sin carga mentalista, sería porque alguna carga mentalista le estaba dando, pienso yo. En todo caso, no es mi tarea defender a Spinoza. Lo que me interesa es la cuestión de si TENEMOS QUE ACEPTAR la tesis de Spinoza de que «todo lo que existe -o «es»-, por el solo hecho de existir -o «ser»-, posee una cualidad (que no vamos a meternos a discutir si es conveniente llamarla con un término psicológico o de otra manera, pero) que tiene como efecto la persistencia de esa cosa en la existencia». Pues bien, esa tesis METAFÍSICA no veo ninguna necesidad de admitirla. Veo razones EMPÍRICAS para admitir las tesis CIENTÍFICAS de que los objetos mantienen su momento cinético (ley de inercia), o de que ciertos átomos son estables (y otros no), o de que los seres vivos llevan a cabo (normalmente, a veces no) conductas que les llevan a aumentar la probabilidad de sobrevivir. Como he dicho antes, no veo que estas tres cosas (y otras muchas) sean «explicables» uniformemente por ninguna tesis metafísica, ni que, por otra parte, tampoco veo que haga ni puñetera falta buscársela (en contraposición a alguna explicación CIENTÍFICA-EMPÍRICA más general).
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    Luego sigo (si puedo)

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    • ““conatus” es una palabra latina que significa lo que Spinoza sabía perfectamente que significaba (“intento”).”
      Mi diccionario de latín-español (un pobre Vox con más años que yo) traduce “conatus” por “esfuerzo, empeño, tendencia”. En su edición de la “Ética”, Vidal Peña lo traduce también por “esfuerzo”, y señala a pie de página el significado claramente metafísico, más allá del psicológico, del término. Spinoza escogió ese término porque contaba con que sus contemporáneos científicos, que estaban en aquel momento dedicándole bastantes esfuerzos a estudiar el principio de inercia de la recién acuñada dinámica, entenderían perfectamente a qué se refería. Ya que el principio de inercia no es más que la manifestación dinámica del conatus.

      “esa tesis METAFÍSICA no veo ninguna necesidad de admitirla. Veo razones EMPÍRICAS para admitir las tesis CIENTÍFICAS.”
      Como te decía antes, la utilidad de la teoría del conatus es una utilidad epistemológica de completar huecos lógicos. Cada una de las ciencias regionales formulan su particular versión de ese principio, que constatan empíricamente. Y, después, una versión más global de esas ciencias, que intentase agrupar todos los conocimientos mediante una estructura común, en el intento de responder a la pregunta “¿por qué todas las ciencias regionales manifiestan principios de tendencia similares?”, formula que ello se debe a que todos sus objetos de estudio presentan en común un mismo y único esfuerzo, que después se manifiesta en cada uno de los diferentes ámbitos. Éste es un ejemplo de esos vacíos explicativos que te mencionaba, y por los que me preguntas. Para ello, no obstante, hace falta formularse la pregunta epistemológica globalizadora; y, sobre todo, considerar que es oportuna. Cada una de las ciencias particulares, en sí mismas, no requieren de esa pregunta. El que requiere de ella es el investigador que quiere darle unidad a todo el conocimiento humano (al modo como se intenta aportar una definición común de qué es conocimiento válida para todos los campos posibles de investigación).
      Pero ya que quieres un ejemplo concreto de utilidad empírica del conatus, me situaré en el campo de la ética (no por nada es en un tratado de ética donde Spinoza lo formula). Después de casi treinta siglos discutiendo acerca de la validez de las normas morales (que antes de los griegos ya se discutía de eso), todavía seguimos sin estar de acuerdo en que “matar” sea juzgado universal y necesariamente como moralmente malo. Pues bien, si aplicamos la tesis del conatus al juicio moral, encontramos que moralmente bueno es aquello que lo posibilita, y moralmente malo aquello que lo obstaculiza. Y, así, obtenemos un criterio verdaderamente universal que nos permite juzgar acerca de la bondad o maldad de un acto, independientemente de culturas, épocas históricas, credos religiosos, o cualquier otra variable relativa. Al ser el conatus una propiedad metafísica universal que todos los seres humanos presentan antes de cualquier decisión suya, los juicios morales que se apoyen en ella estarán igualmente al margen de la relativización que sus decisiones y voliciones introducen.
      También en el campo de la biología es útil el conatus. Damos por hecho, biológicamente hablando, que ningún ser busca por sí mismo su propia destrucción, porque eso iría en contra de su conatus. Y es esa suposición la que hace convierte en problema fenómenos como el suicidio de una especie en el individuo, o la apoptosis celular. Problemas que se resuelven cuando entendemos que esos comportamientos, aparentemente contrarios al conatus, en realidad buscan confirmarlo y posibilitarlo a una escala mayor: el suicidio de la especie en el individuo es un mecanismo de control demográfico (hay quien interpreta todavía a día de hoy la homosexualidad humana como un mecanismo de este tipo), y la apoptosis es el modo como el organismo se protege a sí mismo ante células que podrían provocar su muerte.
      Dos explicaciones científicas, de constatación empírica, que toman pie en el conatus.

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  20. ¡Qué gozada!. Disculpad la intromisión. Jesús, ¿el multiverso no te soluciona el problema de la relación entre los entes abstractos y la naturaleza?. Si todo lo físicamente posible y todas las estructuras matemáticas existen, habrá infinitos universos con estructuras físicas muy complejas capaces de comprender estructuras matemáticas. La comprensión del concepto abstracto sería una coincidencia, un isomorfismo, siquiera parcial o funcional. A mí no me convence. Y mira que a mí gustan las junglas ontológicas, pero puestos a hacer caso al cuantificador existencial, no ahorras entes. En el infinito espacio muestral de interfencias entre estructuras, el infinito de interferencias destructivas será mucho mayor que el infinito de interferencias constructivas, pero nuestro universo será de las últimas. Para que toque el premio, compramos todas papeletas.

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    • Muchas gracias por tu aporte, Masgüel, ¡y bienvenido a la conversación! Espero que disfrutes de ella tanto como yo. Ya que te diriges directamente a Jesús, esperaré a que te conteste él para responderte yo por mi cuenta.

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    • Te doy respuesta Masgüel, desde mi punto de vista, a lo que comentas. Ciertamente, la teoría del multiverso es una manera paralela o alternativa de aceptar que un ente puede ser algo con independencia a que exista en nuestro universo concreto. Y creo que aciertas al señalar que sostener el concepto de existencia marcado por el cuantificador existencial no te ahorra la cantidad de entes que hay dada la postura del multiverso; más bien desde ella los únicos entes que te ahorras son los que son autocontradictorios, mientras que de ello se sigue que cualquier ente, por el mero hecho de ser posible, existe en algún universo. No obstante, no creo que la teoría del multiverso sea una buena analogía para lo tratado aquí, sino que más bien le daría la razón a Jesús en el punto en el que sostiene que, ante una obra de arte, juzgamos si el ente presentado existe o no. Dado el multiverso, todos los que no fueran contradictorios existirían, porque existiría un universo en el que Don Quijote existió de verdad. La cuestión reside en si los entes, cuando, para nuestro universo, son meramente posibles, y no todavía existentes, son algo, o si caen en la nada por el hecho de no existir.

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      • Senderos, disculpa mi brusquedad por comentar sin saludar siquiera. El tacto no es lo mío. Aprovecho que tengo un momento para responder.

        «creo que aciertas al señalar que sostener el concepto de existencia marcado por el cuantificador existencial no te ahorra la cantidad de entes que hay dada la postura del multiverso»

        Si sumas el cuantificador existencial a la teoría deflacionaria de la verdad, que no precisa hablantes para que haya proposiciones verdaderas, seguirías teniendo una infinidad de entes aunque desapareciese el universo y todos los que nos entretenemos en decir cosas.

        «no creo que la teoría del multiverso sea una buena analogía para lo tratado aquí, sino que más bien le daría la razón a Jesús»

        Esa era mi intención. A mí lo del multiverso no me convence, pero esta entrada es una invitación a tomar las opiniones como personajes de ficción. No hace falta creérselas para buscarles una historia en las que encajen.

        «Dado el multiverso, todos los que no fueran contradictorios existirían, porque existiría un universo en el que Don Quijote existió de verdad.»

        El personaje Don Quijote no necesita un multiverso para existir de verdad. Existe de verdad y no existe en ningún universo físico. Existe en una historia. Y existiría aunque fuese contradictorio.

        Ahora me bajo de esa postura que no es la mía, para añadir que yo creo que los entes de ficción son naturales, pertenecen a nuestro universo y no son materiales. Suponen la emergencia de un nuevo orden ontológico. Pero eso no significa que ahora hay dos donde antes solo había uno. En eso estoy de acuerdo con Jesús. La emergencia de nuevas propiedades naturales probablemente es ubicua en cualquier grumo de materia capaz de enfriarse y no hace más que aumentar. A medida que el universo se enfría, cristaliza en estructuras crecientemente complejas. La subjetividad puede ser una rareza local entre muchas.

        «La cuestión reside en si los entes, cuando, para nuestro universo, son meramente» posibles»

        Es una buena cuestión, pero es otra cuestión. A veces cambiar de vocabulario disuelve los problemas. No creo que este sea el caso. La probabilidad urbaniza el rústico «vete a saber», pero el azar, el clinamen, sigue dibujando la contingencia, como siempre, haciendo que la naturaleza sea como es y cambie como cambie. En mi opinión, el concepto que mejor explica la relación entre potencia y acto es la «condición de posibilidad», la diferencia entre la probabilidad a priori y a posteriori de un evento cualquiera. Aquello que simplemente sucedió, constriñe lo posible a partir de ese momento por haber, simplemente, sucedido. Y por, simplemente, haber sucedido, lo otrora extremadamente improbable hoy sea casi inevitable.
        Guas noches.

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        • «El caso es que las imágenes en la pantalla, debido a ciertas condiciones técnicas de su reproducción de la realidad, aparecen al espectador como vistas o espiadas a través de un gran ventanal (pantalla), tras el cual discurre el flujo de una vida autónoma no sujeta a las manipulaciones de unos profesionales de la ficción. Las imágenes se imponen así al espectador con la autoridad de lo verdadero y sobre ese principio -el make belive- se ha edificado todo el aparato industrial del cine concebido como espectáculo y generador de fascinación.»

          http://cinexilio.yuku.com/reply/59197/El-cine-y-los-sueos#reply-59197

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          • El concepto de «condición de posibilidad» en relación a la historia que ha sucedido y que a partir de ella puede o no suceder es el que está implicado en los universos composibles e incomposibles de Leibniz, que saqué a colación en algún momento de la conversación con Jesús. De la teoría deflacionaria de la verdad algo he dicho en mis últimos comentarios; lo resumo aquí diciendo que la verdad es un concepto humano que proyectamos sobre las cosas, que son las que son, pero que, en sí mismas, no son ni verdaderas ni falsas. Por eso, hablar de las cosas más allá del trato discursivo o práctico (si es que hay diferencia entre ambos) que tenemos con ellas es saltar al campo de lo indecible. Y no creo que haga falta dar ese salto para sostener el concepto de verdad tal y como lo manejamos ordinariamente, ya que basta, como digo, con entender que es algo propio del nivel del discurso humano. Es algo que ya decía Aristóteles, pero que ha pasado desapercibido muchas veces: la verdad se dice del juicio que habla de la realidad, pero no de la realidad en sí misma.
            Muy interesante el enlace que aportas sobre el cine.

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  21. sólo existen, como posición aquí y ahora de un ser,
    Repito: para mí «existir» no quiere decir «posición aquí y ahora». Eso último es una propiedad física que algunas cosas tendrán y otras no. Existir, para mí, es lo que dice el cuantificador existencial, p.ej., en la frase «existen infinitos números primos».
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    demos un paso más allá y pensemos en el estatuto de ser del Quijote, independientemente de la pregunta acerca de si existe o no
    No creo que haya nada interesante que se pueda decir (y que sea verdad) sobre la obra de Cervantes que implique la NECESIDAD de suponer algo así como que «Don Quijote es un ser que no existe pero que tiene un ‘estatuto de ser’ que no es el mismo que tienen las piedras o los números (que sí que existen)». Lo que podemos hacer es IMAGINARNOS que Don Quijote existe (es lo que hacía Cervantes al escribir la novela y nosotros al leerla), pero en ningún momento esa actividad nuestra implica, como digo, la NECESIDAD, de utilizar un concepto como de «estatuto de ser de un ser que no existe».
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    un análisis ontológico sobre tipos de seres que pueda servir para explicar la existencia efectiva tal y como la conocemos.
    Lo siento, pero no entiendo qué quieres decir con «explicar la existencia efectiva tal y como la conocemos». ¿Explicar QUE existen cosas (piedras, números, etc.)? (no creo que podamos responder a la pregunta «¿por qué existe algo en vez de nada?», como ya dije más arriba, y ni siquiera creo que tengamos NINGUNA garantía de que nuestro concepto de «porqué» es correcto cuando se aplica a eso: ¿tienes alguna demostración de que sí?) ¿O bien explicar QUÉ COSAS existen? (p.ej., por qué existen números irracionales y por qué existen cucarachas)? Pero esto, al fin y al cabo, ¿no será tarea de las matemáticas y de la biología,en su caso?
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    si nos quedamos en el positivo “el coche existe, el Quijote no”, no hay necesidad alguna de plantear una investigación de ese tipo.
    Efectivamente, no veo ninguna necesidad de «explicar por qué no existe» Don Quijote (no El Quijote: éste sí que existe, igual que existe la Quinta Sinfonía de Beethoven), más allá de constatar que Cervantes se lo inventó. Lo de «explicar por qué el coche puede existir materialmente» confieso que me deja descolocado: ardo en deseos de ver esa «explicación».
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    Esas “propiedades muy diferentes” son precisamente propiedades ontológicas, de tipo de ser.
    Es que, como te he dicho, TODAS las propiedades son «propiedades de tipo de ser» (pues una propiedad no es más que aquello que es atribuido por un predicado). Está la propiedad del «tipo de ser rubio», la de «tipo de ser que puede ser colocado por orden», la de «tipo de ser que es común a varias cosas», la de «tipo de ser que consiste en una relación diádica», etc. Pensar que «material» e «inmaterial» son algo así como «propiedades ontológicas máximas» me parece simplemente ingenuo. P.ej., «material» es un concepto completamente desfasado: los fotones no son materiales, los campos eléctricos tampoco. Pero aún peor: «inmaterial» es un mero concepto negativo que, como tal, puede incluir cosas completamente heterogéneas, es decir, tan distintas entre sí como cada una de ellas lo es de lo «material» (es tan inapropiado como el de «invertebrado», p.ej.). P.ej., si tienen razón los que creen que existen los ángeles, o los dioses hindúes, estos seres son «inmateriales», pero no son ni por asomo el mismo «tipo de ser» que el número siete o las simetrías de una ecuación.
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    i prefieres no categorizar esas consecuencias ontológicas bajo la expresión “distintos modos de existir”, bien, establezcamos de modo unilateral y simple la definición de existir única y exclusivamente como la posición efectiva del ser (es una definición circular que al final remite a lo apodíctico de la experiencia más allá de los argumentos lingüísticos, pero valga para lo que tiene que valer aquí).
    Disculpa, pero no estoy usando algo ni remotamente parecido a esa «definición unilateral y simple». No tengo ni pajolera idea de qué diantre quieres decir con eso de «posición efectiva del ser», ni es algo que tenga que ver con lo empíricamente dado más que con otras cosas. Pienso en usos de «existir» como en las frases «existen infinitos números primos», «existen dos soluciones como máximo para una ecuación de segundo grado», o «existen marsupiales en sudamérica».
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    te falta ahora, como diría Wittgenstein, explicar por qué, si sólo se existe de una manera, unos entes son de un tipo y otros de otro
    Eso sólo supondría un problema (aunque no creo que ni siquiera en ese caso) si «existir» fuera una propiedad (atribuible mediante un predicado), y no lo que se afirma con el cuantificador existencial. Tu pregunta equivale a la cuestión platónico-parmenídea de «¿por qué hay alguna propiedad además de la propiedad de existir?», pero esta pregunta no tiene sentido desde el momento en el que nos libramos de la idea de que existir es una propiedad. La única cuestión que queda (y no digo que no sea interesante) es la de por qué hay las propiedades que hay (p.ej., por qué necesitamos tres variables para describir la posición de un cuerpo, en lugar de necesitar sólo una, o veintisiete); ¿no se las habría apañado dios (por así decir) con un mundo que tuviera MENOS propiedades, en vez de hacerlo tan complicado? Pero para esa cuestión lamento no tener respuesta, ni conozco a nadie que tenga una respuesta que pueda DEMOSTRAR que es la única respuesta correcta.
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    Luego sigo

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    • “para mí “existir” no quiere decir “posición aquí y ahora”. Eso último es una propiedad física que algunas cosas tendrán y otras no.”
      Perdón, quizá la expresión “aquí y ahora” puede ser ambiguamente interpretada como relativa a un sentido físico. No era ésa la intención con la que la usaba. Corrijo la ambigüedad subrayando que el “aquí y ahora” es sólo una especificación del detalle del darse de algo.

      “Lo que podemos hacer es IMAGINARNOS que Don Quijote existe (es lo que hacía Cervantes al escribir la novela y nosotros al leerla)”.
      La verdad, ni de lejos llevo a cabo un proceso mental que se parezca a “imaginarme que Don Quijote existe” cuando leo El Quijote. No creo que nadie lo haga. Ni creo que el proceso de lectura de una novela, ni el de recepción de cualquier obra de arte en general, tenga nada que ver con imaginarse que el ente presentado en la obra de arte exista o no. El juicio estético no tiene relación alguna con la existencia o inexistencia del ente dado, que es una de las cosas que subrayamos nosotros con la tesis de que Don Quijote es algo con independencia del hecho de existir o no existir.

      “Lo siento, pero no entiendo qué quieres decir con “explicar la existencia efectiva tal y como la conocemos”.”
      De entrada, nada parecido a responder a la pregunta “¿existen cosas?”, que se responde empíricamente, ni a la pregunta “¿qué cosas existen?”, que también es un puro proceso empírico de catalogación. Consiste en responder a la pregunta: “dado que existen cosas que poseen categorías ontológicas diferentes (unas son físicas, otras biológicas, otras éticas…), ¿qué consecuencias tiene para la existencia de esas cosas el hecho de pertenecer a una categoría u otra?” Pregunta que es de orden metafísico al ser universal, y no regional. Cada ciencia regional responde a la parte de la pregunta que le toca, la física explicando qué entendemos por ente físico, la biología, por ente biológico, etc. Y, al hacerlo, acotan su propia parcela de estudio. Lo que implica, a un nivel lógico, que cuando la física responde a esa pregunta no está haciendo, propiamente, física, sino metafísica. Porque justamente la respuesta a esa pregunta es la que hace posible que, después, una vez acotada una región de lo ente, se pueda hacer física, describiendo regularidades en el comportamiento de esos entes físicos.
      Si esto es así, entonces es perfectamente posible que, situándonos en ese paso previo a la delimitación de las regiones particulares de entes, nos formulemos la pregunta en cuestión, y la respondamos metafísicamente. Ya que, de nuevo, el juicio que describe lo que es un ente físico no es un juicio físico, sino metafísico.

      “Lo de “explicar por qué el coche puede existir materialmente” confieso que me deja descolocado: ardo en deseos de ver esa “explicación”.”
      Se trata de una cuestión de protológica o lógica trascendental, propia por ello de la metafísica. Forma parte de la pregunta, lógicamente anterior, “¿por qué unos seres pueden llegar a existir y otros no?”. Como te dije, por ejemplo, por mucho que nos empeñemos, hay seres que, por su constitución ontológica, no pueden nunca existir materialmente. Da igual lo que hagamos y cuánto busquemos, nunca encontraremos un círculo cuadrado en la realidad material. Es una entidad contradictoria en sí misma. Del mismo modo, como dice Leibniz, universos incomposibles con el nuestro no pueden nunca darse; y no porque no sean lógicamente posibles, que es lo que no cumple el círculo cuadrado, sino porque son cronológicamente incomposibles. El ente “coche” presenta una constitución ontológica que es factible tanto de existir materialmente como de no llegar a existir nunca. Don Quijote, por el contrario, posee una constitución ontológica que le hace imposible (e innecesario) existir materialmente.

      “Pensar que “material” e “inmaterial” son algo así como “propiedades ontológicas máximas” me parece simplemente ingenuo.”
      Las propiedades que cualquier cosa puede poseer se cataloguizan mediante las categorías de género y especie. La propiedad “ser rubio” es mucho más particular que la propiedad “ser mamífero”, y por eso la primera es una distinción específica de la segunda. Si, siguiendo ese orden lógico, vas de lo más particular a lo más general, encontrarás por el camino las denominadas regiones del ente, que definen los campos de estudio de las distintas ciencias regionales. No se trata, por tanto, de “propiedades ontológicas máximas”, entendiendo por ese máximo una suerte de sacralización o jerarquización axiológica de las propiedades ontológicas. Es, simple y llanamente, su categorización lógica.

      “P. ej., si tienen razón los que creen que existen los ángeles, o los dioses hindúes, estos seres son “inmateriales”, pero no son ni por asomo el mismo “tipo de ser” que el número siete o las simetrías de una ecuación.”
      Ciertamente; pero aquí hay un error de analogía. De entrada, la propiedad “inmaterial” (más que propiedad, diría yo categoría, por lo que decía antes de género y especie, pero valgo el término para entendernos como predicado de un objeto), por supuesto, es en sí misma imprecisa. También lo es “material”. Pero además, para aquellos que creen que los ángeles existen, esto es, que su ser es puesto como dado en la realidad, los ángeles serían semejantes a los números en el aspecto de la existencia. Decir que los ángeles no son ni por asomo el mismo tipo de ser que el número siete es ya ponernos en el lado de fuera de la analogía entendiendo que los ángeles no existen.

      “No tengo ni pajolera idea de qué diantre quieres decir con eso de “posición efectiva del ser”, ni es algo que tenga que ver con lo empíricamente dado más que con otras cosas.”
      Pues precisamente es lo empíricamente dado lo que entiendo por “lo que es puesto efectivamente”. Ahora, es necesario extender el concepto “empírico” más allá de lo aprehensible por percepción sensible externa, y utilizarlo en el sentido estricto de “constatable por experiencia”, que admite tanto la percepción externa como la aprehensión eidética de los números. Husserl (perdona que insista, pero que es lo encuentro en tus tesis continuamente) tuvo que recordarle a los matemáticos positivistas de su época, que se empeñaban en reducir lo empírico a la experiencia sensible externa, que si hacían eso perdían todo el campo de la matemática. Porque las soluciones a las ecuaciones de segundo grado, por ejemplo, no se experimentan mediante la percepción sensible externa. Espero que esta precisión del término “empírico” dé más luz a la expresión “posición efectiva del ser”: las cosas de las que empíricamente constatamos su existencia son cosas puestas efectivamente, mientras que de las que no constatamos su existencia (como de Don Quijote) no son puestas. Lo que, de nuevo, no quita que “sean”.

      “Tu pregunta equivale a la cuestión platónico-parmenídea de “¿por qué hay alguna propiedad además de la propiedad de existir?””
      No tengo ni pajolera idea de qué pregunta es ésa, y mira que, humildemente, creo conocer bien el pensamiento de Platón. Lo de que existir es una propiedad, ya hemos dejado claro que no es cierto. Lo que se preguntaban Parménides y Platón era: ¿cómo es posible que un ente cambie sus propiedades, dejando de ser lo que era y pasando a ser algo diferente, si eso implica, a nivel lógico, su destrucción y su creación inmediatas? A esta pregunta Parménides no podía darle respuesta, porque se movía en la lógica rígida ser/no-ser que no permitía intercambios entre ellos. Platón, para poder responderla, se tuvo que sacar de la manga un tipo de ser intermedio, al que precisamente llamaba “ficción”, y que, por estar entre medias del ser eterno y del no-ser absoluto, era capaz de cambiar. Aristóteles fue un poco más exquisito en los términos, y se inventó lo de acto y potencia. Que no era más que otro intento diferente de responder a la misma pregunta del cambio. Ninguna de las dos respuestas era definitiva porque cada una tenía sus problemas, pero al menos intentaban dar respuesta a un problema que, de lo contrario, permanecería sin responderse debajo de todas las ciencias que partieran del cambio.

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  22. Sigo. Disculpa que vaya un poco «a piñón fijo». Sé que has respondido algunas de las cosas que estoy respondiéndote a tus penúltimos comentarios, pero prefiero seguir paso a paso. También entiendo que estoy abusando de vuestra paciencia, así que por mí no hay problema en terminar la conversación cuando os parezca que no tiene sentido seguir con ella.

    Lee la segunda parte de la publicación que estamos discutiendo y verás que nosotros no pretendemos en absoluto que se tome a la ficción como verdadera. La paradoja reside en que no pretende ser ni verdadera ni tampoco falsa, porque se coloca en la ambigua posición intermedia en la que no tiene necesidad de ser ni lo uno ni lo otro.
    No creo que haya nada que sea «lo que la narración pretende ser». Las pretensiones siempre son de fulano o de mengano, y cada escritor (y lector) tendrá las suyas. Admito que en muchos casos para el escritor será irrelevante si la historia es verdadera o falsa. Pero yo no estoy hablando de cuáles son las pretensiones de nada ni de nadie, sino de la cuestión de si lo que se afirma en una novela ES verdadero o falso, con independencia de lo que nadie pretende o deje de pretender. Y obviamente gran parte de lo que se dice en una novela es falso, y el autor y el lector lo saben perfectamente, y tú mismo lo reconoces. Lo que tú añades, y yo sencillamente no veo ninguna NECESIDAD de añadir, es que eso que se dice en la novela y es falso, esos personajes de los que habla y sabemos que no existen, «de alguna manera son». No veo que haya ningún problema interesante que se resuelva añadiendo esa complejidad a la saludable ontología que sólo distingue entre existir y ser (en el sentido de Frege), y entre existir y no existir (idem). Por eso, prefiero no aceptar que hay algo así como una «ambigua posición»: no tiene ni pizca de ambigua, sencillamente lo que dice la novela es falso (casi todo, o gran parte), y HACEMOS COMO que es verdadera cuando la escribimos y la leemos. ¿Por qué crees que necesitas algo más, aparte de para mostrar que tu teoría ontológica luce muy bonito aplicándola a ese caso?
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    No sé qué querría decir que el número 7 estuviera “reflejado en entes materiales”.”
    Básicamente, que hay siete naranjas, o siete sillas, o siete edificios.

    Si lo que piensas que es necesario explicar es cómo es posible que haya cosas que se puedan contar o medir, no hay que asumir que hay ninguna especie de «relación metafísica» entre las cosas y los números. Hay toda una rama de la matemática («teoría de la medición») que se dedica precisamente a eso: dice qué propiedades «cualitativas» (es decir, expresables mediante predicados o relaciones «no numéricos», como «es más largo») se puede demostrar que son necesarias y suficientes para que esos objetos se puedan DESCRIBIR también numéricamente. Es decir, una vez que tienes entidades a las que puedes atribuir alguna propiedad, aunque sea cualitativa, es posible (si las propiedades cumplen lo que dicen los axiomas de la versión correspondiente de la teoría de la medición) transmitir la misma información que transmiten los términos cualitativos, pero usando términos cuantitativos. Lo único que sería necesario explicar «metafísicamente», por así decir, es que haya cosas a las que se les puede atribuir alguna propiedad… pero obviamente esto no se puede hacer sin cometer una petición de principio, pues entre los axiomas a partir los cuales intentes demostrar eso, tendrá que haber algunos que afirmen algo sobre esas cosas, y por lo tanto, les atribuyan YA alguna propiedad (en el sentido de un predicado; Frege).
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    • “no tiene ni pizca de ambigua, sencillamente lo que dice la novela es falso (casi todo, o gran parte), y HACEMOS COMO que es verdadera cuando la escribimos y la leemos. ¿Por qué crees que necesitas algo más, aparte de para mostrar que tu teoría ontológica luce muy bonito aplicándola a ese caso?”
      Como decía antes, nadie HACE COMO que es verdadero lo que lee. Porque si lo hace, ya no está leyendo, en el sentido estético del acto, sino juzgando lo dicho lógicamente. Ambos procesos son completamente diferentes, y el primero, no sólo no requiere del segundo, sino que, de hecho, para poder darse, necesita que el segundo no se dé. El juicio lógico de lo narrado, en general de lo creado estéticamente, anula automáticamente el juicio estético. José Luis Pardo, en sus clases y en su libro “La regla del juego”, pone el ejemplo de la fábula del pastor y el lobo, aquella de “¡que viene el lobo!”. El valor estético y moral de esa fábula es independiente del hecho de que haya existido alguna vez en la historia un pastor como el que narra la fábula. Y no sólo eso, sino que su valor como fábula se elimina automáticamente cuando formulamos la pregunta “lo que narra la fábula, ¿es verdadero?”.
      ¿Por qué es necesario entonces algo más? Porque, de entrada, es menester una teoría ontológica que justifique por qué existe un cierto tipo de entes, los ficticios, que escapan a la lógica de la verdad y la falsedad, y que, de hecho, desaparecen si se les aplica esa lógica. Además, porque las mismas propiedades que cada ente posee en potencia, mientras las posee en potencia y no en acto, tienen ese estatuto ontológico de lo ficticio. Es falso que un árbol sea armario. Pero tampoco es verdadero que el árbol pueda ser armario. Porque esa afirmación sólo será verdadera cuando el árbol haya dejado de ser en acto árbol y sea ya armario; y entonces la afirmación verdadera será “es ahora armario”, y no “podía ser armario”. Para este tipo de explicaciones acerca del devenir ontológico es para lo que es útil, por ejemplo, la teoría metafísica de la ficción.

      “Lo único que sería necesario explicar “metafísicamente”, por así decir, es que haya cosas a las que se les puede atribuir alguna propiedad… pero obviamente esto no se puede hacer sin cometer una petición de principio”.
      No es ninguna petición de principio sostener que, dada la naturaleza ontológica de un ente, éste puede ser predicado de ciertos tipos de entes y no de otros. De nuevo, es una imposición derivada del propio objeto de estudio. Porque de siete naranjas puedo decir que son siete, pero lo que no puedo decir es que son universales. El hecho anterior de que haya cosas con propiedades no requiere ya explicación por ser empíricamente (fenomenológicamente) primero; lo que requiere es descripción. Y así decimos que una cosa es el objeto, el ente (antes se decía sustancia, pero se dejó por los errores que implicaba; mira, un avance metafísico), y otra sus propiedades; de tal manera que un ente puede cambiar sus propiedades sin necesidad de dejar de ser el mismo. Tesis ésta que procede de la simple descripción metafísica del hecho de que hay cosas con propiedades. Es un ejemplo de cómo una descripción de base, que no es petición de principio más que por ser primera en el orden lógico y fenomenológico, genera conocimientos futuros.

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  23. para llegar a pensar eidéticamente en el número 7 primero necesitamos partir de una representación con contenido material en el que el número 7 se vea encarnado
    No veo por qué. En todo caso, esa es una cuestión empírica. Es obvio que los números transfinitos de Cantor no los «vemos encarnados» en ningún objeto de nuestra experiencia, o los números irracionales, o los espacios de más de 3 dimensiones. La matemática no necesita que los objetos de los que habla tengan algún «reflejo material». Naturalmente, la comprensión de los números y de las propiedades espaciales es una precondición psicológica para entender cosas de matemáticas más avanzadas, pero no me hace falta suponer que tú y yo tenemos una capacidad de hacer algo así como «pensamiento eidético» para explicar esas capacidades, sino que lo más razonable es suponer que no se trata más que de una sofisticación cognitiva de algunos elementos que ya existen en otros animales: http://naturacuriosa.blogspot.com.es/2009/06/animales-que-saben-contar.html
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    Y luego dicen que la metafísica es dogmática. Para dogmas, los números, al parecer. Si creo que los teoremas matemáticos son verdaderos es porque he decidido jugar al juego de tomarlos como verdaderos
    Bueno, si todo es un juego, también es un juego la metafísica, y decidir jugar al juego de hablar de «modos de ser», «pensamiento eidético», «propiedades ontológicas», etc., etc. Si se trata de eso, pues es bien sencillo: no veo cómo podría dejar de creer que las ecuaciones de segundo grado tienen un máximo de dos soluciones, pero me parece sencillísimo dejar de jugar al juego de los «estatutos de ser».
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    Después de Heisenberg, esperaba que las matemáticas dogmáticas ya no siguieran siendo aceptadas, la verdad.
    ¿Me puedes decir exactamente dónde dice Heisenberg que no hay que aceptar «matemáticas dogmáticas»? Mira que sé cosas sobre Heisenberg, pero no había visto nunca que dijera algo así. Pero bueno, tal vez se me haya pasado.
    En todo caso, yo no soy dogmático en matemáticas ni en nada: el ser humano es falible, e igual que nos hemos equivocado muchas veces al aceptar una teoría científica que luego se ha sustituido por otra (p.ej., la mecánica de Newton por la de Einstein), admito que también es posible que partes importantes de nuestra aritmética, o de la teoría de conjuntos, o de cualquier otra rama de las matemáticas, tengamos que reconocer algún día que estaban equivocadas y sean sustituidas por otras de las que las primeras fuesen algo así como una «aproximación». Pero no serán los libros de Marzoa, o de Heidegger, o de Husserl, los que nos puedan ayudar a encontrar esas otras teorías mejores, sino trabajos matemáticos (que, por supuesto, pueden estar inspirados en alguna idea filosófica). La cuestión es que, para serte sincero, si se me apareciera un genio como el de Aladino y me obligase a apostarme el cuello por cuál de las dos siguientes teorías será aceptada mayoritariamente dentro de cincuenta años: la aritmética elemental por los científicos y contables, o la fenomenología de Husserl por los filósofos, no dudes que apostaría por lo primero… y sospecho que tú también 😉
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    • “no me hace falta suponer que tú y yo tenemos una capacidad de hacer algo así como “pensamiento eidético” para explicar esas capacidades, sino que lo más razonable es suponer que no se trata más que de una sofisticación cognitiva de algunos elementos que ya existen en otros animales.”
      El argumento que me enlazas aquí no tiene relación con lo que estamos hablando, porque, ése sí, remite a una capacidad más o menos sofisticada de calcular: nosotros somos capaces de cálculos más complejos, los animales de menos. Los ordenadores más que nosotros aún. Pero nosotros estábamos hablando de la aprehensión del número 7 en sí mismo. Que no se percibe por sensibilidad externa, sino que se aprehende mediante otro tipo de facultad. A esa facultad que aprehende algo del tipo quiliágono, o que aprehende lo afectado en el cálculo infinitesimal, la llamamos “intuición eidética”. No, por supuesto, porque perciba unos superentes en la mente de Dios, o en el cielo de las Ideas platónicas (del que Platón nunca habló), sino porque capta entes con una naturaleza ontológica diferente a la de los entes que percibimos por percepción sensible externa. La llamamos “eidética” porque hemos convenido en llamar “idea” al contenido mental, de manera que, por extensión, al referente de ese contenido mental lo llamamos eidético. El pensamiento eidético, entonces, es el que, por ejemplo, es capaz de comprender que, dado un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los catetos al cuadrado, sin necesidad de representarse sensiblemente ningún triángulo rectángulo. O el que es capaz de calcular el área que ocupa un quiliágono en el que cada uno de sus lados mide 5 cm., sin necesidad de percibir por sensibilidad externa ningún quiliágono ni servirse de ninguna representación mental con contenido material.

      “no veo cómo podría dejar de creer que las ecuaciones de segundo grado tienen un máximo de dos soluciones, pero me parece sencillísimo dejar de jugar al juego de los “estatutos de ser”.”
      Pues eso es lo que llevo varias páginas de respuestas intentando conseguir, el mostrar que es oportuno jugar al juego de analizar los estatutos de ser. El concepto “juego” lo utilizo, obviamente, en el sentido de la teoría de juegos, en el que una actividad está basada en reglas que no requieren ser demostradas para ser válidas porque sostienen su validez en una decisión. Desde mi punto de vista, cualquier actividad que llevemos a cabo, tanto práctica como intelectual, es un juego con una fundamentación decisional de este tipo. También el método de demostración es un juego al que hemos decidido jugar, frente al juego, por ejemplo, de la fe religiosa.

      “¿Me puedes decir exactamente dónde dice Heisenberg que no hay que aceptar “matemáticas dogmáticas”?”
      La indeterminación cuántica del principio de indeterminación de Heisenberg provoca, en el ámbito lógico, la probabilidad de las teorías científicas. De ahí que el principio de indeterminación de Heisenberg y el principio de incertidumbre de Schrödinger estén vinculados a un nivel lógico. Si lo que dice el principio de indeterminación es cierto, y se aplica generalizadamente, eso provoca que los axiomas teóricos sean meras hipótesis, y no tesis autoevidentes, como se suponía en la física clásica que era, por ejemplo, la gravedad de Newton.

      “no dudes que apostaría por lo primero… y sospecho que tú también ;-)”
      En realidad, a día de hoy el 95% de los filósofos son fenomenólogos porque aceptan el famoso principio de todos los principios de Husserl, aquél de que toda teoría científica debe partir de lo dado tal cual es dado y dentro de los límites en que es dado. El 5% restante son los que siguen creyendo en conocimientos a priori y cosas así. Así que no me apostaría mucho el cuello por la alternativa.

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  24. Nosotros hablamos de que el unicornio “es” algo, y de que por ser algo existe de alguna manera
    Pero, ¿QUÉ unicornio? Lo siento, creo que empecé con un mal ejemplo. Seguiré con mi amigo Vicky el vikingo: Vicky no existe (ni existió), eso lo tenemos claro tú y yo, así que no hace falta existir. Lo que tú aceptas y yo no es que «Vicky el vikingo es algo» (p.ej., vikingo, o hijo de Olaf, o muy inteligente). Yo digo que todas esas frases son literalmente falsas, y cuando las afirmamos no estamos haciendo una descripción de algo que tiene una especie de realidad fantasmal entre el existir y el no existir, sino que estamos haciendo algo CON FRASES FALSAS QUE SABEMOS QUE SON FALSAS. En casos como este sí tiene más sentido decir que estamos «jugando a un juego» (si entendemos «juego» en sentido más cercano al literal, no en un sentido en el que TODO sea un juego): jugamos a que existe Vicky y lo describimos, pero sabemos que no existe y que, por lo tanto, no hay nada que describir, sólo hay descripciones (que estas sí que existen: lo que dicen las historias sobre Vicky) que son falsas, pero entretenidísimas.
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    Existe como ficción, es decir, como algo que no necesita existir aquí y ahora para ser lo que es. Del mismo modo que el número 7 no necesita estar encarnado en siete naranjas para ser lo que es.
    Insisto, para mí «existir» no tiene nada que ver con «estar encarnado»; esta es una propiedad como otra cualquiera, y existir NO ES UNA PROPIEDAD. El número 7 existe porque sabemos que EXISTE alguna solución positiva a la ecuación «x^2=49», porque EXISTE un sucesor del 6, porque EXISTEN infinitos números primos y 7 es el cuarto de la lista, etc., etc., etc. Nada de eso necesita que el 7 esté «encarnado» en algo (igual que los transfinitos de Cantor no necesitan estar «encarnados» en nada para que sepamos que existen). En cambio, Vicky el vikingo no existe, punto. Lo que existen son historias sobre un personaje imaginario (o sea, que no existe) al que llamamos «Vicky el vikingo». No hace falta admitir la categoria de «algo que existe como ficción»: es más sencillo decir que llamar a algo «ficción» es una forma de decir que no existe, y que lo que se afirma sobre ello es, por lo tanto, falso, aunque sea muy entretenido o interesante.
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    • “Pero, ¿QUÉ unicornio?”
      Plantear esa pregunta es ya desviarse de la cuestión. Me pongo en plan socrático: no pregunto por este o aquel objeto que resulta ser unicornio, sino por el unicornio como predicado.

      “estamos haciendo algo CON FRASES FALSAS QUE SABEMOS QUE SON FALSAS.”
      No es correcto. La expresión lógica “para todo X, si X es Vicky, entonces es vikingo” es verdadera, y no necesita para ello que exista efectivamente ningún X que sea Vicky el vikingo. Lo que la hace verdadera es que el objeto “Vicky” tiene entre sus propiedades definitorias el ser vikingo. Aquí la identidad que te confunde es entre verdadero y existir.

      “existir NO ES UNA PROPIEDAD.”
      Exacto, y por eso el número 7 existe tanto como las naranjas.

      “es más sencillo decir que llamar a algo “ficción” es una forma de decir que no existe, y que lo que se afirma sobre ello es, por lo tanto, falso, aunque sea muy entretenido o interesante.”
      Cierto, es más sencillo. Pero si lo dices así de simple, resulta que el siguiente paso es tu afirmación de que lo que se afirma sobre la ficción es falso; afirmación que es falsa. Porque, de nuevo, es verdadero decir que Don Quijote es un hidalgo de La Mancha, sin necesidad de que exista ni Don Quijote ni La Mancha. El juicio predicativo “Sauron es el señor de Mordor” es verdadero, porque le atribuye al sujeto “Sauron” una propiedad “ser señor de Mordor” que le pertenece. El que es falso es el juicio existencial “Existe un tal Sauron que es el señor de Mordor”. Pero son dos juicios distintos. Decir las cosas a medias provoca errores futuros como el de confundir esos dos juicios.

      Dejo para mañana la respuesta a los siguientes comentarios.

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  25. Esa pregunta por el “antes del antes” es la que, decía, nos lleva a dos opciones: o la historia es infinita, y así podemos decir “los ladrillos, antes de ser edificios, eran ladrillos, y antes eran roca, y antes eran…”, y así hasta el infinito; o bien aceptamos que la historia, como orden temporal, se sostiene sobre el ser, como orden lógico-trascendental, y entonces entendemos los cambios históricos y los reposicionamientos de seres como “paso de la potencia al acto y del acto a la potencia”.

    ????? Reconozco que me he vuelto a quedar descolocado. Al principio estaba pensando en que las dos opciones eran la primera que tú dices, o bien la de que existe un principio del tiempo antes del cual no sólo no ocurre nada sino que no hay tiempo (igual que no hay ningún punto al norte del polo norte), y te iba a contestar que sí, pero que esas no son las dos únicas alternativas: hay infinitas posibles estructuras matemáticas distintas que el tiempo podría tener, y averiguar cuál es la más adecuada para representar los hechos del mundo físico es tarea de la física, no de la filosofía. Pero cuando he leído la «segunda opción» me he quedado con cara de tonto: no entiendo, de veras, lo que quiers decir con que «el orden temporal se sostiene sobre el orden lógico-trascendental», o qué tendría que ver eso con un supuesto «paso de la potencia al acto». Lo mismo me pasa con lo de los «reposicionamientos de entes». Disculpa mi ignorancia, pero te agradecería una versión más Barrio Sésamo.
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    no toda verdad depende de una demostración argumentativa
    Claro que no. La verdad es la verdad, la sepamos o no, la argumentemos o no. Sobre este tema, me remito a las entradas que te enlacé de mi blog, sobre la teoría deflacionista de la verdad.
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    la misma demostración argumentativa parte de sostener tesis como verdaderas que no están demostradas
    Por supuesto. En ese tema soy, como decía arriba, falibilista, y creo que todo (desde la ciencia empírica hasta la matemática, desde la investigación policial a la metafísica, y desde la mecánica de automóviles a la técnica del ligoteo) funciona más bien según el método HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO: siempre partimos de CONJETURAS, y sacamos lo mejor que podemos las consecuencias que podemos de ellas, y vemos si coinciden con otras consecuencias que sacamos de otras conjeturas. Aquellas conjeturas que nos funcionan mejor, las aceptamos como verdaderas, pero siempre cabe la posibilidad de que nos equivoquemos y que lo que estamos tomando como verdadero sea falso. Lo que ocurre es que diversas ramas del conocimiento nos llevan a conjeturas con diversos grados de certeza: la certeza absoluta no existe, por supuesto, pero estoy mucho más seguro de que 2+2=4 y de que el oxígeno es un elemento químico que de que mi madre me concibió después de su boda (como ella jura y perjura, aunque nací a los ochos meses de la boda), y por supuesto, que de la mayor parte de lo que dice Heidegger. En particular, la hipótesis de que hay conocimientos no conjeturales (sino «transcendentales», «apodícticos», o algo así) me parece una de las conjeturas más pésimas que hay en epistemología
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    Hay por tanto dos niveles de verdad
    Sobre este tema, me remito a mis entradas. Si quieres, para no enredar más, discutimos del tema de la verdad allí:
    http://abordodelottoneurath.blogspot.com.es/2013/09/deflactando-la-verdad-1.html
    http://abordodelottoneurath.blogspot.com.es/2012/02/mas-sobre-por-que-la-verdad-no-es-un.html
    http://abordodelottoneurath.blogspot.com.es/2012/02/mas-sobre-por-que-la-verdad-no-es-un_08.html

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    • Sigo con las respuestas que dejé pendientes ayer, y continúo respetando el orden de publicación. Perdona que tarde tanto en responder y que no responda cada vez a todos tus comentarios (ni siquiera hoy podré responder a todos los que me quedan); por fortuna o por desgracia, no puedo dedicarle a ello todo el tiempo que me gustaría, sino el que las obligaciones laborales me permiten.

      “no entiendo, de veras, lo que quieres decir con que “el orden temporal se sostiene sobre el orden lógico-trascendental”, o qué tendría que ver eso con un supuesto “paso de la potencia al acto”. Lo mismo me pasa con lo de los “reposicionamientos de entes”.”
      Con lo de “reposicionamiento de entes” me refería simplemente a los cambios de lugar que una cosa material sufre a lo largo de su historia. Era una respuesta al ejemplo del edificio que pusiste al principio. Los componentes de un edificio, antes de estar en el edificio, están en los ladrillos, y antes de estar en los ladrillos están en la roca, y así sucesivamente. Esos reposicionamientos se despliegan en un orden cronológico de sucesos; de ahí que la historia de los reposicionamientos dé lugar a preguntarse por el principio del orden cronológico.
      La fundamentación del orden temporal en el orden lógico-trascendental significa que lo que se da en el tiempo recibe su condición de posibilidad de la naturaleza ontológica de los entes presentes en esa serie temporal. Así, una cosa cambia, por ejemplo la madera deja de ser árbol y pasa a ser armario, porque su naturaleza ontológica posibilita ese cambio. Si no lo hiciera, ese cambio nunca sería posible, y por eso nunca jamás se dará en el orden temporal un suceso en el que la madera pase a ser mármol. La condición metafísica de todo ente de poseer potencia y acto, y que ello haga posible el cambio ontológico, es lo que condiciona que, en el orden temporal, se produzca el devenir de acontecimientos. Esto es lo que quería decir con la expresión “el orden temporal se sostiene sobre el orden lógico-trascendental”. Y esto es lo que es posible aceptando que existe un grado inferior de existencia, el potencial, virtual, ficticio o como queramos llamarlo, por debajo del grado de existencia actual. Si no fuera así, si todo lo que existe fuera como el dios aristotélico o como la sustancia de Spinoza, es decir, acto puro, sin potencia, entonces el orden temporal se limitaría a ser un instante eterno sin acontecimientos, sin devenir histórico, en el que lo único que pasaría (en el sentido de paso del antes al después) serían ilusiones, fantasmas, pero no verdaderos cambios. La primera opción que yo planteé, la de la serie eterna en el orden temporal, se ajusta al dios aristotélico, es decir, a una historia en la que nada ocurre de verdad. La segunda opción depende de que exista lo potencial, que funciona entonces como condición de posibilidad trascendental del cambio en acto.

      “la hipótesis de que hay conocimientos no conjeturales (sino “transcendentales”, “apodícticos”, o algo así) me parece una de las conjeturas más pésimas que hay en epistemología.”
      Date cuenta de que el método hipotético-deductivo, desde el momento en el que acepta que la relatividad de la hipótesis se extiende al conjunto del edificio deducido desde ella, funciona según la lógica de una estructura trascendental: la deducción es posible a condición de que la verdad de la hipótesis no sea puesta en duda; o, dicho de otro modo, es posible deducir una verdad de la hipótesis siempre y cuando no pretendamos alcanzar la verdad de la hipótesis en uno de los pasos de la deducción. Así que las hipótesis son tomadas como condiciones trascendentales de posibilidad de la deducción.
      Más allá de este sentido de trascendental, cualquier otra concepción de lo que es trascendental (la revelación heideggeriana del ser, la mente de Dios, el imperativo moral kantiano…) que implique una validez universal y necesaria de eso trascendental con independencia de la aceptación o no de su verdad es pura ingenuidad, ciertamente. Y lo mismo ocurre con la verdad apodíctica o autorevelada de una tesis. Nada es autoevidente de suyo, en el sentido de que se haga verdad a sí mismo. La verdad de todo fundamento depende de la decisión humana de tomarlo como tal. A este respecto, la capacidad nadificadora de la que habla Sartre en “El ser y la nada”.

      “Sobre este tema, me remito a mis entradas. Si quieres, para no enredar más, discutimos del tema de la verdad allí.”
      Tomo nota 😉 Por cierto, aprovechando, quedaba pendiente una promesa de respuesta a tu entrada acerca del concepto de existencia. Pero, sinceramente, creo que ya no hace falta, porque sería repetir lo dicho aquí.

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  26. “En ningún momento he dicho que “la estética es innecesaria”.
    Te cito a ti mismo: “Yo no digo que deba “prohibirse” plantear esas preguntas. Digo que no es NECESARIO plantearlas.”

    Ojo: una cosa es LA estética (sólo una mínima parte de la cual se dedica a defender el «ser de la ficción»), y otra cosa es TU PARTICULAR TESIS sobre cuál es el «ser de la ficción». Lo que estaba diciendo es que tu pregunta da por supuestas unas tesis que no hay necesidad de creer, y por lo tanto, no hay necesidad de plantear la pregunta si no se aceptan esas tesis. Eso no quiere decir que LA estética (que es algo a lo que se dedican bastantes amigos míos, y no hablan para nada de lo que estamos discutiendo ahora tú y yo) no sea una rama interesantísima de las humanidades.
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    entonces, ¿no tenemos que estudiarlas? ¿No podemos intentar racionalizarlas, a ver si en algún momento llegamos a hacerlas verdaderas?
    Pues depende. Si alguien me dice «tu afirmación de que no hay ningún punto de la tierra al norte del polo norte ¿implica que no podemos intentar ir más al norte del polo norte?», pues le respondería: «hombre, por poder, puedes intentarlo, pero me apuesto lo que sea a que no vas a llegar». Que por el camino encuentre cosas muy interesantes, aunque no tengan nada que ver con «lo que hay más al norte del polo norte», eso siempre es posible, claro.
    Por cierto, yo no diría que la ciencia «hace verdadero» nada. Priestley creía haber demostrado que existía el flogisto, pero eso no hizo existir al flogisto. Y los continentes ya se movían muchos millones de años antes de que Wegener conjeturase que lo hacían y de que los geólogos de los años 60 confirmasen su conjetura. Yo diría que Wegener «descubrió» que los continentes se desplazaban, y en tu caso, pues me alegraré mucho si consigues descubrir algo que antes no se sabía (pero que, si lo descubres, pues es que ya era verdad aunque nadie lo hubiera descubierto).
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    tampoco voy a rechazar una explicación A por el hecho de que sea más complicada o rebuscada que otra B si la explicación A resuelve vacíos lógicos o contradicciones que la explicación B no es capaz de afrontar, o si la explicación A ofrece respuestas a más preguntas que la explicación B
    Me parece muy bien, pero yo prefiero, antes de eso, intentar determinar si esos problemas, vacíos, contradicciones, etc., dependen de algunas presuposiciones que estamos haciendo sin necesidad de hacerlas. O sea, prefiero primero intentar ayudar a la mosca a salir de la botella.
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    no sé qué necesidad hay de elitismos de ese tipo
    No se trata de ningún elitismo (te ruego que no leas mi texto jugando al juego de «este intenta demostrar que es intelectualmente superior»), sino de una descripción de lo que, honestamente, opino que es el grado de complejidad de la cuestión INICIAL: donde tú pareces ver UNA pregunta, yo veo varias PRESUPOSICIONES, cada una de las cuales invita a formular varias preguntas, sin responder afirmativamente a las cuales es imposible aceptar que la pregunta inicial tenga sentido.
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    respondiéndote antes a otra cosa he respondido indirectamente a la pregunta “¿tenemos alguna justificación racional para pensar que la noción de causalidad puede aplicarse a la existencia de algo en general, en vez de sólo a la sucesión regular de fenómenos empíricos?”.
    Pues te ruego disculpas, pero no he leído nada en tus respuestas que sea una respuesta a ESA pregunta. Intentaré formularla más claramente: cada objeto del universo y cada suceso que ocurre en él, está en algún lugar del espacio y en algún momento del tiempo; pero EL UNIVERSO ENTERO no tiene sentido preguntarnos «dónde está» (o «¿dónde está el espacio?», o «¿cuándo ocurre el tiempo?»). Sencillamente, parece claro que el espacio y el tiempo son propiedades de los objetos y acontecimientos que hay EN el universo, no tanto propiedades DEL universo. De la misma manera, PODEMOS conjeturar (aunque no responder) que las relaciones de causalidad son relaciones entre sucesos que ocurren EN el universo, pero no algo que podamos decir que relaciona EL universo con ALGO MÁS. Es decir, es posible conjeturar que «la causa de que exista el universo» es IGUAL DE SINSENTIDO que «el lugar que el espacio ocupa en el espacio». Tal vez sí, tal vez no, pero lo que digo es que no conozco ninguna justificación racional ni para afirmar que sí ni para afirmar que no.
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    • “Si alguien me dice “tu afirmación de que no hay ningún punto de la tierra al norte del polo norte ¿implica que no podemos intentar ir más al norte del polo norte?”
      De nuevo, la analogía aquí es incorrecta, al menos mi punto de vista es que es incorrecta. Porque en el caso de la pregunta por el punto de la tierra al norte del polo norte es contradictoria en sí misma, ella misma impide su propia respuesta. Situación diferente es la de la metafísica, que se mueve en un campo previo al de la verdad empíricamente demostrable, a sabiendas de que, por culpa de eso, los argumentos que ofrezca deberán forzosamente presentar una validez diferente a la de los argumentos que sí son factibles de ser demostrados. Pero esa peculiaridad epistemológica de la metafísica, que hace que siempre sea la ciencia buscada y nunca alcanzada (en palabras de Aristóteles), no implica que sea contradictoria en sí misma. Simplemente supone el reconocimiento de un campo de verdad inferior, o distinto, al de la verdad demostrativa.

      “yo no diría que la ciencia “hace verdadero” nada. (…) si lo descubres, pues es que ya era verdad aunque nadie lo hubiera descubierto.”
      Aquí me muevo en terreno resbaladizo, no porque no tenga claro lo que voy a decir, sino porque soy consciente de lo, digamos, políticamente incorrecto de ello. Tiene que ver con el decisionismo epistemológico que acabo de formular antes tan alegre y despreocupadamente. Que la ciencia no hace verdadero nada, es cierto: no porque la ciencia diga que algo es verdadero, ello va a ser verdadero como tal. Pero que si descubrimos que algo sea verdadero, ello sea posible porque ya antes lo fuera, no creo que pueda ser sostenido con suficiente validez. ¿Cómo podríamos llegar a saber que ya antes era verdadero? Nuestro “descubrimiento” supone el inicio temporal de nuestra consideración de esa tesis como verdadera, pero no tiene ningún alcance fuera de ella que nos permita trascender su formulación como tesis científica y alcanzar a la realidad tal y como ésta es antes de que nosotros formulemos nuestras tesis para describirla. Es lo que se deriva, de nuevo, de la teoría de Heisenberg, es la moraleja del gato de Schrödinger: que todo lo que digamos acerca del mundo tiene como límite de validez justamente nuestro ámbito de predicación, pero no el mundo en sí mismo. ¿Antes de que Pitágoras formulase su teorema, éste era verdadero? Bueno, todo lo que podemos saber es que, una vez hemos establecido que el teorema de Pitágoras es verdadero, a partir de ahí cualquier aplicación suya que hagamos, tanto proyectándonos hacia el futuro como hacia el pasado, lo encontrará como siendo verdadero; lógicamente, no podía ser de otro modo, nosotros lo estamos proyectando partiendo de su valor de verdad. Pero no sabemos nada de él fuera de nuestro tomarlo como verdadero.

      “donde tú pareces ver UNA pregunta, yo veo varias PRESUPOSICIONES.”
      De todas las preguntas que formulaste en aquel momento como más sofisticadas que la simple “¿por qué hay ser, y no más bien nada?”, ninguna de ellas creo que pueda formularse en un sentido cronológico con anterioridad al asombro del “¿por qué hay ser, y no más bien nada?”. Lo que llamas presuposiciones son consecuencias lógicas derivadas de esa primera formulación inicial como método para responderla, porque no encontrarían motivación alguna de ser planteadas si no se diera la pregunta de origen que abriese el vacío explicativo.

      “no he leído nada en tus respuestas que sea una respuesta a ESA pregunta.”
      La respuesta era: sí, se puede aplicar la noción de causalidad a algo más que a la mera sucesión de fenómenos empíricos. Estaba implicada en el argumento con el que intenté separar la explicación causal de la sucesión temporal.

      “PODEMOS conjeturar (aunque no responder) que las relaciones de causalidad son relaciones entre sucesos que ocurren EN el universo, pero no algo que podamos decir que relaciona EL universo con ALGO MÁS.”
      Efectivamente. Pero, lo siento, no entiendo la necesidad de traer esto aquí a colación. A menos, claro, que entiendas por universo el universo físico, constatable por experiencia externa. Si es así, entonces sí existen relaciones de causalidad fuera del universo. Pero la pregunta, por ejemplo, de “¿qué hay fuera del universo?”, entendiendo por universo todo lo que hay, es tan contradictoria como la del punto al norte del polo norte. Pero en ningún momento de esta conversación he sostenido nada semejante a eso.

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  27. A mí, por ejemplo, comprobar que hay una diferencia ontológica que provoca que un ente sea físico y no biológico me lleva a preguntarme por aquello que produce esa diferencia; y no darle respuesta a esa pregunta es crear uno de esos vacíos explicativos que te mencionaba.
    No veo, honestamente, qué otra cosa puede ser «entender qué produce la diferencia entre un ente físico biológico y un ente físico no biológico», aparte de «entender de qué manera la materia física se configura de tal manera que el resultado es un ser vivo». Pero esta es una pregunta científica (a la que la ciencia ha dado muchos elementos para construir la respuesta -toda la biología molecular, p.ej.-, aunque por supuesto, no tenemos una respuesta completa, como casi nunca en la ciencia -ni en nada-). No hay ningún «vacío explicativo», porque es justo lo que investigan miles y miles de biólogos. Sinceramente, no sé cuál puede ser la parte «filosófica», «no-científica» de la pregunta, ni de qué modo te parece que tu enfoque la puede iluminar.
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    yo, ante una posición así, no puedo permanecer impasible porque siento que se me está tomando el pelo, y que se me quiere hacer pasar por completa una teoría explicativa que deja deliberadamente cosas sin explicar
    Como he dicho más arriba (creo), la ciencia siempre dejará muchas cosas sin explicar (y lo que no es la ciencia, también, claro); esto es parte de la naturaleza de eso en lo que consiste «explicar» en la ciencia: http://abordodelottoneurath.blogspot.com.es/2013/04/puede-la-ciencia-explicarlo-todo.html
    Pero una cosa es reconocer que siempre nos quedarán inevitablemente cosas por explicar, y otra es aceptar por las buenas que un «problema» que alguien está intentando explicar ES REALMENTE un problema, y no un pseudo-problema, creado sólo por la impresión que causan los conceptos que utilizamos. Los antiguos (algunos) discutían mucho sobre el problema de qué hay «al borde del océano», pero evidentemente sus especulaciones sobre el tema iban TODAS ellas descaminadas, porque estaban dando por supuesto que la tierra era plana y el océano tenía un «borde». ¿De veras no crees que es saludable plantearse la autocrítica de si las presuposiciones que uno está haciendo en su teoría son de verdad necesarias o sólo se lo parecen a uno?
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    parece que por fin hemos llegado al acuerdo de que ser y existir son cosas completamente diferentes.
    Bueno, para ser sinceros, yo pensaba ya eso desde hace más de veinte años. Eres tú el que has ido atribuyéndome falsamente la idea de que confundo ser con existir. 😉
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    se da la distinción entre entes materiales e inmateriales
    Como se da la distinción entre entes que están formados por un par de otras entidades (p.ej., un liquen, o un número complejo), y entes que no (p.ej., el número cero, o un fotón). O como se da la distinción entre entes cuya existencia era conocida antes del año 1800 (el hierro, el número pi) y entes que no (las estrellas de neutrones, los transfinitos cantorianos), y estas diferencias son «ortogonales» con la de «material/inmaterial», y por lo tanto, tan dignas de ser explicadas como ella. Diferencias hay muchas, y todas son exactamente igual de importantes. Lo que no es NECESARIO aceptar es que la existencia de la diferencia entre seres materiales e inmateriales sea un hecho particularmente interesante a explicar, más que las otras diferencias que he mencionado, y cuya respuesta deba desempeñar un papel importante en una teoría, más que ser una mera curiosidad. Me parece, en cambio, MUCHÍSIMO más interesante la cuestión de cómo carajo nos las apañamos NOSOTROS para averiguar que hay estrellas de neutrones o números transfinitos, mientras que las lagartijas no pueden.
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    Hay seres (los contradictorios) que por su mismo tipo de ser es imposible que existan.
    Me parece mucho más occamiano expresarlo así: «hay DEFINICIONES que, al ser contradictorias, no existe nada que las cumpla». Fíjate, con sólo un plumazo nos hemos quitado de encima el peso de tener que cargar con toneladas de «seres contradictorios».
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    Otros (los necesarios) que implican su existencia por su mismo tipo de ser (quedando pendiente, como decía Brentano, comprobar empíricamente que haya algún ser de ese tipo).
    En esto, también sigo a Kant (y a Frege): como «existir» no es una propiedad, da igual qué propiedades se incluyan en la definición de algo, que esa definición no puede implicar que la cosa exista.
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    La existencia de algunos seres tiene ciertas circunstancias derivadas de su ser material,
    De nuevo, la compresión kantiano-fregeana de «existir» hace innecesario pensar que «existir tiene ciertas circunstancias» sea una frase con sentido. Existir es existir. Todo lo que sean «circunstancias» va a los predicados, no al cuantificador.
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    Si, en aras de la exactitud terminológica, prefieres sustituir “distintos tipos/modos de existencia” por algo así como “una misma existencia de distintos tipos ontológicos”, acepto la enmienda, aunque honestamente considero que una expresión de ese tipo es mucho más rebuscada que la anterior.
    De nuevo lo considero innecesariamente complejo (y que sigue sin asumir que la existencia no es una propiedad). Pero aunque lo fuera: hay triángulos agudos y triángulos obtusos, pero «ser triángulo» es lo MISMO en los dos casos, es decir, un triángulo agudo y un triángulo obtuso no tienen «formas distintas de SER TRIÁNGULO», sino que son triángulos EXACTAMENTE EN EL MISMO SENTIDO. Lo que tienen es OTRAS propiedades que los diferencian, ADEMÁS de la de ser triángulos. O si yo tengo en el bolsillo dos monedas de un euro, y tú dos monedas de un dólar, mis monedas no son dos «en otro sentido, o de otra manera» que las tuyas: tanto las tuyas como las mías son dos en el ÚNICO sentido en el que hablamos de «ser dos». Pues aún con más razón al hablar de la existencia, que NO es una propiedad como sí lo es ser un triángulo o ser dos.
    Por cierto, sabrás que el cuantificador existencial se representa a veces como una V mayúscula grande. Eso es así porque, desde el punto de vista formal, ese cuantificador funciona como una «gran disyunción» (y el cuantificador universal como una «gran conjunción»: decir «todos son guapos» equivale a una conjunción infinita de la forma «A es guapo, Y B es guapo, Y C es guapo, etc., etc.»; decir «existe alguien que es guapo» equivale, en cambio, a decir «A es guapo, O B es guapo, O C es guapo…». Es decir, los cuantificadores tienen un significado MUCHÍSIMO más próximo al de las conectivas («y», «o») que al de los predicados («guapo»), son más bien el mismo tipo de cosa que las conectivas (lo que los lógicos medievales llamaban «símbolos sincategoremáticos»). Pues bien, teniendo esto en cuenta, se hace más obvio todavía el sinsentido de hablar de «modos de existencia»: dos cosas no «existen de modo ontológicamente diferente» por el hecho de que una sea sólida y otra gaseosa, o una material y otra inmaterial, del mismo modo que la disyunción «o llueve o hace frío» no «disyunta de modo ontológicamente distinto» a la disyunción «o gana el Madrid o gana el Atleti».
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    • “No veo, honestamente, qué otra cosa puede ser “entender qué produce la diferencia entre un ente físico biológico y un ente físico no biológico”, aparte de “entender de qué manera la materia física se configura de tal manera que el resultado es un ser vivo”.”
      Lo segundo, lo propiamente científico, se responde mediante una descripción de hechos. Lo primero, lo metafísico, se responde mediante una descripción de propiedades ontológicas.

      “¿De veras no crees que es saludable plantearse la autocrítica de si las presuposiciones que uno está haciendo en su teoría son de verdad necesarias o sólo se lo parecen a uno?”
      Por supuesto que sí. Pero no hay que confundir autocrítica con necesaria anulación. Ni, tampoco, hay que confundir la imposibilidad de resolución por vía demostrativa con la inutilidad epistemológica de ello. Si partimos de que la ciencia se levanta sobre hipótesis cuya verdad no puede demostrar, sino que la verdad de las hipótesis está sostenida por la decisión de tomarlas como verdaderas, ello abre un campo (inmenso) de cuestiones cuyo asentimiento o rechazo no depende de lo que puede o no puede demostrarse. Y lo importante de esas cuestiones, lo que las hace relevantes de ser o no planteadas y estudiadas, es qué aportan a la resolución del resto de problemas que sí pueden ser demostrados. Por ejemplo, en qué medida investigar acerca de la existencia o no de seres virtuales nos resulta útil para reducir la pretensión de absolutismo lógico de la física. Se trata de entender las consecuencias que una teoría tiene en el resto de las dimensiones humanas, intelectuales y prácticas, aceptando que esas consecuencias no siempre pertenecen al campo de la teoría deductiva. Si estudiar si al final del mar existen bestias increíbles no nos aporta nada a nuestro modo de comportarnos con el mundo, podemos abandonar esa teoría. Si plantear la existencia de seres virtuales abre la posibilidad de interpretar el mundo físico de un modo más acorde a experiencias irreductibles a él, entonces sí tiene utilidad estudiar esa pregunta. Aunque ninguna de las dos pueda ser resuelta por vía demostrativa.

      “Diferencias hay muchas, y todas son exactamente igual de importantes.”
      Falso. La distinción “entre entes cuya existencia era conocida antes del año 1800 y entes que no” tiene un campo de aplicación excesivamente pequeño, y requiere además de un criterio de distinción planteado artificialmente sobre las propiedades que definen a esos entes. La distinción entre entes materiales y entes virtuales, en cambio, no necesita imponerle ningún tipo de criterio artificial a aquellas propiedades que definen a esos entes, sino que parte de lo que ellos mismos son; además de que su campo de aplicación es sumamente mayor, en verdad la totalidad de lo existente. De ahí que la segunda distinción sea más importante que la primera.

      “Me parece mucho más occamiano expresarlo así: “hay DEFINICIONES que, al ser contradictorias, no existe nada que las cumpla”. Fíjate, con sólo un plumazo nos hemos quitado de encima el peso de tener que cargar con toneladas de “seres contradictorios”.”
      En realidad no te has quitado nada, porque las dos tesis pertenecen a campos de resolución diferentes; o, dicho de otro modo, responden a cuestiones distintas. La mía, “hay seres contradictorios que imposibilitan por sí mismo su existencia”, es una cuestión ontológica que responde a la pregunta ¿en qué medida la constitución ontológica de un ente afecta a su existencia? La tuya, en cambio, es una cuestión epistemológica, relativa al modo como nosotros establecemos una definición. La tuya acepta ser planteada en relación a distinciones específicas individuales que no llegan a constituir un ente, como “ser rubio y moreno”. La mía sólo remite a entes concretos y delimitados, no a propiedades de entes. Por querer simplificar la cuestión la has ampliado enormemente, y te has complicado su respuesta al cambiarle el campo de resolución.

      “En esto, también sigo a Kant (y a Frege): como “existir” no es una propiedad, da igual qué propiedades se incluyan en la definición de algo, que esa definición no puede implicar que la cosa exista.”
      Claro. Fíjate que es exactamente lo mismo que digo yo, y a lo que tú respondes.

      “Existir es existir. Todo lo que sean “circunstancias” va a los predicados, no al cuantificador.”
      Y como lo que existe lo hace con esas propiedades, unos seres existentes lo harán en ciertas circunstancias y otros en otras. Hablar de las circunstancias de la existencia no anula que existir sea existir. No veo la necesidad de explicitar ese hecho en algo que lo toma como cierto.

      “un triángulo agudo y un triángulo obtuso no tienen “formas distintas de SER TRIÁNGULO”, sino que son triángulos EXACTAMENTE EN EL MISMO SENTIDO.”
      Falso. Son triángulos exactamente en el mismo sentido sólo en lo que respecta a su ser triángulo, pero no a su ser agudos u obtusos. La diferencia formal de ser rectangular o isósceles introduce una distinción específica en lo que tienen en común. Por eso, ser triángulo obtuso no es lo mismo que ser triángulo agudo. Ambos comparten el género lógico “triángulo”, pero presentan una distinción específica entre las propiedades que los definen que los distancia dentro del mismo género. Tu simplificación de la predicación te hace obviar esas distinciones ontológicas. Lo mismo ocurre con lo de las monedas. Efectivamente, si yo tengo dos euros, y tú dos dólares, ambos tenemos dos de algo; pero ese algo que tenemos es justamente diferente, porque si, creyendo que tenemos lo mismo porque ambos tenemos dos de algo intento pagar con lo mío en USA me echarán de la tienda. Por eso es importante atender a las distinciones ontológicas que diferencian tipos de entes más allá de su pertenecer a un género común.

      “aún con más razón al hablar de la existencia, que NO es una propiedad como sí lo es ser un triángulo o ser dos.”
      En ningún momento he dicho que existir sea una propiedad. Me lo atribuyes por lo que digo de que se puede existir de diferentes modos. Pero los modos no son del existir, sino de aquello que existe. Me has insistido varias veces en lo de que existir no es una propiedad, y no entiendo de dónde derivas que yo lo entiendo así, cuando he definido existir (por activa y por pasiva) como la posición efectiva de un ente.

      “dos cosas no “existen de modo ontológicamente diferente” por el hecho de que una sea sólida y otra gaseosa”.”
      Precisamente sí lo hacen, porque una existe incluyendo la propiedad ontológica “ser sólida”, y otra existe incluyendo la propiedad ontológica “ser gaseosa”. Son dos entes ontológicamente diferentes que comparten el hecho de existir. Fíjate que el adverbio “ontológicamente” te está ya diciendo que no está hablando de un modo de existir, sino de un modo de ser. Además, el adverbio cualifica a modo, y no a existir. Así que, de nuevo, no sé por qué tendríamos que hablar del existir como una propiedad que se tiene de un modo u otro. Y eso que empecé a utilizar esa terminología más exacta y explícita porque vi justamente que considerabas ambiguo decir “modos diferentes de existir”, aunque consideraba que, entendiendo claramente “existir” por “poner el ser”, la expresión como tal no requería de más exactitudes. Pero, a pesar de hacerlas, al parecer la ambigüedad sigue persistiendo, aunque confieso que no entiendo dónde ni por qué.

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  28. procesos físicos cerebrales que efectivamente existen como tales, no es oportuno aceptar como sinónimos (como literalmente hace tu argumentación) “procesos mentales” y “procesos cerebrales”. Una neurona no piensa, una conexión eléctrica entre neuronas no es un pensamiento. Pensamiento es el epifenómeno que se produce en esa conexión eléctrica, pero no ella misma (y que conste que utilizo el término de epifenómeno por simple comodidad de discusión, ya que me resulta un término insoportable además de incorrecto: un fenómeno o lo es, o no lo es, pero en absoluto puede ser epi-fenómeno; eso es como decir que una mesa es casi-mesa).
    Bueno, yo tampoco creo que el pensamiento sea un epifenómeno, aunque por razones muy distintas. Creo más bien que el pensamiento es un fenómeno superveniente: http://abordodelottoneurath.blogspot.com.es/2011/10/superveniencia-y-determinismo.html
    Tampoco una célula cardíaca bombea la sangre: hace falta todo el corazón, en realidad, todo el organismo (y con el pensamiento, igual). Pero bueno, esto nos llevaría demasiado lejos. Centrémonos en el tema.
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    Si tienes esto en cuenta, es decir, si partes de que lo físico sólo ejecuta procesos físicos, y nada más, ello te fuerza a sostener que los procesos mentales con los que pensamos y describimos lo físico no son, ellos mismos físicos.
    Más bien pienso que, PUESTO que los procesos mentales SON procesos físicos, cualquier descripción teórica de los procesos mentales que parezca implicar la imposibilidad de que lo sean estará mal (será una descripción superficial, que se fija sólo en algunos aspectos, útil para reflexionar sobre ciertos aspectos del pensamiento pero no otros, etc., etc.). Prefiero adoptar una posición empirista, según la cual hay bichos por ahí, que hacen cosas muy diversas gracias a su diferente constitución biológica: construir nidos, cazar gacelas, hibernar, atraer a las hembras con su canto…, y me doy con un canto en los dientes si consigo establecer qué ACTIVIDADES Y PROCESOS EMPÍRICAMENTE DETERMINABLES (que tienen lugar en esos organismos, y en la interacción con su entorno) merece la pena que los llamemos, no «hibernar» o «cazar gacelas», sino «contar un chiste» o «demostrar un teorema». Decir que los procesos mentales no son procesos físicos porque hemos dado una descripción de los procesos mentales que implica que no pueden ser físicos me parece tan injustificado como afirmar que la tierra es plana porque tenemos mapas muy útiles de la tierra, y esos mapas son planos: el problema no está en la redondez de la tierra, sino en los mapas.

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    • “Decir que los procesos mentales no son procesos físicos porque hemos dado una descripción de los procesos mentales que implica que no pueden ser físicos me parece tan injustificado como afirmar que la tierra es plana porque tenemos mapas muy útiles de la tierra, y esos mapas son planos: el problema no está en la redondez de la tierra, sino en los mapas.”
      Pues ocurre que yo, por mucho que me empeñe, nunca consigo tocar un pensamiento (y me acuerdo ahora de que fuiste tú quien insististe, por ejemplo, en reducir el significado de “contactar” a una interactuación física, sin permitir la polisemia que acepta la RAE al respecto). Podría, con pinzas sumamente especiales, tocar la neurona que produce el pensamiento, o reflejar las conexiones eléctricas que lo producen. Pero nunca podría tocar el pensamiento como tal. Puedo interactuar de un modo físico con todo lo que es físico, pero resulta que no puedo hacerlo con un pensamiento. Decir que el pensamiento es la conexión eléctrica entre neuronas, y nada más, porque es ésa la que podemos medir, controlar, observar y comunicar objetivamente (al modo del conductismo o de la neuropsicología), es reducir el ámbito del ser a lo medible, contable, observable y comunicar objetivamente. Cosa que, ciertamente, hay que demostrar. Para empezar, el mismo significado de todas estas cosas negras en la pantalla del ordenador no es, él mismo, nada físico.

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  29. ¿Sólo aceptas ese “bit de información” en relación a las entidades matemáticas? ¿O también aceptarías, por ejemplo, que existe un sentido del concepto “mesa”, que es el que nos permite decir “esto es una mesa”?
    ????? No. Lo que digo es que todos los «sentidos» son, en el fondo, estructuras matemáticas (algoritmos, o de otro tipo), incluyendo los «sentidos» de los conceptos comunes y corrientes.
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    Si esto es así, te doy la bienvenida a la metafísica de Husserl: a eso que Frege llamaba “sentido”, a lo que los lingüistas entienden como “significado” de los “significantes”, al concepto de 7, es a lo que Husserl llama “ente virtual”
    Me alegro por Husserl, pero yo no veo necesidad de llamarlo «virtual», salvo que uno haya leído de Frege sólo «Sentido y referencia», y no la obra que verdaderamente le convirtió en el creador de la lógica moderna, la «Conceptografía». El 7 no tiene NADA de «virtual»; existe TANTO como cualquier otra cosa que exista. Lo único que le pasa es que no posee cualidades FÍSICAS.
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    hay un tipo de seres, a esos que, digo, creo, tú llamas “estructuras matemáticas”, que existen en nuestra mente, y que nosotros usamos para referirnos tanto a entes materiales
    No, no, yo no digo que los entes matemáticos «existan en nuestra mente». Los números no son el tipo de cosa que ESTÁ en algún sitio, no tienen propiedades espaciales, ni físicas en general. Si yo estoy pensando en el número 7, y tú también, en tu cerebro o en tu mente está lo que esté, y en la mía lo que esté, pero el 7 no está «en» ellas. Tampoco hace falta que esté en nuestra mente el Taj Majal para que tú y yo pensemos en él. Y cuando demostarmos que EXISTEN infinitos números primos, obviamente en nuestra mente sólo está la representación de unos pocos de esos números, no la de todos ellos. Luego lo que está en nuestra mente NO SON los (infinitos) números primos (sino algo a lo que llamamos «el acto de creer que hay infinitos números primos», p.ej.).
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    de lo que yo he estado hablando en todo momento (y de ahí mi insistencia en separar ser y existir) es de eso, de lo que los conceptos son, lo que tú llamas la “naturaleza” de los conceptos.
    Pues te pido disculpas. Creía que hablabas de Sancho Panza, no del concepto de Sancho Panza. El concepto de Sancho Panza claro que existe (no «virtualmente», sino del único modo en que lo existe existe, que es existiendo). Sancho Panza, en cambio, ni existe realmente ni virtualmente, sólo «ficticiamente», o NO existe pero HACEMOS COMO SI existiera cuando leemos la novela.
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    me quedará el vacío explicativo que responde a la pregunta: ¿qué es un concepto?
    Si se trata sólo de «llenar un vacío explicativo», tenemos miles de teorías sobre los conceptos, y podríamos elegir una de ellas al azar y quedarnos con ella. Yo no digo que esté mal BUSCARLA. Sólo digo que no me convence ninguna de las que conozco. Y digo también que a estas alturas de la historia me parece ingenuo intentar buscar una teoría «meramente filosófica» sobre la naturaleza de los conceptos, sin dedicar una parte importantísima de la teoría a la cuestión de cómo se las arreglan los humanos gracias a sus cerebros para entender y utilizar los conceptos, mientras que otros animales, con cerebros también muy complicados, no pueden. Por otro lado, igual que se pudo averiguar un montón de cosas sobre cómo utilizaba el cuerpo humano los elementos químicos antes de saber cómo estaban constituidos los núcleos atómicos, también es posible averiguar muchas cosas interesantes sobre cómo nos las apañamos para manejar conceptos sin necesidad tener una teoría «fetén» sobre «la naturaleza última de los conceptos». Al fin y al cabo, ¿en serio crees que alguna vez tendremos una teoría «fetén» -o sea, indiscutible desde el punto de vista racional- sobre «la naturaleza última» de cualquier cosa? Creo que 2500 años de historia de teorías fallidas en filosofía nos debería enseñar que a lo mejor no es tan buena idea la de pensar que nuestra mente nos proporciona una especie de «acceso VIP» a «la naturaleza última» de nada de nada.
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    Totalmente de acuerdo, si incluyes dentro de esas propiedades la de “ser” a secas (y no la de existir, que por supuesto no es una propiedad). Porque para que un objeto «sea algo» (verde, grande, rugoso, material, mental…), primero debe simplemente «ser». Y con eso ya tienes un nuevo campo de estudio: el estudio del ser, no como la relación de algo con sus propiedades, sino como el simple darse de algo, entendiendo ese darse no como existir, claro está, sino como el simple y llano “ser” que es puesto luego o no en el existir.
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    ¡Buaaaa! No. Dilo de esta manera: para que un objeto tenga alguna propiedad, primero tiene que existir. No hay algo intermedio entre «existir» y «ser (en el sentido predicativo)», que sea el «ser (en el sentido de posición originaria, el simple darse, o yo qué sé)», o más bien no hay NECESIDAD de suponer que lo hay. Es el típico ejemplo de un berenjenal en el que nos metemos por tomarnos demasiado en serio las palabras que usamos.
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    Falso. El unicornio ES un animal con forma de caballo y un cuerno en la frente
    No: ese es un error causado por tomarnos demasiado en serio la forma gramatical de la definición. Una definición no dice lo que «algo es», en el sentido en que decimos que mi hija es estudiante de la ESO. La forma correcta de entender una definición es como un PREDICADO, no como una frase: Unicornio, en este sentido, es un predicado. No es que UN unicornio SEA un animal con forma de caballo y un cuerno en la frente, sino que «a algo se le aplica el predicado ‘es un unicornio’ si y sólo si se le aplican los predicados ‘tiene forma de caballo’ y ‘tiene un cuerno en la frente'». Expresada la definición así se volatiliza el seudoproblema originado por pensar que «el unicornio es algo».
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    Bueno, lo siento pero lo dejo. Como dice Sabina, «¡qué charla te he dao!». Gracias por la paciencia.

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    • “Lo que digo es que todos los “sentidos” son, en el fondo, estructuras matemáticas (algoritmos, o de otro tipo), incluyendo los “sentidos” de los conceptos comunes y corrientes.”
      Imagino que lo llamas “estructuras matemáticas” porque en las matemáticas es donde más evidente se hace la existencia de ese tipo de entes que no son como las cosas físicas. Platón hizo lo mismo al decir que llegamos a las ideas al modo de los matemáticos, planteándolas primero como hipótesis. Pero transponer eso a todo el ámbito de lo que es, y decir que todo lo que cumpla una condición ontológica semejante a la de los entes matemáticos son por ello mismo matemático me parece completamente innecesario. Sobre todo, porque entonces nos encontramos con que, por ejemplo, a los significados lingüísticos de las palabras no los llamaríamos, ciertamente, lingüísticos, sino matemáticos. Aunque esto reconozco que, al final, es pura discusión por las palabras, siempre y cuando nos entendamos en lo que ellas dicen.

      “El 7 no tiene NADA de “virtual”; existe TANTO como cualquier otra cosa que exista. Lo único que le pasa es que no posee cualidades FÍSICAS.”
      Genial. Eso, precisamente eso, es ser virtual: no tener cualidades físicas. Y se utiliza precisamente para subrayar, frente al positivismo radical, que existen entes que no son físicos, y cuya existencia, por tanto, no puede constatarse por experiencia externa.

      “Los números no son el tipo de cosa que ESTÁ en algún sitio, no tienen propiedades espaciales, ni físicas en general.”
      Aquí el error es mío, mi expresión fue lamentablemente ambigua. Con lo de “existen en nuestra mente” me refería a que los aprehendíamos mediante procesos eidéticos, no de experiencia sensible; y ello, justamente, porque no tienen propiedades físicas.
      Por cierto, que si el número 7 no está ni en mi cerebro ni el tuyo cuando ambos pensamos en él, es porque es algo más que lo que hay en nuestro cerebro (dicho sea en relación a lo de antes de reducir lo mental a lo físico-cerebral).

      “Creía que hablabas de Sancho Panza, no del concepto de Sancho Panza.”
      Confundes el objeto de predicación, y de ahí te sale el error que criticas. El Quijote no habla de Sancho Panza como existiendo, sino que presenta el sentido, concepto, ente ficticio, o como quieras llamarlo, de Sancho Panza; que, de nuevo, no necesita existir al modo como tendría que existir de ser verdadero el juicio “Sancho Panza existe” para poder ser lo que es. De ahí que cuando leemos no hagamos lo que tú dices: no hacemos como que existe (¿cómo se hace eso? No llego a imaginármelo). Es el niño pequeño el que lee El Quijote como si fueran las noticias del día, y al que tenemos que decirle “date cuenta de que ni Don Quijote ni Sancho Panza han existido nunca en la historia”. Pero, una vez hemos aprendido eso, ya no hacemos como si existieran; no requerimos de ello para leer El Quijote.

      “a estas alturas de la historia me parece ingenuo intentar buscar una teoría “meramente filosófica” sobre la naturaleza de los conceptos, sin dedicar una parte importantísima de la teoría a la cuestión de cómo se las arreglan los humanos gracias a sus cerebros para entender y utilizar los conceptos.”
      Por supuesto. ¿Quién lo ha negado?

      “Al fin y al cabo, ¿en serio crees que alguna vez tendremos una teoría “fetén” -o sea, indiscutible desde el punto de vista racional- sobre “la naturaleza última” de cualquier cosa?” Realmente no lo creo. Pero tampoco creo que una teoría tenga que ser “fetén” para que merezca ser estudiada y cuestionada. La validez de las teorías (de todas, desde que aceptamos que la ciencia también es meramente hipotética) no depende de su absoluta necesidad lógica. Sería absurdo, teniendo en cuenta que, por muy inclinado que me sienta lógica y prácticamente a decir que 2+2=4, siempre puedo, en último término, vivir como si 2+2=5. Moriré probablemente a la primera de cambio, pero me es posible hacerlo, y eso muestra que 2+2=4 no es absolutamente necesario.

      “Creo que 2500 años de historia de teorías fallidas en filosofía nos debería enseñar que a lo mejor no es tan buena idea la de pensar que nuestra mente nos proporciona una especie de “acceso VIP” a “la naturaleza última” de nada de nada.”
      Lo de teorías fallidas me impone preguntar automáticamente “fallidas, ¿para quién?”. No, ciertamente, para aquellos que han vivido acorde a ellas. Probablemente, son fallidas para aquellos que han proyectado sobre ellas criterios de validez externos a los que ellas mismas imponen, y las han juzgado en consecuencia como fallidas. Obviamente. También si quiero clavar un clavo, y lo intento hacer con agua, diré que el agua no sirve para clavar el clavo; pero es que quizá estoy proyectando sobre el agua algo que no le es propio.

      “Dilo de esta manera: para que un objeto tenga alguna propiedad, primero tiene que existir. No hay algo intermedio entre “existir” y “ser (en el sentido predicativo)”, que sea el “ser (en el sentido de posición originaria, el simple darse, o yo qué sé)”.
      En el sentido predicativo, claro que no lo hay. Pero es que existir, como te gusta subrayar, no es una propiedad a predicar, no reside del lado de las propiedades. Lo que sí reside del lado de las propiedades es el ser, anterior a «ser-algo». Todas aquellas cosas acerca de las cuales jamás nadie ha pensado, que nunca se nos han pasado por la mente ni siquiera como algo imaginado, acerca de las cuales nadie ha dicho ni oído ni visto nada, todas esas, justamente por ello, no son. Y no porque no existan, que hay muchas que son y no existen, como el círculo cuadrado, sino que porque radicalmente no llegan siquiera a ser por culpa de que nunca las hemos tratado de ninguna manera. De nuevo, tu esfuerzo simplificador de la cuestión te genera en consecuencia un error.

      “No es que UN unicornio SEA un animal con forma de caballo y un cuerno en la frente, sino que “a algo se le aplica el predicado ‘es un unicornio’ si y sólo si se le aplican los predicados ‘tiene forma de caballo’ y ‘tiene un cuerno en la frente’”. Expresada la definición así se volatiliza el seudoproblema originado por pensar que “el unicornio es algo”.”
      No veo por qué. Lo intentaré formular a tu manera. Digamos que intentamos definir unicornio como aquello a lo que se predican las propiedades de “tener forma de caballo” y “tener un cuerno en la frente”. Eso te exige reconocer que esas propiedades pertenecen a algo, precisamente aquello de lo que las predicamos. Y es aquello de lo que las predicamos lo que decimos que es; de lo contrario, nunca podríamos predicar nada de ello.
      Además, fíjate que yo no hablaba de que “el unicornio sea algo”. Ese juicio, tal cual, pertenece ya a una de las ontologías regionales, que surgen precisamente porque los entes, más allá de ser, son algo. Mientras que es la ontología universal la que habla de los entes en tanto que simplemente son.

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  30. Corrijo la ambigüedad subrayando que el “aquí y ahora” es sólo una especificación del detalle del darse de algo.
    Bien, pero sigo sin entender lo de «posición». Primero, me parece un término mucho menos claro que «existir» (es más claro decir «existen infinitos números primos» que «hay puestos infinitos números primos»). Es un error de los que los escolásticos llamaban «explicar ‘obscurus per obscurium'». Segundo, lo de «poner» hace referencia (aunque sea inadvertidamente, como la carga psicológica del término «conatus») a alguien que «pone» lo que existe. Los huevos los ponen las gallinas, pero los números primos no los «pone» nadie, simplemente existen (no «están ahí» tampoco, porque, como bien has dicho, no tienen nada que ver con un «ahí» o «ahora»). Tercero, y en relación con esto, nos hace tender por simpatía inconsciente hacia la tesis de que el que piensa o cree que existe algo no sólo tiene la responsabilidad de pensarlo o creerlo, sino que es él quien «pone» las cosas al creer en ellas, mientras que lo que creo (normalmente) al creer que existe algo (p.ej., que existían dinosaurios hace millones de años), es, precisamente, que existe con independencia de que yo lo piense o no; es más, pensamos que existen muchas cosas que nadie ha conocido ni pensado jamás, así que no se trata de que alguien las haya «puesto».
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    La verdad, ni de lejos llevo a cabo un proceso mental que se parezca a “imaginarme que Don Quijote existe” cuando leo El Quijote.
    Pues qué lectura más rara: yo cuando leo «en un lugar de la Mancha vivía un hidalgo», pues me imagino justo eso, que en un lugar de la Mancha vivía un hidalgo, o sea, me imagino que en un lugar de la mancha HABÍA un hidalgo que vivía allí. Después me imagino que HAY un campesino llamado Sancho al que contrata como escudero, que HAY unos molinos con los que lucha don Quijote, etc., etc. Y «hay», en estos casos, tiene para mí el mismo (y único sentido que conozco) de «haber» que cuando digo «hay infinitos números primos», «hay más de una solución para muchas ecuaciones» o «hay animales que se alimentan de plantas».
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    El juicio estético no tiene relación alguna con la existencia o inexistencia del ente dado,
    ¡¡¡¡Pues claro que no!!!! Pueden ser igual de buenas, como novelas, una que relate hechos ficticios (como El Quijote), o una que relate hechos que realmente ocurrieron (o al menos algunos de ellos, como «Africanus»). En realidad, los novelistas pueden conseguir a veces efectos estéticos notables gracias a jugar con nuestro conocimiento de que algunos de los hechos narrados en sus novelas son verdaderos y otros no, así que «la existencia o inexistencia de los entes de los que habla una novela» puede ser, a menudo, un elemento de importancia estética. Pero a lo que iba no era a eso: no digo que al leer una novela tengamos que CREER que lo que dice es verdad; digo, sencillamente, que cuando leemos una novela nos estamos IMAGINANDO lo que dice la novela; si la novela dice «Largo tiempo he estado acostándome temprano», pues al leerlo imaginamos (o «consideramos en nuestra mente la frase…», o como quieras decirlo) que alguien, el narrador, ha estado acostándose temprano mucho tiempo, es decir, nos imaginamos que HAY una persona que ha estado acostándose temprano mucho tiempo. SABEMOS que no la hay (bueno, en este caso, tal vez sí la hubiera), y sabemos que es IRRELEVANTE que la hubiera o no (salvo que ese detalle sea importante para el efecto estético que el novelista quiere conseguir); pero eso que sabemos es irrelevante, a su vez, para el hecho de que estamos IMAGINANDO (o «pensando») lo que dice la novela.
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    Consiste en responder a la pregunta: “dado que existen cosas que poseen categorías ontológicas diferentes (unas son físicas, otras biológicas, otras éticas…), ¿qué consecuencias tiene para la existencia de esas cosas el hecho de pertenecer a una categoría u otra?” Pregunta que es de orden metafísico al ser universal, y no regional.
    Primero, ¿hay según tú propiedades que NO sean «categorías ontológicas»? (¿podrías decir: «unas son musicales, otras son verdes, otras son aburridas, otras son polinómicas…»?) No entiendo muy bien qué quieres decir con «categorías ontológicas». Lo más parecido que se me ocurre sería «una propiedad que unas cosas poseen y otras no, y que no constituye una subclase de una clase más general, salvo de la clase universal (la de todas las cosas existentes)» [aviso: la noción de «conjunto de todas las cosas» es lógicamente inconsistente]; pero «haber sido pensado por alguien» es un predicado que cumple esta característica, o «ser descriptible al menos parcialmente en términos matemáticos». Segundo: en cambio, «biológico» y «ético» no me parecen en este sentido «regiones ontológicas SEPARADAS» (como, digamos, lo «material» lo sería de lo «inmaterial»), pues no hay nada que sea biológico y no sea físico, como no hay nada que sea ético y no sea biológico. Entonces, si lo «ético» es una «categoría ontológica», ¿por qué no lo «discotequero»? Y si TODO es una categoría ontológica, ¿para qué nos vale ese concepto, si en el fondo lo único que estamos haciendo es preguntarnos «¿qué consecuencias tiene para cada cosa tener las propiedades que tiene?» (que es una pregunta tautológica: las «consecuencias» son, precisamente, las propiedades que la cosa tiene; equivaldría, por tanto, a «¿qué propiedades tiene una cosa por tener las propiedades que tiene?»).
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    Lo que implica, a un nivel lógico, que cuando la física responde a esa pregunta no está haciendo, propiamente, física, sino metafísica.
    Realmente, no consigo formularme con precisión y exactitud «esa pregunta», de tal modo que me salga una pregunta mínimamente interesante, ni para la física ni para la filosofía. Te agradecería que me dieras un poco más de detalle sobre a qué pregunta te refieres exactamente, y que luego cambiaras en ella «físico» por «discotequero» (que también es una región ontológica determinada) y viéramos si la pregunta tiene algún valor en ambos casos.
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    “¿por qué unos seres pueden llegar a existir y otros no?”
    Con la mano en el corazón, no se me pasa por la cabeza una respuesta interesante que la metafísica pueda dar a esta pregunta, y que no sea simplemente la respuesta que dan las ciencias en cuestión, cuando es posible darlas (p.ej., «¿por qué pueden llegar a existir gambas?»… pues por la selección natural; «¿por qué pueden llegar a existir números primos?»… pues, no pueden: los números primos existen, pero no «llegan a existir»; «¿por qué puede llegar a existir el universo?», pues… ni puta idea, y ni siquiera, como dije arriba, sé si la pregunta tiene sentido -tal vez el universo no sea el tipo de cosa que LLEGA a existir, o que EMPIEZA a existir como resultado de un PROCESO previo; ¿tiene tu metafísica una forma de responder a esto?).
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    Del mismo modo, como dice Leibniz, universos incomposibles con el nuestro no pueden nunca darse
    La teoría cuántica de Everett dice justo lo contrario. Nadie sabe si es verdadera, pero imposible no es. De todas formas, no hace falta una TEORÍA metafísica para aceptar algo más simple, como que nuestras teorías sobre el universo es preferible que sean lógicamente consistentes (y aun esto no está claro).
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    Si, siguiendo ese orden lógico, vas de lo más particular a lo más general, encontrarás por el camino las denominadas regiones del ente, que definen los campos de estudio de las distintas ciencias regionales
    Es lo que te intentaba decir. La hipótesis de que SÓLO HAY una forma de dividir las propiedades de modo que haya unas que son las más generales de todas, es una hipótesis falsa. P.ej., la propiedad «haber sido pensado por alguien» incluye tanto objetos físicos como no físicos, matemáticos y no matemáticos (p.ej., ángeles), así que «lo que ha sido pensado por alguien» y «lo que no ha sido pensado por nadie» son dos categorías IGUAL DE MÁXIMAS que las de «material» e «inmaterial», pero distintas de ellas. Del mismo modo, la propiedad «que se puede medir» vs la propiedad «que no se puede medir»: a cada una de ellas pertenecen tanto objetos físicos como objetos inmateriales (entidades matemáticas), así que serían también «regiones máximas del ser». O dicho de otro modo, te engañas al creer que la LÓGICA es la que te hace llegar a la conclusión de que «material» es una de esas «regiones ontológicas»: la lógica es absolutamente agnóstica sobre la cuestión de cuáles pueden ser las «regiones» en las que a una TEORÍA le resultará más adecuado «dividir» los objetos de los que habla.

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    • “Primero, me parece un término mucho menos claro que “existir” (es más claro decir “existen infinitos números primos” que “hay puestos infinitos números primos”).”
      Te permito recordarte (porque sé que lo sabes bien) que Hume, Kant y Brentano se vieron obligados a formular el existir como la posición efectiva del ser porque frente a ellos había unos señores que consideraban el mero darse de un ente concreto, Dios, como condición suficiente para su existencia. Los tres tuvieron que decirle a esos señores que existir no podía ser entendido así, y para hacerlo recurrieron a lo de la “posición”. Si “existir” te resulta un término mucho más claro es porque nosotros, por suerte, venimos a pensar estas cuestiones después de que Hume, Kant y Brentano las dejasen bien claras, y entonces ya no tenemos que explotar lo de la posición del ser.

      “Segundo, lo de “poner” hace referencia (aunque sea inadvertidamente, como la carga psicológica del término “conatus”) a alguien que “pone” lo que existe.”
      Ni de lejos. Es más, preguntarse por “¿quién pone?” en relación a “lo puesto” sí que es presuponer que poner requiere de un alguien. Voy a ser cansino de nuevo, diciendo que Husserl nos recordó (aunque en relación a problemas diferentes), que, ante lo dado, no hay que retrotraerse a elementos anteriores a ello pero imperceptibles de suyo para aceptarlo como dado.

      “Tercero, y en relación con esto, nos hace tender por simpatía inconsciente hacia la tesis de que el que piensa o cree que existe algo no sólo tiene la responsabilidad de pensarlo o creerlo, sino que es él quien “pone” las cosas al creer en ellas.”
      ¡Ojalá! Con la de veces que he pensado en diez billones de euros. No, hombre, no…

      “Me imagino justo eso, que en un lugar de la Mancha vivía un hidalgo, o sea, me imagino que en un lugar de la mancha HABÍA un hidalgo que vivía allí.”
      Justamente: te imaginas. No juzgas su existencia o inexistencia, sino que creas la imagen de ello. Imaginar algo no tiene nada que ver con juzgarlo existencialmente. Puedo imaginarme un círculo cuadrado mediante una imagen semántica (las imágenes no son sólo visuales, como muy bien saben los ciegos), y pensar, después, que no existe. Ahora, si identificas “haber” con “existir” porque sólo reconoces el sentido de “haber” como el de “existir”, entonces me gustaría que me explicaras el significado de una expresión como “hay algo a lo que llamamos unicornio”. Yo, desde tu presupuesto, sólo puedo entender esa expresión como “existe algo que llamamos unicornio que no existe”.

      “El juicio estético no tiene relación alguna con la existencia o inexistencia del ente dado ¡¡¡¡Pues claro que no!!!! Pueden ser igual de buenas, como novelas, una que relate hechos ficticios (como El Quijote), o una que relate hechos que realmente ocurrieron (o al menos algunos de ellos, como “Africanus”).”
      Yo no he dicho que una novela que habla de cosas que no han existido pueda ser igual de buena que otra habla de cosas que sí han existido. He dicho que el juicio estético no tiene relación con la cuestión acerca de si lo narrado en la novela existe o no. Además, el juicio estético no juzga el valor de una obra de arte. Desde la “Crítica del Juicio” de Kant llamamos juicio estético al juicio que se mueve mediante ideas estéticas, es decir, mediante sentidos o significados que, precisamente, no tienden a reflejarse en lo existente.

      “¿hay según tú propiedades que NO sean “categorías ontológicas”?”
      Sí. Las categorías ontológicas son aquellas que nos permiten dividir los entes en grupos desde el ser, es decir, son aquellas respecto de las cuales, si intentamos retrotraernos a su género, lo único que encontramos es el ser, y no un género intermedio. Según esto, “ser rubio” no es una categoría ontológica, pero sí “ser material”. Con esto respondo igualmente a lo de “ser discotequero”: no todo es una categoría ontológica.

      “aviso: la noción de “conjunto de todas las cosas” es lógicamente inconsistente.”
      Y por eso el ser no es algo así como el género supremo, ni la metafísica una ciencia del tipo de las que se mueven mediante géneros y distinciones específicas.

      “es una pregunta tautológica: las “consecuencias” son, precisamente, las propiedades que la cosa tiene; equivaldría, por tanto, a “¿qué propiedades tiene una cosa por tener las propiedades que tiene?”
      En absoluto. Me serviré, por utilidad, de la distinción sintético y analítico. Para describir a esta mesa como un ente material sólo necesito decir que es extenso, que ocupa un espacio. Decir que la mesa puede ser tocada no remite a una propiedad que la defina, sino que es una propiedad que tiene porque tiene la propiedad ontológica de ser material. El juicio que es tautológico, analítico, es “la mesa ocupa espacio porque es extensa”; pero el juicio “la mesa es sensible porque es extensa” no es analítico, es sintético, amplía mi conocimiento acerca de aquello que implica ser extenso.

      “Te agradecería que me dieras un poco más de detalle sobre a qué pregunta te refieres exactamente, y que luego cambiaras en ella “físico” por “discotequero” (que también es una región ontológica determinada) y viéramos si la pregunta tiene algún valor en ambos casos.”
      La pregunta era: dado que existen cosas que poseen categorías ontológicas diferentes (unas son físicas, otras biológicas, otras éticas…), ¿qué consecuencias tiene para la existencia de esas cosas el hecho de pertenecer a una categoría u otra? Pongamos, entonces, que nos preguntamos qué es ser discotequero. Para aquél que quiere trabajar de DJ en una discoteca, y no de Dj en una boda, es bastante importante, la verdad; determina exactamente qué música debe poner y cuál no. Se juega su puesto de trabajo en saber responder esa pregunta.

      “Con la mano en el corazón, no se me pasa por la cabeza una respuesta interesante que la metafísica pueda dar a esta pregunta, y que no sea simplemente la respuesta que dan las ciencias en cuestión, cuando es posible darlas.”
      Volvemos al acto y la potencia. La madera puede llegar a existir como armario, o como silla, pero no puede llegar a existir como mármol. Su potencia de ser armario puede llegar a la existencia, no así la de ser mármol. ¿Que esto te resuelve a una pregunta que sólo existe como pretensión de sí misma? Bueno, quizá te sea suficiente quedarte en la descripción de que cierta tabla de madera ha pasado a ser una mesa. Y entonces te quedarás toda la vida comprobando empíricamente si alguna vez una tabla de madera pasa a ser de mármol. O, por el contrario, puede que las comprobaciones empíricas pasadas te hagan inferir el juicio ontológico de que la madera no posee entre sus potencias la de ser mármol. Para hacer lo primero, te basta y te sobra con la física, y no necesitas plantearte preguntas aparentemente innecesarias. Para lo segundo, necesitas la metafísica. Te invito a que te sitúes en los dos escenarios posibles, a ver cuál prefieres vivir.

      “De todas formas, no hace falta una TEORÍA metafísica para aceptar algo más simple, como que nuestras teorías sobre el universo es preferible que sean lógicamente consistentes (y aun esto no está claro).”
      El concepto leibniziano de universos composibles e incomposibles no hace referencia a nuestras teorías, sino al universo como tal. Nuestro universo, tal y como lo conocemos, es composible con el hecho de que el agua pueda convertirse en vino; hasta ahora no hemos encontrado el proceso químico para lograrlo, pero nada hay en la constitución ontológica del agua que lo haga intrínsecamente imposible. En cambio, nuestro universo es incomposible con un universo en el que Bill Gates no es el creador de Microsoft, y por eso no podemos formular teorías económicas o sociológicas que impliquen la verdad de la tesis “Bill Gates no es el creador de Microsoft”. Así que la teoría metafísica de los universos composibles e incomposibles, y la teoría epistemológica de la consistencia lógica de las teorías, son dos cosas completamente diferentes, hasta el punto de que la segunda se ve afectada por la primera.

      “La hipótesis de que SÓLO HAY una forma de dividir las propiedades de modo que haya unas que son las más generales de todas, es una hipótesis falsa.”
      Yo no he dicho en ningún momento que sólo haya una forma de dividir las propiedades que tienen los entes, la verdad. He dicho que el método lógico de división en géneros y especies es el que te da que unas distinciones sean superiores a otras. Si en vez de clasificar los animales por si son mamíferos u ovíparos, los quieres clasificar por si tienen plumas o no, también puedes, y entonces obtendrás un árbol lógico igualmente con sus distintos niveles.

      “así que “lo que ha sido pensado por alguien” y “lo que no ha sido pensado por nadie” son dos categorías IGUAL DE MÁXIMAS que las de “material” e “inmaterial”, pero distintas de ellas.” Falso. Me remito a lo dicho antes acerca de las distinciones ontológicas que detrás de ellas sólo tienen el ser, y no otro género intermedio.

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  31. para aquellos que creen que los ángeles existen, esto es, que su ser es puesto como dado en la realidad, los ángeles serían semejantes a los números en el aspecto de la existencia.
    No, no, en absoluto. Sólo se parecen en algo absolutamente superficial, y además, negativo: el que no se les puede percibir empíricamente (salvo si se manifiestan), o que «no son materiales». Pero pueden existir muchos TIPOS «ontológicamente máximos» de seres que no son materiales, es más, por poder, puede haber muchos en los que no hayamos pensado nunca.
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    es lo empíricamente dado lo que entiendo por “lo que es puesto efectivamente”.
    Sospechaba algo así. Por eso considero una mera y simple confusión categorial confundir «existir» con «estar puesto efectivamente»: existen infinidad de entidades que no se pueden percibir empíricamente (p.ej., existen infinitos números primos), pero incluso la gran mayoría de las cosas físicas que existen, han existido, o existirán, nunca nadie las ha percibido empíricamente, así que no están «puestas efectivamente», lo que no les ha impedido existir. Incluso admitiendo un sentido (desde mi punto de vista, excesivamente general y desvirtuante) de los términos «empírico» y «experiencia», insisto en que el hecho de que algo exista es TOTALMENTE DISTINTO del hecho de que alguien SEPA (o «experimente» o «perciba (eidéticamente o como sea)» que ese algo existe. Como decía: la inmensa mayoría de las entidades que existen o han existido, tanto las materiales como las inmateriales, nadie nunca tendrá ni la más remota idea de que existen o de cuáles son. Aunque no hubiera habido matemáticos o astrónomos, eso no habría hecho que los números primos o las galaxias no hubieran existido.
    Repito: una cosa es QUE algo exista o deje de existir, y OTRA cosa es lo que hacemos nosotros al afirmar que existe, o para averiguar que existe.
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    cómo es posible que un ente cambie sus propiedades, dejando de ser lo que era y pasando a ser algo diferente, si eso implica, a nivel lógico, su destrucción y su creación inmediatas?
    Bueno, formular la pregunta en esos términos asume un prejuicio injustificable: que el tiempo es una propiedad en algún sentido MÁS relevante que las otras. Desde el punto de vista lógico, el tiempo (la atribución de un momento o periodo temporal a una entidad o a un hecho) es una propiedad como cualquier otra (la altura, el precio, etc.). Preguntar «¿por qué pasan hechos distintos en momentos distintos?» no es una pregunta MÁS «fundamental» que la de «¿por qué pasan hechos distintos en lugares distintos?», o «¿por qué tienen títulos universitarios distintos personas distintas?». Lo que, en resumen, va a la pregunta parmenídea (no digo que Parménides la formulara, sino que su pensamiento permitió formularla): ¿por qué hay (o parece que hay) más de una cosa, por qué hay más de una propiedad, por qué sucede más de un hecho, si al fin y al cabo «existir» (o «ser») es lo mismo en el caso de todo lo que existe?». Platón hace una especulación interesante sobre este tema en su diálogo «Parménides» (en sus términos, claro, no en los míos), pero, en mi opinión, sin decir nada que merezca la pena tomar como verdades demostradas racionalmente, sino meras especulaciones. Yo, la verdad, no estoy seguro de que la pregunta (o la parte «por qué») tenga ni siquiera sentido: al fin y al cabo, tendríamos que INFERIR esa respuesta a partir de OTRAS proposiciones, que serían «hechos distintos», y por lo tanto, ya estaríamos ASUMIENDO que ocurre más de un hecho, que existe más de una cosa, que hay más de una propiedad. Por lo tanto, cualquier intento de respuesta sería una petición de principio.
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    • “existen infinidad de entidades que no se pueden percibir empíricamente (p.ej., existen infinitos números primos), pero incluso la gran mayoría de las cosas físicas que existen, han existido, o existirán, nunca nadie las ha percibido empíricamente, así que no están “puestas efectivamente”.”
      Confundes, como ya te comenté, “percibir” con “percibir por sensibilidad externa”. También hay percepción de cosas que no se lleva a cabo al modo de la sensibilidad externa, como cuando, precisamente, percibo el número 7. Si no fuera posible ese tipo de aprehensión, no podríamos hacer matemáticas, porque no tendríamos con qué hacerlas.

      “Como decía: la inmensa mayoría de las entidades que existen o han existido, tanto las materiales como las inmateriales, nadie nunca tendrá ni la más remota idea de que existen o de cuáles son.”
      Entonces, ¿cómo sabes que suponen la inmensa mayoría? Si nadie sabe ni ha sabido que esas cosas han existido, ¿cómo sabemos que han existido? Sólo sabemos que algo existe o ha existido cuando lo comprobamos, y entonces decimos que existía ya antes de que nosotros lo supiéramos porque presuponemos que no lo hemos puesto nosotros, ni que ha empezado a existir justo en el momento en el que nosotros lo hemos sabido (el conatus de Spinoza también juega un papel determinante en ese presupuesto). Hablar de las cosas que existen o no existen más allá de las que nosotros sabemos que existen o no resulta temerario, y para eso sí que hay que tener una buena razón. Por ejemplo, puedes decir: presupongo que pueden existir más cosas de las que sabemos que existen, porque, de lo contrario, nunca sería posible descubrir la existencia de algo nuevo. Pero, para mantenerte en el nivel de lo válido epistemológicamente, sólo puedes formular esa tesis como una posibilidad, no como un hecho.

      “Bueno, formular la pregunta en esos términos asume un prejuicio injustificable: que el tiempo es una propiedad en algún sentido MÁS relevante que las otras.”
      Lo siento, no llego a ver por qué. No creo que el tiempo sea una propiedad, porque no es algo que los entes tienen, sino la circunstancia en la que se encuentran. Tiempo y espacio no son propiedades, son localizaciones. Pero, aun así, si lo juzgamos como una propiedad, entonces sí es más relevante que las otras, porque es en base a ella como rige el principio de no contradicción. Decir que un árbol es mesa en el mismo momento temporal es contradictorio, pero no lo es si repartes las dos propiedades (ser árbol y ser mesa) en dos momentos del tiempo distintos. Lo que resuelve la contradicción no es la simple predicación del “ser árbol” o “ser mesa”, sino el modo temporal de hacer esa predicación.
      Esto, por cierto, es lo que hace que la pregunta “¿por qué pasan cosas diferentes en momentos distintos?” sea más importante que “¿por qué dos personas tienen títulos universitarios diferentes?”. El modo como respondas a la primera pregunta te introduce en un universo eterno e inmutable, en el que el cambio es sólo ilusorio, o en un universo en devenir; la respuesta a la segunda pregunta no tiene ningún efecto en el resto del universo más allá de los universitarios en cuestión.

      “Lo que, en resumen, va a la pregunta parmenídea (no digo que Parménides la formulara, sino que su pensamiento permitió formularla): ¿por qué hay (o parece que hay) más de una cosa, por qué hay más de una propiedad, por qué sucede más de un hecho, si al fin y al cabo “existir” (o “ser”) es lo mismo en el caso de todo lo que existe?”.”
      Sigo sin entender el motivo de traer a colación esta pregunta. La entendería en la versión que no incluye “existir”, sino “ser”, y que se pregunta por todo lo que es, y no lo que existe. Ésa sí es una pregunta parmenídea, porque el ser parmenídeo es eterno y no admite cambio alguno. La versión de esa pregunta vinculada al existir, en cambio, resulta sin sentido. Pero yo en ningún momento la he sostenido, ni nuestro argumento la implica. Nuestro argumento sostiene la pregunta por la posibilidad del cambio en el ser de algo, que automáticamente tiene consecuencias en su existencia en los casos en los que ese algo existe. Pero nada tiene que ver nuestro argumento con esa misma pregunta por el cambio referida sólo al existir de lo que cambia.

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  32. nadie HACE COMO que es verdadero lo que lee. Porque si lo hace, ya no está leyendo, en el sentido estético del acto, sino juzgando lo dicho lógicamente
    Cuando juego al risk «hago como que conquisto países», pero evidentemente no «juzgo» que estoy conquistando países. Yo no he dicho que JUZGUEMOS (o sea «afirmemos», «demos nuestro asentimiento a», «creamos», etc.) que Don Quijote vivía en un lugar de la Mancha. Sólo digo que al leer la novela, IMAGINAMOS que Don Quijote vivía en un lugar de la Mancha, o sea, que HAY, o había, un pueblo en la Mancha en el que HABÍA un señor que se creía un caballero andante. Realmente, si tú no haces ese tipo de cosas al leer una novela, no sé qué haces. Yo he escrito la mía (que os recomiendo muy encarecidamente http://regalodereyeslanovela.blogspot.com ) precisamente PARA QUE la gente que la lea se lo pase estupendamente IMAGINANDO las historias que cuento en ella.
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    es menester una teoría ontológica que justifique por qué existe un cierto tipo de entes, los ficticios, que escapan a la lógica de la verdad y la falsedad, y que, de hecho, desaparecen si se les aplica esa lógica
    Como digo, como no creo que existan ese tipo de entes, no veo necesidad de ESA teoría ontológica. Lo que cuenta una novela no «escapa» a la verdad o a la falsedad: o bien es verdadero (p.ej., en mi novela se dice en algún momento que Muñoz Grandes era el general de la División Azul, o que Alepo está al norte de Siria), o bien es falso (la mayor parte de todo lo demás). Lo que pasa es que, como decíamos, para disfrutar de la experiencia estética de leer (y escribir) la novela, por lo general es IRRELEVANTE si lo que se cuenta es verdadero o es falso (ya expliqué por qué sólo «por lo general»). Tampoco «desaparece» nada por el hecho de que sepamos que lo que cuenta la novela es falso (o verdadero, cuando lo es y lo sabemos).
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    las mismas propiedades que cada ente posee en potencia, mientras las posee en potencia y no en acto, tienen ese estatuto ontológico de lo ficticio
    No creo que a estas alturas de la evolución de la ciencia y del pensamiento lógico tenga el más mínimo sentido seguir manteniendo las categorías de «acto» y «potencia» (en lugar de las categorías más fácilmente tratables de «espacio de posibilidades» y «función de probabilidad»). En todo caso, no estoy para nada de acuerdo en que el estatuto de la aventura de Don Quijote y los molinos sea semejante en algún sentido relevante al estatuto de (p.ej.) la probabilidad de que un núcleo radiactivo se desintegre en los próximos dos minutos, p.ej. Que ese núcleo se vaya a desintegrar, o que no lo haga, es, ciertamente, posible, y las leyes físicas nos dan la probabilidad de que ocurra una cosa u otra. La aventura de los molinos, en cambio, sabemos perfectamente que NO SUCEDIÓ (sólo que nos importa un carajo si sucedió o no, cuando leemos la novela; nos basta con IMAGINAR que sucede), así que tiene una probabilidad = 0.
    Por otro lado, cuando decimos que la probabilidad de que el núcleo se desintegre en el próximo minuto es de un 43 %, p.ej., no estamos atribuyendo ningún tipo de «existencia especial» AHORA a la desintegración del átomo FUTURA (no es que ahora esa desintegración FUTURA «exista en potencia»), sino que los enunciados de probabilidad son enunciados SOBRE EL FUTURO, no sobre el presente.
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    tampoco es verdadero que el árbol pueda ser armario
    Pues claro que es verdadero. El enunciado «la probabilidad de que el núcleo se desintegre en el próximo minuto es de un 43 %» es tan verdadero (si el número es correcto) como el enunciado «al átomo no se ha desintegrado todavía».
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    No es ninguna petición de principio sostener que, dada la naturaleza ontológica de un ente, éste puede ser predicado de ciertos tipos de entes y no de otros
    Lo que digo que es una petición de principio no es eso, sino cualquier enunciado que podamos tomar como premisa para inferir a partir de él una explicación del hecho de que «las entidades tienen propiedades». Porque cualquier premisa ya dirá ALGO sobre ALGUNA ENTIDAD, y por lo tanto, le estará atribuyendo ALGUNA propiedad. Por este motivo, el hecho de que las entidades tienen propiedades es, me parece, radicalmente inexplicable.
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    decimos que una cosa es el objeto, el ente (antes se decía sustancia, pero se dejó por los errores que implicaba; mira, un avance metafísico), y otra sus propiedades; de tal manera que un ente puede cambiar sus propiedades sin necesidad de dejar de ser el mismo
    En mi opinión, decidir que un ente «es el mismo» a lo largo del tiempo no deja de ser una mera decisión convencional. Es la conocida paradoja del barco de Teseo. Esa tesis, además, no se sigue de donde dices que se sigue («de la simple descripción metafísica del hecho de que hay cosas con propiedades»), porque este «hecho» es compatible con que la existencia de cada cosa no dure más que un instante infinitesimal (y sea sustituída por otra aproximadamente parecida), de modo que nada de lo que existe en un momento determinado haya existido antes ni existirá después.
    Por cierto, me alegro del avance que supuso «abandonar el concepto de sustancia por los errores que implicaba» (aunque conozco muchos metafísicos que no parecen haberse enterado). Ya solo falta abandonar todos los demás conceptos metafísicos por la misma razón, y el progreso será completo 😉

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    • Sigo con la respuesta a tus comentarios, Jesús. En algún momento conseguiré responderlos a todos (espero!), para así poder continuar con la conversación de modo correcto.

      “al leer la novela, IMAGINAMOS que Don Quijote vivía en un lugar de la Mancha, o sea, que HAY, o había, un pueblo en la Mancha en el que HABÍA un señor que se creía un caballero andante.”
      Sobre esto ya dije ayer bastante. Una cosa es imaginar, esto es, crear la imagen de algo, y otra es juzgar existencialmente acerca de ella. Son dos procesos totalmente diferentes.

      “Tampoco “desaparece” nada por el hecho de que sepamos que lo que cuenta la novela es falso (o verdadero, cuando lo es y lo sabemos).”
      Sí lo hace: justamente desaparece su estatuto de ente de ficción, y pasa a ser un ente del que es relevante saber si existe o no. Te remito de nuevo a la fábula de Pedro y el lobo: el sentido de la fábula no reside en que haya existido o no, ni siquiera pensamos en ello al entenderla; pero si te preguntas si existió el tal Pedro, de entrada lo que estás haciendo es cuestionar directamente el valor epistemológico del sentido de la fábula, quieres saber si existió o no para saber si debes tomarla como verdadera o falsa. Y si resulta que Pedro no existió, entonces el sentido de la fábula es falso. Pero es obvio que la fábula posee un valor independientemente de que Pedro existiera o no existiera. El mito de la generación de Cronos por Urano y del siguiente asesinato del segundo por el primero, obviamente, no relata ningún hecho ocurrido, nada verdadero históricamente; pero posee un valor incalculable en sí misma como explicación. Valor que se pierde si alguien se sienta y dice: pero señores, hablemos en serio, ¿existió de verdad un tal Cronos que mató a su padre Urano?

      “No creo que a estas alturas de la evolución de la ciencia y del pensamiento lógico tenga el más mínimo sentido seguir manteniendo las categorías de “acto” y “potencia” (en lugar de las categorías más fácilmente tratables de “espacio de posibilidades” y “función de probabilidad”).”
      Date cuenta de que sólo le estás cambiando el nombre.

      “así que tiene una probabilidad = 0.”
      ¿De verdad afecta la probabilidad de que algo ocurra o no a aquello que constituye ontológicamente ese algo? ¿De verdad la potencia que tiene mi mano de ser quemada o cortada viene definida por la probabilidad de que lo sea? ¿O la probabilidad remite al hecho de que acontezca o no algo, pero no habla en absoluto de lo que sea ese algo?

      “los enunciados de probabilidad son enunciados SOBRE EL FUTURO, no sobre el presente.”
      No es del todo correcto. Sobre todo, no lo es cuando de lo que estamos hablando es de qué sea ahora aquello que acontecerá en el futuro. El núcleo radiactivo se desintegrará en el futuro, y entonces pasará a ser un núcleo desintegrado; la pregunta por la posibilidad, planteada desde el campo de la ontología, no es entonces ¿qué será el núcleo desintegrado entonces?, sino, más crucialmente, ¿qué es núcleo desintegrado ahora, cuando no existe más que como posibilidad? ¿Qué tipo de ser es para que ahora no exista pero después sí?

      “el hecho de que las entidades tienen propiedades es, me parece, radicalmente inexplicable.”
      Perfectamente. Es lo mismo que ocurre exactamente con todas las hipótesis científicas sobre las que se levantan después las teorías. Desde ese punto de vista, todas las hipótesis son peticiones de principio, porque todas asientan algo que, por definición, no se puede demostrar (y por eso son hipótesis, y no tesis deducidas). De hecho, siempre he pensado que los principios de identidad y de no contradicción son la mayor petición de principio que existe. Lo que no significa que no los debamos tomar como verdaderos, por supuesto; significa que, en sí mismos, no podemos juzgarlos en base a nada anterior, y por ello sólo son verdaderos si los aceptamos como petición de principio.

      “este “hecho” es compatible con que la existencia de cada cosa no dure más que un instante infinitesimal.”
      El hecho de predicar una propiedad a una entidad implica que esa entidad sea estable al menos el tiempo que tarda esa propiedad en ser predicada de ella. Entre el sujeto y el predicado transcurre una cantidad de tiempo, no la que nosotros tardamos en decirlo, sino el tiempo que el sujeto tarda en vincularse con el predicado. De lo contrario, la lógica hablaría de un mundo eterno que quedaría perpetuamente siempre en el mismo estado y con las mismas condiciones. El que podamos predicar P de Q es posible gracias a que Q sigue siendo el mismo cuando decimos de él que es P. De ahí que se derive la permanencia en el tiempo de una entidad del hecho de que le prediquemos propiedades. En el universo que planteas, de duración absolutamente instantánea de cada entidad, la predicación sería imposible.

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  33. nosotros estábamos hablando de la aprehensión del número 7 en sí mismo.
    Es que no veo ninguna necesidad, absolutamente ninguna, de suponer que existe algo como «la aprehensión del número 7 en sí mismo». Lo que existen son capacidades cognitivas más o menos complejas, algunas de las cuales describimos con frases como «Fulano está resolviendo un sudoku», o «Fulano está planeando las próximas vacaciones», o «Fulano está pensando en lo curiosos que son los números primos». La única pregunta que veo interesante y con sentido es cómo nos las apañamos los humanos para llevar a cabo esos procesos cognitivos, pero no veo de qué forma puede ayudar la filosofía a responder eso (salvo sugiriendo ideas que, después, puedan ser sometidas de alguna manera a control empírico una vez puestas en relación con lo que vamos sabiendo sobre cómo funcionan nuestras capacidades cognitivas).
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    eso es lo que llevo varias páginas de respuestas intentando conseguir, el mostrar que es oportuno jugar al juego de analizar los estatutos de ser
    Pues ya ves que conmigo no tienes ningún éxito 😉
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    También el método de demostración es un juego al que hemos decidido jugar, frente al juego, por ejemplo, de la fe religiosa
    Si llamas «juego» a cualquier actividad regida por normas que damos por presupuestas, OK. Pero la cuestión es que, a menos que quieras llegar al relativismo de que cualquier enunciado es verdadero si aceptamos jugar al juego que tiene como una de sus normas la verdad de ese enunciado, necesitas asumir que la verdad de algunos enunciados es independiente de si a fulano o a mengano se les antoja «jugar al juego» de averiguar si esos enunciados son verdaderos o falsos. Cualquier juego interesante, por otro lado, necesita que el resultado de nuestras acciones al jugarlo no dependa SÓLO de una decisión convencional por nuestra parte. Jugar al fútbol es interesante porque no basta con que yo DECIDA ganar un partido para que lo gane: depende de lo que hagan los del otro equipo, depende de que el balón no sea el tipo de cosa que se desplaza sólo con la fuerza de mi pensamiento, etc., etc. Lo mismo con el juego de la ciencia: lo que hace interesante jugar a ese juego es que no basta con que DECIDAMOS aceptar una teoría para que SEA verdadera, sino que es más bien al contrario, asumimos que la verdad es la que es con independencia de lo que nosotros creemos, y queremos investigar de tal manera que la probabilidad de que acabemos teniendo creencias verdaderas sea mucho más alta que la probabilidad de que acabemos teniendo creencias falsas. Por eso es interesante «jugar» a ser un investigador sobre la tectónica de placas, porque al principio no sabes si los continentes se mueven o no, pero piensas que realizando determinadas observaciones es muy probable que llegues a aceptar la respuesta QUE ES CORRECTA CON INDEPENDENCIA DE SI JUEGAS AL JUEGO O NO a la pregunta «¿los continentes se mueven?». En cambio, con lo de los «estatutos del ser» no llego a creerme los presupuestos necesarios para pensar que hay alguna respuesta que es correcta con independencia de si yo me molesto en jugar a ese juego, y que exige buscarla de determinada manera.
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    Si lo que dice el principio de indeterminación es cierto, y se aplica generalizadamente, eso provoca que los axiomas teóricos sean meras hipótesis, y no tesis autoevidentes, como se suponía en la física clásica que era, por ejemplo, la gravedad de Newton.
    Lo siento, pero las teorías de Heisenberg y Schrödinger son teorías sólo sobre los procesos FÍSICOS, no tienen NINGUNA implicación sobre la validez o no validez de las MATEMÁTICAS. Como dije más arriba, hay otras razones para aceptar que el método correcto en matemáticas es, igual que en ciencia, el hipotético-deductivo, pero no tienen nada que ver con la mecánica cuántica.
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    a día de hoy el 95% de los filósofos son fenomenólogos porque aceptan el famoso principio de todos los principios de Husserl, aquél de que toda teoría científica debe partir de lo dado tal cual es dado y dentro de los límites en que es dado.
    ¿Te apostarías 10.000 € a que, si hacemos una encuesta entre los profesores de mi facultad de filosofía, responden que «sí» a esa pregunta más de un 90 %? Creo más bien que todos serían capaces de buscarle algún error a ese supuesto «principio» (a mí se me ocurren por lo menos tres, y soy todo lo contrario de un «apriorista»).
    Además, creo que reducir la «fenomenología» a un enunciado tan banal no le hace mucho honor al pobre Husserl (sobre todo, porque no creo que en la DEFINICIÓN de lo que es la fenomenología tenga por qué entrar una referencia a algo así como «las teorías científicas»).
    En todo caso, el 99 % de los cristianos creen que dios existe, y eso no les hace tener razón.
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    • “La única pregunta que veo interesante y con sentido es cómo nos las apañamos los humanos para llevar a cabo esos procesos cognitivos.”
      Me sirvo de uno de tus ejemplos: “Fulano está pensando en lo curiosos que son los números primos”. Para que ese pensamiento sea posible, Fulando ha tenido que aprehender de algún modo los números primos, porque de lo contrario no tendría nada en qué pensar. Así que el proceso de pensamiento que describes es posible gracias a que, antes de él, ha habido uno más simple, de pura percepción o aprehensión, que le ha dado el objeto sobre el que se gira el segundo proceso. Ésta es la necesidad de hablar de “la aprehensión de los números primos en sí mismos”. Se trata de exactamente lo mismo que ocurre en la percepción sensible externa, pero en su paralelo interno o eidético. Cuando trato con la mesa que tengo delante, cuando me siento delante de ella, apoyo folios en ella, etc., eso lo hago porque he percibido la mesa; de lo contrario nunca se me ocurriría soltar los folios en el aire, a ver si por casualidad resulta que debajo hay una mesa que no he visto sobre la que se caerán. Lo mismo ocurre con las entidades eidéticas. Para poder sumar 7 naranjas, tengo que tener el número 7, tiene que haberme sido dado.

      “a menos que quieras llegar al relativismo de que cualquier enunciado es verdadero si aceptamos jugar al juego que tiene como una de sus normas la verdad de ese enunciado, necesitas asumir que la verdad de algunos enunciados es independiente de si a fulano o a mengano se les antoja “jugar al juego” de averiguar si esos enunciados son verdaderos o falsos.”
      La verdad es que sí que quiero llegar a ese “relativismo”, que no me parece relativismo en absoluto. Sostengo que la verdad, en términos, por así decirlo, absolutos, depende finalmente de una decisión humana. Entre otros motivos, porque a la realidad ni le va ni le viene lo que unos insectos insignificantes juzguen acerca de su verdad o falsedad. El sol seguirá siendo lo que es y haciendo lo que hace independientemente de que nosotros consideremos como verdadero el heliocentrismo y falso el geocentrismo. Somos nosotros los que hemos construido un mundo semántico humano, sobre el que vivimos necesariamente desde el momento en el que tenemos lenguaje, y en el que es importante el hecho de que algo sea aceptado como verdadero o como falso.

      “Cualquier juego interesante, por otro lado, necesita que el resultado de nuestras acciones al jugarlo no dependa SÓLO de una decisión convencional por nuestra parte.”
      Por supuesto. La decisión se pone en práctica, y entonces tenemos aciertos y errores empíricos. Puedo decidir que soy capaz de convertir hierro en oro, pero empíricamente me encuentro una y otra vez que no lo consigo. ¿Eso cambia por sí mismo mi teoría? No. Lo que la cambia es que yo, ante esos resultados, decido cambiar mi teoría. Y de nuevo levanto otra que se sostiene, a su vez, en una nueva decisión. No se trata de que la decisión determine el resultado, por supuesto; se trata de que la decisión es el punto de apoyo primero sin el cual el edificio teórico no puede levantarse, simple y llanamente porque no podemos demostrar la verdad de la primera verdad. Te remito de nuevo al “Sobre la certeza” de Wittgenstein, hay argumentos muy clarificadores a este respecto.

      “asumimos que la verdad es la que es con independencia de lo que nosotros creemos.”
      Claro. Te lo digo en otros términos: decidimos que hay una verdad más allá de lo que nosotros pensamos provisionalmente que es verdadero.

      “al principio no sabes si los continentes se mueven o no, pero piensas que realizando determinadas observaciones es muy probable que llegues a aceptar la respuesta QUE ES CORRECTA CON INDEPENDENCIA DE SI JUEGAS AL JUEGO O NO a la pregunta “¿los continentes se mueven?”.”
      No lo entiendo. ¿Por qué vas a estudiar el movimiento tectónico de las placas si no tienes una pregunta inicial que abra esa investigación? No empezamos a investigar en el vacío, desde la nada. Algo así es metodológicamente imposible. Si investigamos algo, es porque de entrada tenemos una pregunta que abre el campo lógico de estudio. Y eso implica decidir jugar al juego que abre esa pregunta o no. Tú, por ejemplo, has decidido jugar al juego abierto por la pregunta ¿cuál es el método seguido por las teorías científicas?, pero no has hecho lo mismo respecto del juego abierto por la pregunta ¿qué es el ser previo a los entes? Por eso te resulta que las respuestas a la primera, ya sean más o menos acertadas, se mueven en un campo lógico de posible resolución, y que las respuestas a la segunda no.

      “Lo siento, pero las teorías de Heisenberg y Schrödinger son teorías sólo sobre los procesos FÍSICOS, no tienen NINGUNA implicación sobre la validez o no validez de las MATEMÁTICAS.”
      Lo siento, pero partiendo de la lectura de “Mi concepción del mundo” y “Mente y materia”, ambas obras de Schrödinger, tiendo a pensar que su autor tenía otro pensamiento acerca de las tesis sumamente valiosas que se pueden derivar a otros campos de pensamiento y de vida de las cuestiones de mecánica cuántica. Porque yo no he dicho (como sí hiciste tú con la navaja de Occam) que fueran sus teorías las que hablan de la validez de las matemáticas, sino que de ellas se derivan consecuencias cruciales para otros campos de pensamiento.

      “¿Te apostarías 10.000 € a que, si hacemos una encuesta entre los profesores de mi facultad de filosofía, responden que “sí” a esa pregunta más de un 90 %?”
      Todavía más: me apostaría 1.000.000 € (si los tuviera) a que, si le preguntamos a todos los profesores de tu facultad de filosofía si piensan que para hablar de algo ese algo tiene antes que ser dado de alguna manera, y que es crucial hablar de ello sólo utilizando lo que sabemos de ello en su darse, sin inventarnos ni presuponer nada, casi todos (siempre hay algún excéntrico en todas las facultades de filosofía) me dirían que por supuesto, que hacer ciencia o filosofía de otra manera es hacer precisamente poesía. Si les pregunto, por ejemplo, si creen que la ciencia debe moverse en el campo de lo empíricamente constatado y constatable, de manera que todas las hipótesis deban ser finalmente contrastadas empíricamente, sin que aceptemos ninguna hipótesis o ningún juicio al que no le exijamos esa confirmación, espero que todos me den la razón. Y eso es lo que dice el principio de todos los principios. Que viene, además, a definir lo que es el método fenomenológico. Porque, ciertamente, Husserl habló de muchas otras cosas, y dijo muchos disparates acerca de no sé qué ego trascendental, pero lo que ha quedado de él en sus discípulos y seguidores es justamente el método fenomenológico planteado en ese principio.

      “En todo caso, el 99 % de los cristianos creen que dios existe, y eso no les hace tener razón.”
      Para ellos, sí. De nuevo, si dices que no tienen razón es porque te colocas fuera de ellos. Porque lo que te define como cristiano es si crees que el juicio “Dios existe” es verdadero, de la misma manera que lo que te hace ser físico de astronomía es creer que el juicio “podemos entender y predecir el comportamiento de los astros” es un juicio verdadero.

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  34. Me ha parecido interesante la crítica de “Senderos” a la frase de Zamora: “hacer como si fueran reales”.

    Creo que efectivamente eso que dice Zamora no es lo que se da en el acto de lectura de una novela, o mientras se miran los dibujos animados de Vicky, incluso, tampoco creo que es lo que se haga en nuestra realidad ordinaria y cotidiana. La ficción, que es algo que se “construye” con “trozos de realidad” y en ese sentido tiene realidad, es sentida y actualizada en la intelección del lector o del espectador estando poseído por la noergia que posee la realidad “heredada” en lo que se narra. En ese sentido no es muy diferente a nuestro estar cotidiano de la realidad. Somos el frío de la mañana que sentimos, y en ningún momento pensamos que el frío de la mañana existe, eso sólo se da si acaso en un acto reflexivo acerca de nuestro modo de estar y sentirnos en la realidad de la fresca mañana. El lector o espectador está poseído por la realidad que tienen los entes de ficción, del mismo modo que el frescor de la mañana nos posee al salir de casa.

    En ese sentido, la distinción zubiriana entre realidad y existencia me parece más fructifira que la hedeggeriana entre ser y existencia, que creo utiliza “Senderos” (pero eso es tal vez más bien secundario para la discusión que se está estableciendo aquí).

    Los personajes de ficción son REALES pero no existen al modo como existen en la realidad “ordinaria”, existen en una la realidad propia de la ficción y en la que ESTÁ el lector cuando se sumerge en la lectura. Insisto en el ESTAR, y no en el SER de lo que se narra, que me parece ulterior. Creo como “Senderos” que el lector no necesita hacer como si existiera X para sentir la impelencia de la realidad de X, pues ni en la realidad “ordinaria” se hace tal cosa. En el lector lo que hay es siempre, un ESTAR en la impelencia de las realidades ficcionadas y narradas. La realidad (no el ser de las cosas) es previa a la existencia al actualizarse ésta en la intelección. Lo que pasa es que todo aquello que tiene realidad existe, y existe obviamente como aquello de lo decimos que es tal o cual realidad.

    Un saludo.

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    • Muchas gracias por tu interesante aporte, Enric, ¡y bienvenido a la conversación!
      Tienes razón en que la distinción de Zubiri entre realidad y existencia se aplica muy bien al tipo de experiencia que ejecutamos cuando simplemente vivimos, así como cuando nos enfrentamos a una obra de arte. En realidad, la distinción realidad-existencia y la heideggeriana ser-existencia atienden a problemas diferentes.
      Porque lo que Zubiri buscaba resaltar con su distinción es que todo juicio de existencia parte necesariamente de una realidad dada de antemano fenomenológicamente, en lo que Husserl llamaba «mundo de la vida», respecto de la cual, entonces, no emitimos ningún juicio de existencia. No necesitamos juzgar si el frío de la mañana existe o no para vivirlo como tal, para que nuestro mundo esté configurado teniendo como uno de sus componentes el frío de la mañana. Estamos en un mundo antes de juzgarlo, incluso antes de saber incluso que lo estamos.
      Ahora bien, ello no anula el problema metafísico al que la publicación quería aludir: ¿qué estatuto presenta el ente ficticio? Es cierto que, cuando leemos una novela, «estamos» en el universo de la novela, o, como decíamos aquí nosotros, entramos en contacto con ese universo y casi nos hacemos parte de él. «La historia interminable» juega precisamente con ese fenómeno en el que el lector pasa a formar parte de aquello que lee, y lo mismo «Niebla» de Unamuno, que es un gran tratado de metafísica. Pero decir esto es una cosa, y aclarar el modo como la realidad que vivimos fuera de la novela se relaciona con ella es otra. Sobre todo, supone una pregunta diferente atender al estatuto que tiene lo posible en tanto que posible frente a lo que ya se ha realizado como existente efectivo. Aunque es cierto que la respuesta que le demos a la primera pregunta puede influir en el modo como respondamos a la segunda.

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  35. senderos,

    ·»aclarar el modo como la realidad que vivimos fuera de la novela se relaciona con ella es otra»
    ——
    Pues porque es realidad hecha ficción, y no ficción de realidad. Por eso el protagonista de «Niebla» se encara con su creador Unamuno (Augusto creo que se llamaba, el protagonista) , porque lo creado, Augusto, tiene aspectos tan propiamente suyos, como los que podría tener (mejor dicho, en cierta medida) si no hubiese sido creación suya. Porque está construido de realidad, de realidad hecha ficción, pero realidad al fin y al cabo. No crea un nuevo ente de la nada,sino que lo crea desde la realidad en la que Unamuno está, conoce, siente, descubre, huele, saborea…y que es común en muchos aspectos a la del lector.

    Vicky es una REALIDAD IMAGINADA, es decir, es REALIDAD tomada en algunos aspectos: ser niño, vikingo, inteligente, con picor en la nariz cuando se le ocurre una idea… todas esas cosas, son REALIDADES que podemos imaginar, y que se enuncian adscritas a la ficción Vicky. Es decir, no son cosas a-reales los entes de ficción, en todo caso son irreales, ya que se extraen desde lo dado y conocido de la realidad, no se inventan de la “nada».
    Todo lo que podemos imaginar es siempre imaginado desde el modo como sentimos estar en la realidad, desde los modos en que la realidad queda en nosotros, o los aspectos con que experimentamos la realidad… Son creaciones elaboradas con y desde las REALIDADES pues, y es en este sentido que son realidad hecha ficción y no creaciones hechas desde la “nada”. (Algo así sería conseguir que un sordo de nacimiento logre imaginarse como es la música de Bach, leyendo una partitura del genial músico del barroco, un imposible).

    Cuando imaginamos, lo hacemos de modo semejante (semejante, no igual) a como percibimos, sentimos, o de cómo estamos en general en el mundo. Los entes de ficción de una novela son pues reales, y existen como REALIDAD IMAGINADA pero no como REALIDAD “ORDINARIA”.
    No se trata de ficción de realidad como cuando por ejemploe intenta al establecer que hay una REALIDAD DIFERENTE a la nuestra y que llamamos Dios, sino de realidad en ficción, como cuando por ejemplo alguien dice: «existe un dios que es una lechuga con ojos negros, bondadoso y omnipotente» .

    Gracias por la acogida, y por compartir tan excelente blog que acabo de descubrir.

    un saludo

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    • La expresión “realidad en ficción” o “realidad hecha ficción” me parece muy expresiva y clara respecto a lo que nosotros en la publicación llamamos el peso semántico de nuestra historia en el universo novelístico. Además revela la perspectiva de estudio adecuada de todo lo ficticio o virtual: partimos de lo actual para entender desde ello lo potencial. Aunque el círculo se cierra volviendo en el camino, entendiendo lo actual como actualización de eso potencial que ya entendíamos desde el acto.
      Nos alegra que encuentres interesante nuestro espacio, esperamos no defraudarte con nuestras futuras publicaciones. Un saludo.

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  36. Un comentario respecto a los entes matemáticos:

    Son más que la mera creación del matemático que los creo en su momento, dan de sí respecto a lo que creía de ellos el matemático al crearlos. Por eso aparentan “crecer”, creo yo, al ponerse en relación con otras entidades matemáticas, otros contextos matemáticos, otras situaciones problemáticas… porque son más que lo establecido en ellos en su inicio, muestran una realidad que es más que la mera “realidad-ficción” inicial con que se los creó y pensó .
    Cuando se “inventaron o descubrieron” la i (raíz de menos 1), la e (el número de Euler) y pi (3,14…), no se imaginaron, ni se definieron, verificando la relación de Euler; sin embargo esas “definiciones” que están estructuradas desde contextos matemáticos diferentes, cumplen tal relación, hay un transito entre contextos diversos que desbordan las definicones previas.
    Con la matemática, tomamos de la realidad algunos de sus aspectos, aquello que simbolizamos, diagramatizamos y estructuramos matemáticamente, es REALIDAD idealizada, algo así como realidad sin el ser, y por ser realidad, por eso va a “su bola” y el objeto matemático se nos muestra siempre sobrepasando su previa definición esencializada. La realidad matemática, por ser REALIDAD, es más que lo simplemente propuesto como su definición.
    Ese sí, el ente matemático, que es un ente de ficción muy al estilo del protagonista de “Niebla”, pues aunque su existencia es postulada por nosotros se nos impone de un modo absoluto, más allá de lo meramente postulado, más aún que como se nos imponen las percepciones.

    un saludo

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    • Ciertamente, el hecho de que, a pesar de ser realidad postulada, se nos imponga y funcione aparentemente de modo autónomo, con reglas y comportamientos independientes a los que nosotros conocemos, es por lo que se despierta en nosotros la duda de que los entes matemáticos sean algo más que meras creaciones humanas. Aunque esa pregunta parece que no podrá ser nunca respondida, teniendo en cuenta que sólo sabemos que ellos poseen más reglas y características que las que conocemos cuando, de hecho, descubrimos esas nuevas reglas. El que nos movamos siempre forzosamente dentro de lo que conocemos limita sobremanera la posibilidad de responder a la pregunta por su ser independiente.
      Muchas gracias de nuevo por tus aportes, son sumamente interesantes.

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  37. Vaya, veo que mis últimos comentarios no se han grabado. En fin, como me da la impresión de que no estamos avanzando mucho, intentaré sintetizar.
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    “No veo, honestamente, qué otra cosa puede ser “entender qué produce la diferencia entre un ente físico biológico y un ente físico no biológico”, aparte de “entender de qué manera la materia física se configura de tal manera que el resultado es un ser vivo”.”
    Lo segundo, lo propiamente científico, se responde mediante una descripción de hechos. Lo primero, lo metafísico, se responde mediante una descripción de propiedades ontológicas.

    Sinceramente, ¿cuál es la diferencia?
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    la verdad de las hipótesis está sostenida por la decisión de tomarlas como verdaderas
    Bueno, la verdad de una hipótesis no «se sostiene» de ninguna manera, ni falta que le hace. Si es verdadera, es verdadera; si es falsa, no es verdadera. Que nosotros decidamos aceptarla, creerla, o mandarla a la papelera, es cosa nuestra. INTENTAMOS que sea más probable aceptar una teoría verdadera que una teoría falsa, pero hasta ahí queda la cosa.
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    en qué medida investigar acerca de la existencia o no de seres virtuales nos resulta útil para reducir la pretensión de absolutismo lógico de la física.
    De veras, esa «pretensión de absolutismo lógico de la física» es un enemigo tan ficticio como los molinos contra los que luchaba don Quijote (y los argumentos filosóficos, tan inanes como las arremetidas de don Alonso contra las aspas).
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    La distinción “entre entes cuya existencia era conocida antes del año 1800 y entes que no” tiene un campo de aplicación excesivamente pequeño
    En absoluto. Su campo de aplicación es absolutamente universal. Cualquier entidad pertenece a una de las dos categorías, sin excepción.
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    requiere además de un criterio de distinción planteado artificialmente sobre las propiedades que definen a esos entes.
    La lógica no distingue entre «propiedades naturales» y «propiedades artificiales». Según la lógica sólo hay una forma de ser una propiedad, y es la de ser algo que podemos atribuir como predicado a un objeto.
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    las dos tesis pertenecen a campos de resolución diferentes; o, dicho de otro modo, responden a cuestiones distintas. La mía, “hay seres contradictorios que imposibilitan por sí mismo su existencia”, es una cuestión ontológica que responde a la pregunta ¿en qué medida la constitución ontológica de un ente afecta a su existencia?
    Lo que estoy diciendo es que esa pregunta tiene una presuposición cuya validez necesitarías demostrarme antes de que aceptara la pregunta como adecuada: la presuposición de que los seres tienen algo así como una «constitución ontológica» que puede «afectar» a la existencia de esos seres. Es más, la pregunta comente una petición de principio, pues toda esta discusión trata sobre si es LÓGICAMENTE NECESARIO aceptar que hay algo así como una «constitución ontológica» (o «ser») que es diferente de la existencia. Si NO acepto eso, no puedes usar ESO como premisa para demostrarme que lo tengo que aceptar.
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    La tuya, en cambio, es una cuestión epistemológica, relativa al modo como nosotros establecemos una definición
    En absoluto: la tesis «hay DEFINICIONES que, al ser contradictorias, no existe nada que las cumpla” no tiene NADA de epistemológico. Es una cuestión puramente lógica: cuestión aparte es si, dada una definición, podemos nosotros averiguar si es contradictoria o no. Pero es un teorema lógico el que afirma «no existe un x tal que Px y no Px», y por lo tanto, de ahí se sigue que si la definición del predicado «Qx» es «Px y no Px», entonces no existe ningún x tal que Qx.
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    “un triángulo agudo y un triángulo obtuso no tienen “formas distintas de SER TRIÁNGULO”, sino que son triángulos EXACTAMENTE EN EL MISMO SENTIDO.”
    Falso. Son triángulos exactamente en el mismo sentido sólo en lo que respecta a su ser triángulo, pero no a su ser agudos u obtusos

    ¿Cómo que falso? Es lo que estoy diciendo, que uno no es «triángulo» en un sentido y otro en otro, sino que ambos lo son en el mismo sentido.
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    ese algo que tenemos es justamente diferente, porque si, creyendo que tenemos lo mismo porque ambos tenemos dos de algo intento pagar con lo mío en USA me echarán de la tienda
    Pues claro que lo que tenemos es diferente: yo tengo dólares y tú euros. Pero no hay «dos tipos de doseidad (o de «dualidad»): la dualidad de los dos euros y la de los dos dólares.
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    yo, por mucho que me empeñe, nunca consigo tocar un pensamiento
    Tampoco puedes tocar un fotón, o el gas que existía 300.000 años después del Big Bang, o el núcleo de la tierra. Pero son entes físicos tan físicos como la silla en la que estás sentado. Tampoco puedes tocar la inestabilidad de la atmósfera (no quiero decir que no puedas modificarla o alterarla, sino que el hecho de que la atmósfera es un sistema inestable no es algo «tangible», aunque es un hecho físico como cualquier otro hecho físico). Los pensamientos son (por lo que sabemos) determinado tipo de procesos que ocurren en determinado tipo de sistemas, procesos complejos que requieren un tipo de consideración distinta a la de medir una mesa o clavar un clavo, pero siempre una interacción física. No puedes hacer nada con un pensamiento sin que ese «hacer» no sea activar ciertas neuronas en vez de otras (puedes probar a pensar sin que les pase absolutamente nada a tus neuronas, a ver si lo consigues).
    Por cierto, que el pensamiento es AL MENOS un tipo de actividad que realizamos con el cerebro es, supongo, algo que admites. Yo no admito que sea nada más; y quien tiene que demostrar que el pensamiento es algo MÁS es quien lo afirma.
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    • “Sinceramente, ¿cuál es la diferencia?”
      Las propiedades ontológicas son las condiciones de posibilidad de los hechos. Se trata de dos niveles lógicos del discurso científico, como hablar de la superficie y de lo que yace bajo ella.

      “Bueno, la verdad de una hipótesis no “se sostiene” de ninguna manera, ni falta que le hace.”
      La verdad es una cuestión humana, nada tiene que ver con el mundo en sí considerado, el cual vete tú a saber cómo es. Por eso digo que la verdad de la hipótesis se sostiene en una decisión, porque por sí misma, fuera de nuestro tratarla como verdadera o falsa, no es ni lo uno ni lo otro. Proyectarle a las cosas o a las ideas un valor de verdad o falsedad más allá del que nosotros les damos en nuestro trato con ellas supone mantenerse en la imposible posición de tratarlas en tanto que intratadas.

      “esa “pretensión de absolutismo lógico de la física” es un enemigo tan ficticio como los molinos contra los que luchaba don Quijote.”
      Cambia “física” por “ciencia demostrativa” en mi expresión, y tendrás al enemigo real. Enemigo que, por cierto, desde mi punto de vista, es el que se empeña en mantener la batalla; porque los que nos ponemos del lado de fuera de ese absolutismo lógico estamos la mar de cómodos con que él reine en su parcela, pero a él parece no gustarle mucho que nosotros queramos el reconocimiento de la nuestra.

      “Según la lógica sólo hay una forma de ser una propiedad, y es la de ser algo que podemos atribuir como predicado a un objeto.”
      Y ésa es una deficiencia de la lógica que la ontología vendría a salvar. Porque no es baladí en absoluto que una cosa tenga una propiedad porque tiene que tenerla, porque tenerla la define, frente a la posibilidad de tenerla de manera artificial.

      “Si NO acepto eso, no puedes usar ESO como premisa para demostrarme que lo tengo que aceptar.”
      Completamente cierto: si no aceptas la diferencia entre la constitución ontológica de algo, y el efectivo existir de esa constitución, el paso siguiente no es válido. De ahí que insistiera tanto, en comentarios anteriores, acerca de la necesidad de distinguir entre ser y existir.

      “no tiene NADA de epistemológico. Es una cuestión puramente lógica.”
      La lógica es una rama metodológica de la epistemología. Porque ésta no trata sólo del conocimiento en sí, sino de los métodos que utilizamos para obtenerlo.

      “Es lo que estoy diciendo, que uno no es “triángulo” en un sentido y otro en otro, sino que ambos lo son en el mismo sentido.”
      Pero te falta la segunda parte de su definición: no son simplemente triángulos (que es lo que tienen en común), sino que son triángulos, o agudos, u obtusos (que es lo que los diferencia). Por eso, para ellos, ser triángulo es una propiedad ontológica superior a la de ser agudos u obtusos.

      “no hay “dos tipos de doseidad (o de “dualidad”): la dualidad de los dos euros y la de los dos dólares.”
      Claro que no. Pero los euros o los dólares no son sólo “dos”. Lo numérico de ellos es artificial respecto a su ser euros o dólares. Y ahí reside la verdadera diferencia.

      “Tampoco puedes tocar un fotón, o el gas que existía 300.000 años después del Big Bang, o el núcleo de la tierra.”
      Repito: puedo interactuar con ellos físicamente. Que es lo que no puedo hacer con un pensamiento, o con el sentido la palabra “árbol”, o con la historia de Don Quijote. Por supuesto, puedo provocar ciertos procesos físicos en el cerebro que tendrán como consecuencia alteraciones en los pensamientos. Puedo, por ejemplo, alterar la capacidad lingüística de alguien modificando su área de Broca. Pero hay que ser consistentes con la experiencia que tenemos en ese ejemplo: lo que estamos modificando directamente, físicamente, es el cerebro; que el cambio en la capacidad lingüística sea correlativo no significa que se reduzca absolutamente a él. Porque por mucho que busque en el cerebro con todas las herramientas técnicas del mundo, lo que nunca encontraré son pensamientos.
      Por cierto, la inestabilidad de la atmósfera no es un hecho físico, ni mucho menos. Los que son hechos físicos son aquellos que nosotros describimos como inestables; la inestabilidad es una superposición semántica de interpretación que proyectamos sobre los hechos físicos.

      “Yo no admito que sea nada más; y quien tiene que demostrar que el pensamiento es algo MÁS es quien lo afirma.”
      Por eso te decía que probaras a encontrar un pensamiento en el cerebro, a ver si lo consigues. Decir que pensar es algo que hacemos con el cerebro no equivale (ni siquiera al mero nivel de implicación lógica del argumento) a que el pensamiento sea el cerebro. Hablo con la boca, pero la boca no es el lenguaje. Si quieres puedes tomar este intento simple de refutación inversa como una demostración de ello al subrayar el error de la proposición contraria. La demostración directa, creo, está dada en el hecho de sostener que, por mucho que busques, no encontrarás ningún pensamiento entre las neuronas.

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  38. lo llamas “estructuras matemáticas” porque en las matemáticas es donde más evidente se hace la existencia de ese tipo de entes que no son como las cosas físicas
    No. Lo llamo «estructuras matemáticas» porque las matemáticas son el estudio de las estructuras (en el sentido lógico del término estructura). http://es.wikipedia.org/wiki/Estructura_algebraica
    En realidad, lo digo sólo como metáfora, pues presentar una entidad matemática en forma de estructura no es un intento de «describir su esencia» o algo así, sino meramente una forma cómoda de trabajar acerca de ella.
    Pero la literatura está llena de referencias a supuestos entes «que no son como las cosas físicas» y que no son estructuras algebraicas de las que yo estoy hablando: dioses, ángeles, fuerzas como el destino, almas, el cielo, el infierno, etc., etc. Si alguna de esas cosas existiera, pues no sería un ente material, pero tampoco sería un ente matemático. Y por poder, pueden existir billones de tipos de entes que no sean materiales o físicos, y que tampoco sean entes matemáticos, sólo que no tenemos ningún argumento para aceptar que existen, ni la más repajolera idea de lo que podrían ser.
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    todo lo que cumpla una condición ontológica semejante a la de los entes matemáticos son por ello mismo matemático me parece completamente innecesario
    Precisamente no digo «todo», ni hablo de «condiciones ontológicas»; me he referido sólo a un tipo de entidades muy especial: los conceptos, que, como he dicho, no tengo nada claro lo que son (cuando los consideramos como algo distinto a procesos cognitivos), pero que, en caso de existir, no me parece una mala conjetura identificarlos con algún tipo de estructura matemática.
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    nos encontramos con que, por ejemplo, a los significados lingüísticos de las palabras no los llamaríamos, ciertamente, lingüísticos, sino matemáticos.
    No veo la objeción. Puede ser lingüístico y matemático a la vez. Un lenguaje no es más que un conjunto de reglas (o sea, correspondencias, en sentido matemático) entre sonidos y referentes (los sentidos de Frege serían un subconjunto de esas reglas, otras serían las reglas sintácticas, etc., etc.).
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    Genial. Eso, precisamente eso, es ser virtual: no tener cualidades físicas.
    Bueno. Si ESO es lo que quieres decir tú con «virtual», OK. Yo, en cambio, no quiero usar el término, porque en el lenguaje corriente «virtual» tiende a contraponerse a «real», y yo prefiero usar «real» para designar aquello que existe, y «no real» aquello que no existe. Si lo virtual es no real, yo no quiero decir que el 7 es «virtual», sino que existe, que existe tan realmente como lo hace mi coche, sólo que tiene cualidades distintas.
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    se utiliza precisamente para subrayar, frente al positivismo radical, que existen entes que no son físicos, y cuya existencia, por tanto, no puede constatarse por experiencia externa.
    La mayoría de los positivistas aceptan sin ningún problema la existencia real de esos entes no físicos que son los entes matemáticos (Quine sería el principal representante, p.ej.); ninguno duda, p.ej., de que existen infinitos números primos. Lo que no aceptan es la existencia de entes inmateriales cuya existencia hubiera que aceptar mediante algo distinto de una demostración matemática rigurosa, p.ej. Y para los entes materiales, por supuesto, niegan que pueda saberse nada de ellos salvo por investigación empírica.
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    si el número 7 no está ni en mi cerebro ni el tuyo cuando ambos pensamos en él, es porque es algo más que lo que hay en nuestro cerebro (dicho sea en relación a lo de antes de reducir lo mental a lo físico-cerebral).
    Por supuesto: también la luna es algo que no está ni en mi cerebro ni el tuyo cuando lo percibimos, y eso no es un argumento para llegar a la conclusión de que percibir la luna es algo distinto de un proceso físico (no digo que no pueda haber OTROS argumentos; digo sólo que ESE no es uno de ellos).
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    El Quijote no habla de Sancho Panza como existiendo, sino que presenta el sentido, concepto, ente ficticio, o como quieras llamarlo, de Sancho Panza
    ¿Cómo que no? Habla de Sancho Panza como hablando, como comiendo, como cabalgando en burro, etc., etc. Todo eso es para mí equivalente a decir que hay alguien que habla, que come, que cabalga, etc., etc. Naturalmente, no DICE eso en el sentido de estar haciendo una afirmación con pretensión de verdad: no pretende que CREAMOS que Sancho Panza existía cuando DICE que Sancho Panza existía (o dice algo de lo que eso se sigue trivialmente). Lo que estoy negando es que tengamos razones para preferir tu teoría (la de que entender el libro de Cervantes nos obliga a aceptar que «hay unos ‘entes virtuales’ que son algo aunque no existen realmente») en vez de mi teoría (la de que el libro de Cervantes podemos entenderlo perfectamente sin aceptar esa categoría ontológica de «ente virtual que es algo pero que no existe»). Estoy diciendo, por resumir, que lo que a ti te parece una hermosa teoría ontológica yo lo considero una mera carga ontológica innecesaria, que no contribuye a nuestra comprensión de la narrativa, sino sólo a la satisfacción de ciertos filósofos por ver desarrollarse una aplicación de una teoría que a ellos les gusta. No sé cómo hacer para dejar de creer que existen infinitos números primos, pero me resulta muy fácil no creer que hay entes virtuales que son algo sin existir.
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    • “los conceptos, que, como he dicho, no tengo nada claro lo que son (cuando los consideramos como algo distinto a procesos cognitivos), pero que, en caso de existir, no me parece una mala conjetura identificarlos con algún tipo de estructura matemática.”
      Reconozco de entrada mi ignorancia en especificidades de este tipo. Pero me parece entender que la estructura algebraica te daría de nuevo el mismo problema, si, como define el enlace wikipédico que aportas, A2-…-An son operaciones aplicables a un A1 que, por tanto, tiene que ser tomado como algo distinto a esas operaciones. En último término, siempre parece ser necesario aceptar un tipo de ente dado con el que ocuparnos. Ahora, que sepamos claramente lo que es, es otra cuestión. Nosotros intentamos darle un sentido a esa pregunta con la teoría del ente de ficción, porque creemos que la entidad de esos entes es similar, si no idéntica, a la del concepto de mesa, o de triángulo.

      “los sentidos de Frege serían un subconjunto de esas reglas, otras serían las reglas sintácticas, etc., etc.”
      Estoy de acuerdo contigo en considerar que los sentidos de Frege constituirían reglas de uso (aunque esa tesis no es fregeana), pero la correspondencia no sería, creo, entre sonidos y referentes, sino entre ciertos contenidos mentales y sus referentes prácticos. Como decir que la regla “ladrillo” es una correspondencia entre un cierto contenido mental, bastante impreciso, y aquello que hacemos caundo decimos “ladrillo”.

      “Yo, en cambio, no quiero usar el término, porque en el lenguaje corriente “virtual” tiende a contraponerse a “real”, y yo prefiero usar “real” para designar aquello que existe, y “no real” aquello que no existe.”
      Pero virtual no se contraponía a existente, sino a físico.

      “so no es un argumento para llegar a la conclusión de que percibir la luna es algo distinto de un proceso físico.”
      Claro que no lo es, pero porque te equivocas de nuevo en la analogía. “Percibir la luna” no es análogo al número siete; la analogía correcta sería entre nuestras percepciones de la luna y el objeto luna.

      “Habla de Sancho Panza como hablando, como comiendo, como cabalgando en burro, etc., etc. Todo eso es para mí equivalente a decir que hay alguien que habla, que come, que cabalga, etc., etc.”
      Es equivalente, siempre que no entiendas ese “hay alguien” como un juicio con pretensión existencial. Sinceramente, no entiendo cómo puede leerse una novela diciéndose uno continuamente “Los personajes no existen, sólo tengo que hacer como que existen a sabiendas de que no lo hacen.” No consigo imaginarme esa lectura.

      “No sé cómo hacer para dejar de creer que existen infinitos números primos, pero me resulta muy fácil no creer que hay entes virtuales que son algo sin existir.”
      A mí no, la verdad. Como he dicho varias veces, si no hago eso, no entiendo cómo carajo lo que es árbol pasa a ser armario, o lo que es roca pasa a ser gravilla. Tendré, por supuesto, la percepción descriptiva del proceso, pero no entenderé qué narices es lo que estoy percibiendo en él.

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  39. De ahí que cuando leemos no hagamos lo que tú dices: no hacemos como que existe (¿cómo se hace eso? No llego a imaginármelo). Es el niño pequeño el que lee El Quijote como si fueran las noticias del día, y al que tenemos que decirle “date cuenta de que ni Don Quijote ni Sancho Panza han existido nunca en la historia”. Pero, una vez hemos aprendido eso, ya no hacemos como si existieran; no requerimos de ello para leer El Quijote.
    Creo que no estamos entendiendo lo mismo por «imaginar», aunque a mi me parece trivial que cuando leo «En un lugar de La Mancha vivía un hombre que tal y cual», el proceso cognitivo que ocurre en mí lo llamamos «imaginarse que en un lugar de La Mancha tal y cual». Del mismo modo, si yo te pido que te imagines que hay un balón de rugby encima de tu mesa, y tú amablemente te lo imaginas, ni tú ni yo necesitamos sacar de ahí la consecuencia de que tú has CREÍDO, o JUZGADO, o AFIRMADO, o DADO TU ASENTIMIENTO, etc., etc., a la proposición «hay un balón de rugby en mi mesa». Simplemente, te lo has imaginado. Tú yo sabemos que
    1) no hay ningún balón de rugby en tu mesa (bueno, supongo),
    2) en tu mente (sea esto lo que sea) habrá ocurrido un proceso que podemos llamar «imaginarse que hay un balón de rugby encima de mi mesa» (o «representárselo», o como quieras)
    3) que eso que ha ocurrido en tu mente, cerebro, o lo que sea, NO ES UN BALÓN DE RUGBY (igual que el cuadro de Matisse no es una pipa). (Fíjate que si te hubiera pedido que te imaginaras, no ese balón, sino a Scarlett Johansson, tampoco ella estaría dentro de tu mente).
    En fin, a lo que voy, estás interpretando lo que digo en el sentido de que yo estoy diciendo que al leer El Quijote NOS CREEMOS QUE ES VERDAD lo que cuenta, y en absoluto es eso lo que digo, y creo que lo he explicado con suficiente claridad: me limito a decir que leer la novela consiste en imaginarse, representarse, sostener en el pensamiento, considerar, atender… (o como quieras llamarlo) LO QUE la novela dice, mientras que, por lo general, sabemos que eso que la novela dice es falso.
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    Lo de teorías fallidas me impone preguntar automáticamente “fallidas, ¿para quién?”
    En general, fallidas al menos para todos los demás filósofos, que han dedicado páginas y más páginas a refutarlas (o, al menos, eso creían ellos que estaban haciendo). P.ej., para Kant eran fallidas la mayoría de las tesis de Descartes y de Hume, para Aristóteles muchas de las de Platón, etc., etc.
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    Lo que sí reside del lado de las propiedades es el ser, anterior a «ser-algo»
    Yo no lo diría así: primero, no es «anterior», en el sentido de que no hay ninguna relación causal ni temporal, ni siquiera de «fundamentación»; es, como mucho, más general; segundo, no es «anterior a ser-algo», sino que es más bien «ser algo», en el sentido de que «algo» es lo que dice el cuantificador existencial, en este caso, aplicado a predicados en vez de a entidades. Es decir, lo que yo estoy admitiendo es que todo aquello que existe tiene alguna propiedad, que es un enunciado de lógica de segundo orden; pero es un enunciado totalmente trivial, tautológico: «para todo x, si existe un predicado P tal que Px, entonces existe un predicado P tal que Px». No veo la necesidad de buscarle ninguna vuelta metafísica a esta tautología trivial.
    Intento decirlo más claramente: tenemos por un lado el hecho de que esto es una mesa, y por otro lado el hecho más general de que esto es algo a lo que se le aplica alguna propiedad. Esto segundo no lo veo como algo así como «una condición metafísica de posibilidad» de lo primero, sino una mera consecuencia trivial de lo primero.
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    • “leer la novela consiste en imaginarse, representarse, sostener en el pensamiento, considerar, atender… (o como quieras llamarlo) LO QUE la novela dice, mientras que, por lo general, sabemos que eso que la novela dice es falso.”
      Es que esa coletilla final no tiene nada que ver con el proceso anterior. Eso es lo que me deja perplejo, que sientas la necesidad de completar el “imaginarse a Sancho Panza” con el “a sabiendas de que no existe”. La pregunta por su existencia no se da, no hay nada en la lectura que genere ese juicio. Porque aquello que se lee no lo requiere en absoluto. De la misma manera, si me imagino una pelota de rugby en la mesa, no pienso en absoluto en si existe o no existe. Me limito a manejar un contenido semántico en mi mente, un objeto eidético, que no requiere de su existencia para que yo pueda manejarlo.

      “en el sentido de que no hay ninguna relación causal ni temporal, ni siquiera de “fundamentación”; es, como mucho, más general.”
      Si no hay una relación de anterioridad lógica entre el condicionante “ser-algo” y el condicionado “el algo que se es”, no entiendo cómo puede darse esa relación. No se trata de ser más general o más particular, porque de hecho no aplican esas categorías al puro “ser” que funciona como condición del “ser algo”.

      “No veo la necesidad de buscarle ninguna vuelta metafísica a esta tautología trivial.”
      Es una tautología trivial si te quedas en el ámbito de los hechos, de su simple descripción. Como decía antes, yo, ante los simples hechos, me quedo perplejo y necesito entenderlos. Como, por ejemplo, necesito entender el que algo tenga propiedades, unas sí y otras no. ¿Por qué tiene las que tiene? ¿Por qué ésas, y no otras? ¿Por qué algunas nunca podrá tenerlas?

      “ Esto segundo no lo veo como algo así como “una condición metafísica de posibilidad” de lo primero, sino una mera consecuencia trivial de lo primero.”
      Ahí está el defecto. Ni siquiera es consencuencia de lo anterior, sólo lo sería en el orden temporal de formulación de esos juicios. Pero en el orden lógico, el segundo, que pensamos después, requiere ser primero, porque sin él el primero en el orden temporal no sería posible.

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  40. Todas aquellas cosas acerca de las cuales jamás nadie ha pensado, que nunca se nos han pasado por la mente ni siquiera como algo imaginado, acerca de las cuales nadie ha dicho ni oído ni visto nada, todas esas, justamente por ello, no son. Y no porque no existan, que hay muchas que son y no existen, como el círculo cuadrado, sino que porque radicalmente no llegan siquiera a ser por culpa de que nunca las hemos tratado de ninguna manera
    Eso es una forma de idealismo que (como todas) me parece inaceptable. Los dinosaurios con plumas tenían la propiedad de tener plumas muchos millones de años antes de que hubiera humanos que pensaran en ellos como teniendo plumas. Y del mismo modo, los (seguramente muchos millones de) seres que existían junto con ellos pero que no han dejado absolutamente ningún rastro, nunca habrá nadie que piense en ellos, pero fueron tan reales y tenían sus propiedades exactamente igual que las cosas que conocemos. Lo que existía entonces, o existirá dentro de billones de años, o existe ahora a miles de millones de años luz, existe, existió o existirá sin absolutamente ninguna necesidad de que nadie lo piense, y es lo que es sin ninguna necesidad de que nadie lo piense.
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    Digamos que intentamos definir unicornio como aquello a lo que se predican las propiedades de “tener forma de caballo” y “tener un cuerno en la frente”. Eso te exige reconocer que esas propiedades pertenecen a algo, precisamente aquello de lo que las predicamos
    No. Una propiedad puede ser una propiedad que pertenezca a algo, o una propiedad que no pertenezca a nada. P.ej., la propiedad «ser el primer presidente del gobierno español en el siglo XXI» la posee Aznar. En cambio, la propiedad «ser el primer presidente de la república española en el siglo XVIII» no la posee nadie, o sea no existe (o existió) nadie que fuera presidente de la república española en el siglo XVIII.
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    es aquello de lo que las predicamos lo que decimos que es; de lo contrario, nunca podríamos predicar nada de ello.
    Claro: si PREDICAMOS una propiedad de ALGO, ese algo afirmamos que existe y que posee esa propiedad. Pero podemos usar un predicado (o sea, mencionar una propiedad) en una frase sin afirmar que exista algo que posea esa propiedad. P.ej., yo puedo decir «si existe un animal que pesa más de 500 toneladas, entonces es un animal marino» y al hacerlo no he afirmado que exista ningún animal que pese más de 500 toneladas, ni he afirmado que «algo sea» de un peso de más de 500 toneladas. Tu teoría tal vez te exige aceptar la categoría ontológica de «el tipo de realidad o de ser que tienen las entidades de las que predicamos alguna propiedad aunque neguemos su existencia». Mi forma de interpretar lo que hacemos al afirmar frases como aquella: sencillamente, cuando decimos que no existen entidades que posean cierta propiedad, decimos que esa propiedad no se afirma de ningún entidad.
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    Te permito recordarte (porque sé que lo sabes bien) que Hume, Kant y Brentano se vieron obligados
    Ptolomeo también se vio obligado a hacer un montón de virguerías con su teoría astronómica por un montón de razones perfectamente entendibles, pero eso no hace que el universo sea como sea él. Si Platón, Aristóteles y Anselmo metieron en un lío descomunal a generaciones de filósofos por culpa de tomarse demasiado en serio ciertas peculiaridades de algunas lenguas indoeuropeas, toda esa discusión podemos sencillamente olvidarla (salvo como curiosidad de la historia intelectual) una vez que el análisis lógico de Frege nos permite expresar con más simplicidad y rigor lo que queremos decir, y con menos necesidad de hacer crecer malthusianamente el conjunto de tipos de «ser» que admitimos en nuestra ontología.
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    ante lo dado, no hay que retrotraerse a elementos anteriores a ello pero imperceptibles de suyo para aceptarlo como dado.
    Si hay algo que caracteriza a la filosofía analítica post-positivista (que diríamos que es con la que más me identifico), es su rechazo a lo que Wilfried Sellars llamó «el mito de lo dado»: http://plato.stanford.edu/entries/sellars/#4
    «Lo dado», por tanto, es una categoría que nos sobra. En todo caso, bajo ciertas interpretaciones menos ortodoxamente fenomenológicas, creo que la frase que dices es perfectamente aceptable, pero yo lo interpreto más bien como que es ilusoria la pretensión de fundamentar las teorías filosóficas (o de lo que sean) sobre algo así como «primeros principios», pues los «conceptos fundamentales» tienden a ser más oscuros que muchos de los conceptos no fundamentales que pretendemos «fundamentar» con los primeros (p.ej., entendemos mucho mejor que 4 es mayor que 3, que lo que entendemos «en qué consiste ser un número»).
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    “Me imagino justo eso, que en un lugar de la Mancha vivía un hidalgo, o sea, me imagino que en un lugar de la mancha HABÍA un hidalgo que vivía allí.”
    Justamente: te imaginas. No juzgas su existencia o inexistencia, sino que creas la imagen de ello. Imaginar algo no tiene nada que ver con juzgarlo existencialmente.

    Pues claro, eso es justo lo que estoy diciendo. Nos IMAGINAMOS que existía un hidalgo en La Mancha llamado Don Quijote, pero SABEMOS que no existía.
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    Ahora, si identificas “haber” con “existir” porque sólo reconoces el sentido de “haber” como el de “existir”, entonces me gustaría que me explicaras el significado de una expresión como “hay algo a lo que llamamos unicornio”
    Pues sencillísimo: es simplemente una manera no muy feliz de decir que tenemos el CONCEPTO de unicornio (los conceptos he admitido que existen desde el principio). LITERALMENTE, haber, lo que se dice haber (o sea, existir) no HAY nada «a lo que llamemos unicornio»: lo que hay es el concepto de unicornio, el término unicornio, el predicado unicornio, e incluso la propiedad «ser un unicornio». Igual que existe el concepto de «número primo» (que no es ninguno de los números primos, porque no es un número, sino un concepto), o el concepto de «caballo de carreras» (que no es un caballo, sino un concepto).
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    He dicho que el juicio estético no tiene relación con la cuestión acerca de si lo narrado en la novela existe o no.
    Vengo admitiendo que eso es como dices, en general, aunque también he dicho que no puede admitirse como una tesis universalmente válida sobre el juicio estético, porque, precisamente, una de las herramientas de los escritores para crear determinados efectos estéticos es jugar con el hecho de que el lector SABE que algunas cosas de las que habla la obra SÍ que existen (p.ej., La Mancha). El hecho de que La Mancha sea un sitio realmente existente, y de que Cervantes esperaba que sus lectores lo supieran, es cualquier cosa menos IRRELEVANTE para la apreciación estética de su novela (y no digamos cuando en la segunda parte habla de dos entidades realmente existentes, como son la novela que llamamos «Primera Parte», y la «Segunda Parte» de Avellaneda).
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    Las categorías ontológicas son aquellas que nos permiten dividir los entes en grupos desde el ser, es decir, son aquellas respecto de las cuales, si intentamos retrotraernos a su género, lo único que encontramos es el ser, y no un género intermedio. Según esto, “ser rubio” no es una categoría ontológica, pero sí “ser material”
    Como te decía, «ser contable» es tan poco «género intermedio» como «ser material», y tampoco creo que «ser material» sea un concepto tan claro como para que podamos jugarnos el cuello por afirmar que no hay un montón de otros géneros más generales que él y menos que el de «ser algo».
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    ni la metafísica una ciencia del tipo de las que se mueven mediante géneros y distinciones específicas.
    Lamento decirte que hace varios siglos que las ciencias dejaron de considerar mínimamente útil «moverse mediante géneros y distinciones específicas». Los conceptos de las ciencias modernas son imposibles de encajar sin pérdidas fundamentales en los esquemas de una taxonomía de tipo aristotélico. Incluso en biología (o precisamente ahí) los conceptos de «género» y «especie» se sabe desde Darwin que son meras herramientas heurísticas de valor meramente aproximativo, no un reflejo de «divisiones esenciales». http://abordodelottoneurath.blogspot.com.es/2012/03/por-que-las-especies-son-conjuntos.html
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    • “Lo que existía entonces, o existirá dentro de billones de años, o existe ahora a miles de millones de años luz, existe, existió o existirá sin absolutamente ninguna necesidad de que nadie lo piense, y es lo que es sin ninguna necesidad de que nadie lo piense.”
      Por supuesto. Siempre y cuando, y esto es determinante, aceptes que ese juicio que acabas de formular no posee absolutamente ninguna verificación posible. Ninguna. Porque nunca podemos tratar las cosas con anterioridad a ser contenidos de nuestro pensamiento. Los dinosaurios, por supuesto, existieron y fueron como fueron antes de nosotros saberlo. Pero antes de saberlo, para nosotros eran nada. Nunca pensamos en ello. Evidentemente (quizá esto es lo que creías que yo decía al definirlo como idealismo), nuestro descubrirlo no los puso en el ser, no somos dioses creadores (no creo que nadie sea tan ingenuo a estas alturas de la película filosófica como para decir algo así). Una cosa es sostener, de manera hipotética, y a sabiendas de que es un juicio que nunca se demostrará, que hay cosas que son sobre las que nunca pensaremos, del mismo modo que fueron los dinosaurios antes de descubrirlos, y otra cosa muy diferente es decir que nosotros recogemos a esas cosas en la pura nada porque ni siquiera hablamos de ellas, porque hablar de ellas en la forma límite de “no hablamos de ellas” es ya introducirlas en el ser que conocemos. Fíjate que me mantengo en todo momento en el nivel de lo que nosotros conocemos; del resto, como decía Wittgenstein, hay que callar, porque nada podemos decir con sentido.

      “a propiedad “ser el primer presidente de la república española en el siglo XVIII” no la posee nadie, o sea no existe (o existió) nadie que fuera presidente de la república española en el siglo XVIII.”
      Pero así incumples la mayor, dicho vulgarmente. Porque no se lo predicas a nadie. El ejemplo del unicornio lo tomaba como ejemplo de predicados que tomábamos como siendo propiedad de un objeto llamado unicornio, no considerando los predicados en el vacío.

      “yo puedo decir “si existe un animal que pesa más de 500 toneladas, entonces es un animal marino” y al hacerlo no he afirmado que exista ningún animal que pese más de 500 toneladas, ni he afirmado que “algo sea” de un peso de más de 500 toneladas.”
      Tu propia manera de formularlo te traiciona, porque decir que pesa más de 500 toneladas ya es decir que es un animal que pesa 500 toneladas. La predicación aquí, de nuevo, no tiene nada que ver con la existencia o inexistencia. Puedes predicarle esa propiedad a un objeto con independencia absoluta de juzgar acerca de su existencia o inexistencia, simplemente moviéndote en el plano lógico del ser. Por eso, la interpretación que ofreces de “cuando decimos que no existen entidades que posean cierta propiedad, decimos que esa propiedad no se afirma de ningún entidad”, mezcla dos ámbitos lógicos del discurso: el juicio existencial, que juzga si hay algún ente existente que cumpla la definición, y el juicio descriptivo, que se limita a describir lo que es con anterioridad a saber si existe o no un referente adecuado en la realidad.

      ““Lo dado”, por tanto, es una categoría que nos sobra.”
      Ten en cuenta que lo dado no requiere ningún tipo de proceso básico, en el sentido de ser más simple que el que funciona con ello, y que por eso sirve de fundamento. En absoluto. En la proposición “pásame el ladrillo”, yo puedo no haber conocido nunca qué es un ladrillo, ni cómo son, ni para qué sirven: pero me basta con que alguien me diga “pásame el ladrillo”, y que contextualmente me quede claro qué es, para que se lo pase. Ahí no hay ningún proceso distinto al acto práctico como tal. Y es dentro de él donde se me da el ladrillo. No, por tanto, en una aprehensión directa y simple de él, sino dentro de todo un conjunto práctico.

      “los “conceptos fundamentales” tienden a ser más oscuros que muchos de los conceptos no fundamentales que pretendemos “fundamentar” con los primeros “
      No se trata de oscuridad o claridad, sino de que los “fundamentos” no permiten ninguna fundamentación, precisamente porque no son fundamentos en absoluto, porque lo son sólo porque nosotros hemos decidido que lo sean.

      “Nos IMAGINAMOS que existía un hidalgo en La Mancha llamado Don Quijote, pero SABEMOS que no existía.”
      Y dale (perdón). Borra el “que existía” de “nos imaginamos que existía un hidalgo” y te daré toda la razón. Porque el imaginarse algo no tiene nada que ver con juzgar su existencia.

      “es simplemente una manera no muy feliz de decir que tenemos el CONCEPTO de unicornio.”
      La oración a explicar era “hay algo a lo que llamamos unicornio”. Lo importante a explicar era el “algo”, no “unicornio”.

      “es cualquier cosa menos IRRELEVANTE para la apreciación estética de su novela.”
      Quizá confundas “juicio estético” con “apreciación de belleza, aspectos formales, y cosas similares”. La estética filosófica no tiene nada que ver con la belleza, o la forma, la armonía de los versos, la transformación de una historia real en narración… Es una doctrina que trata el proceso creativo, no la belleza de éste.

      “los conceptos de “género” y “especie” se sabe desde Darwin que son meras herramientas heurísticas de valor meramente aproximativo, no un reflejo de “divisiones esenciales”.”
      Obviamente. Para creer eso haría falta demostrar que existen esencias, cosa que está por ver. La arquitectura de géneros y especies es una herramienta lógica, de método. Nos sirve para categorizar ontológicamente lo que conocemos. Pero pretender que eso está así en la realidad tal y como lo conocemos es muy ingenuo, o muy pretencioso.
      Ahora, lo de que las ciencias modernas no funcionen con ellas… Una cosa es que no las usen, y otra muy distinta que lo que digan no encaje en ellas.

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  41. el juicio “la mesa es sensible porque es extensa” no es analítico, es sintético, amplía mi conocimiento acerca de aquello que implica ser extenso.
    Entiendo. Pero sigo sin ver que preguntas como «¿qué consecuencias tiene para la existencia de esas cosas el hecho de pertenecer a una categoría u otra?” sea una pregunta «de orden metafísico». No es la metafísica la que te dice si algo que tiene algunas propiedades físicas (p.ej., extensión en el espacio) tendrá también OTRAS propiedades físicas (p.ej., poder ser tocado). Hay cosas extensas que se pueden tocar, y cosas extensas que no se pueden tocar. De hecho, tengo serias dudas, como decía más arriba, que «ser material (o físico)» sea ni siquiera un concepto claro, sino más bien una especie de etiqueta vacía para indicar «aquello de lo que se ocupan los físicos, que vete tú a saber qué propiedades tiene ‘en el fondo'». Vamos, que no se me ocurre algo medianamente interesante sobre «lo físico» que podamos hacer mediante un método que podríamos describir como «estudiar las propiedades que tiene algo por el hecho de ser físico». No quiero decir que no haya preguntas interesantísimas en filosofía de la física, pero no esa.
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    Para aquél que quiere trabajar de DJ en una discoteca, y no de Dj en una boda, , es bastante importante
    No lo dudo. Lo que dudo es que esa cuestión sea «filosófica» o «metafísica» en algún sentido relevante.
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    O, por el contrario, puede que las comprobaciones empíricas pasadas te hagan inferir el juicio ontológico de que la madera no posee entre sus potencias la de ser mármol. Para hacer lo primero, te basta y te sobra con la física, y no necesitas plantearte preguntas aparentemente innecesarias. Para lo segundo, necesitas la metafísica. Te invito a que te sitúes en los dos escenarios posibles, a ver cuál prefieres vivir.
    Como te decía más arriba: más bien la conclusión a la que me lleva el desarrollo de la ciencia es a que las categorías de «acto» y «potencia» son bastante inútiles, en comparación con otras (no «meramente empíricas») tales como probabilidad, espacio de fases, evolución según una ecuación diferencial, etc., etc. Reduces «lo científico» a la «mera constatación de observaciones», o algo así, cuando la ciencia es algo muchísimo más rico, interesante, y que suele funcionar a base de destrozar prejuicios basados en teorías filosóficas anteriores. No niego que el aspecto de creatividad conceptual de la ciencia puede justamente llamarse «filosófico» e incluso «metafísico»; lo que niego es que haya algo así como una «disciplina filosófica» tal como la «metafísica» que pueda ser autónoma (capaz de establecer tesis que la ciencia tenga la obligación de admitir con independencia de cómo se vaya desarrollando nuestro conocimiento científico) y de alguna ayuda para ese desarrollo.
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    Yo no he dicho en ningún momento que sólo haya una forma de dividir las propiedades que tienen los entes, la verdad. He dicho que el método lógico de división en géneros y especies es el que te da que unas distinciones sean superiores a otras
    Eso está claro: si las propiedades A y B son tales que todo aquello que es B tiene por definición la propiedad A, entonces A es más general que B. Lo que pongo en duda es que esta tesis (que es la mera definición de en qué consiste que una propiedad sea más general que otra) sea útil para identificar algo así como «géneros ontológicos máximos» que sean mínimamente interesantes desde el punto de vista filosófico, pues habrá montones de tales géneros, y la inmensa mayoría de los cuales no nos parecerán filosóficamente interesantes. Por lo que aquello que a un «género máximo» lo convierte en «filosóficamente interesante» no es la lógica, sino algo más.
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    “Como decía: la inmensa mayoría de las entidades que existen o han existido, tanto las materiales como las inmateriales, nadie nunca tendrá ni la más remota idea de que existen o de cuáles son.”
    Entonces, ¿cómo sabes que suponen la inmensa mayoría?

    Por simple aritmética. P.ej., sabemos que existen infinitos números primos, pero sólo conocemos una cantidad finita de ellos. También, los planetas que existen en el universo son, sin duda alguna, billones y billones, y en cambio, los humanos no podremos conocer, seguramente, más que unos pocos miles de ellos en nuestros alrededores. También sabemos que han tenido que existir miles de millones de tipos de seres vivos en la tierra, de los cuales no podemos averiguar nada de nada. Se trata de una mera comparación entre el tamaño de lo que conocemos y el tamaño de lo que nuestros conocimientos científicos nos dicen que existe o que posiblemente existe.
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    Sólo sabemos que algo existe o ha existido cuando lo comprobamos
    Insisto, no es lo mismo saber que algo existe, que saber qué (o cuál cosa) es. Me remito de nuevo al ejemplo de los números primos: sabemos QUE HAY infinitos números primos, pero no sabemos CUÁLES son, o sea «no conocemos la inmensa mayoría de los números primos». P.ej., nadie sabe cuál es el número primo que ocupa el puesto número 10 elevado a (10 elevado a 10) de la serie de los números primos. Pero ese número es el que es, independientemente de qué pensemos o dejemos de pensar, incluso independientemente de si existen seres humanos.
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    Hablar de las cosas que existen o no existen más allá de las que nosotros sabemos que existen o no resulta temerario, y para eso sí que hay que tener una buena razón
    Pues claro. Y no veo mejor razón, en este caso, p.ej., que la vieja demostración de Euclides de que existen infinitos números primos. O la razón de que, por lo que sabemos sobre la formación estelar, debe haber billones y billones de planetas en el universo, aunque no conozcamos más que un puñado. La existencia de muchas otras entidades, por supuesto, se queda en lo conjetural. Pero no confundas cómo de PROBABLE es que sea verdadera una conjetura DETERMINADA sobre algo que pueda existir y no conocemos aún, con cómo de probable es que sea verdadera ALGUNA CONJETURA, LA QUE SEA, sobre que algo pueda existir y no lo conozcamos aún. Yo no sé si las partículas YA conjeturadas por los físicos pero aún no descubiertas existen o no. Lo que sí creo que es difícil negar es que dentro de doscientos años los físicos habrán descubierto muchas cosas que ahora todavía no conocemos.
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    No creo que el tiempo sea una propiedad, porque no es algo que los entes tienen, sino la circunstancia en la que se encuentran. Tiempo y espacio no son propiedades, son localizaciones.
    Bueno, eso no dejan de ser más que modos de hablar. Desde el punto de vista lógico, lo que hay son entidades y predicados que se atribuyen a esas entidades. El espacio y el tiempo los podemos categorizar como una entidad (de hecho, es la forma habitual de hacerlo en física) o como un predicado, pero, igual que toda categorización, no deja de ser más que una convención lingüística que nos resulta más útil que otras. De hecho, las propias «entidades» no tienen por qué ser «objetos», sino que pueden ser «procesos», «sistemas», e incluso «propiedades», es decir, algo que ponemos ligar con una variable en una proposición lógica y atribuirle un predicado. P.ej., un torbellino no es tanto una «sustancia» (o un «cuerpo») sino algo que le pasa a unos cuerpos; del mismo modo, un protón no es tanto una «sustancia», sino algo que le pasa a otras partículas (los quarks). En fin, a lo que voy: espacio y tiempo los podemos considerar como te parezca desde el punto de vista «ontológico»; la cosa es que, que existan el espacio y el tiempo, y que tengan las propiedades que tienen, es una mera cuestión EMPÍRICA. Digamos que Dios podría haber creado un mundo sin espacio ni tiempo (los números, al fin y al cabo, no tienen «localización» espacio temporal), o un mundo en el que el espacio y el tiempo fueran como pensaba Newton, en vez de como pensaba Einstein, o de cualquier otra forma lógicamente posible.
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  42. Pero, aun así, si lo juzgamos como una propiedad, entonces sí es más relevante que las otras, porque es en base a ella como rige el principio de no contradicción
    En absoluto. En la aritmética rige el principio de contradicción con tanto rigor como rige en cualquier otro sitio, y no tiene absolutamente nada que ver con el tiempo. Por otro lado, muchas aparentes contradicciones debidas a una mera ambigüedad del habla se resuelven gracias a cosas que no tienen nada que ver con el tiempo: p.ej., si digo que Fulano es rico y pobre: rico comparado con algunos, y pobre comparado con otros. El nivel de renta te ayuda a salvar el principio de no contradicción EXACTAMENTE IGUAL que el tiempo en el ejemplo que tú ponías, y eso no nos lleva a la conclusión de que los manuales de metafísica tengan que incluir un capítulo sobre la renta. Insisto, no estoy negando el interés del estudio del tiempo: me limito a decir que ese estudio será, si acaso, parte de la física (o sea, del estudio empírico de cómo es el mundo), no de la metafísica.
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    Ésa sí es una pregunta parmenídea, porque el ser parmenídeo es eterno y no admite cambio alguno.
    Los números también son eternos, pero unos son diferentes de otros. Y también a Platón le preocupaba la cuestión de por qué hay algún otro número además del Uno.
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    “Tampoco “desaparece” nada por el hecho de que sepamos que lo que cuenta la novela es falso (o verdadero, cuando lo es y lo sabemos).”
    Sí lo hace: justamente desaparece su estatuto de ente de ficción, y pasa a ser un ente del que es relevante saber si existe o no.

    Para nada: primero, el «estatuto de ente de ficción» consiste simple y llanamente en que es un ente que no existe sino que alguien se lo ha inventado. Segundo, las dos propiedades («ser un personaje de una obra de ficción» y «ser un ente del que es relevante saber si existe o no») no son contradictorias, así que no tiene por qué «desaparecer» una por el hecho de «aparecer» la otra. Tercero, como ya he dicho, muy a menudo es muy relevante la distinción, dentro de una obra de ficción, entre aquellas cosas que el autor y el lector saben que no existen, y aquellas otras que el autor sabe que el lector sabe que existen. Y cuarto y más importante: no hay ningún motivo para confundir la cuestión de si un personaje, lugar, episodio, etc., dentro de una novela, son reales, con la cuestión de si es RELEVANTE si son reales. Lo único que necesita la teoría estética es poder establecer cuándo la existencia o inexistencia de algo de lo que se habla en una obra es relevante o no. Que Harry Potter exista realmente, o no, es, tal vez, irrelevante para un análisis estético de las novelas de Rowling (aunque lo dudo: creo que el hecho de que Rowling sabe que sus lectores saben que Harry Potter no sólo no existe, sino que hace cosas que son imposibles, es MUY relevante para un análisis estético de la obra; tal vez en el caso de otras novelas sea MÁS irrelevante la cuestión de si lo que se cuenta es verdadero o falso), pero ¿por qué tenemos que asumir que saber que Harry Potter no existe «hace desaparecer su estatuto como ente de ficción»?
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    es obvio que la fábula posee un valor independientemente de que Pedro existiera o no existiera
    Pues claro. ¿Y qué?
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    posee un valor incalculable en sí misma como explicación. Valor que se pierde si alguien se sienta y dice: pero señores, hablemos en serio, ¿existió de verdad un tal Cronos que mató a su padre Urano?
    Hombre, en este caso yo no diría que posee un valor como «explicación». O en todo caso, si posee un valor como «explicación» es porque, o bien la gente se lo cree (y entonces sencillamente está aceptando una explicación incorrecta), o bien no se lo cree pero lo entiende metafóricamente, y en ese sentido la explicación tal vez sí sea verdadera, y será relevante que sea verdadera.
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    “No creo que a estas alturas de la evolución de la ciencia y del pensamiento lógico tenga el más mínimo sentido seguir manteniendo las categorías de “acto” y “potencia” (en lugar de las categorías más fácilmente tratables de “espacio de posibilidades” y “función de probabilidad”).”
    Date cuenta de que sólo le estás cambiando el nombre.

    No, no creo un mero cambio de nombre. Igual que no es un mero cambio de nombre pasar del análisis aristotélico del espacio y el tiempo a la teoría de Newton o a la relatividad.
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    la pregunta por la posibilidad, planteada desde el campo de la ontología, no es entonces ¿qué será el núcleo desintegrado entonces?, sino, más crucialmente, ¿qué es núcleo desintegrado ahora, cuando no existe más que como posibilidad? ¿Qué tipo de ser es para que ahora no exista pero después sí?
    Bueno, precisamente creo que esa es la diferencia con Aristóteles: la ciencia no necesita asumir que «el núcleo desintegrado en el futuro tiene ahora algún tipo de ser».
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    significa que, en sí mismos, no podemos juzgarlos en base a nada anterior, y por ello sólo son verdaderos si los aceptamos como petición de principio
    Exacto. Mi postura es, entonces, la de hacer el menor número posible de peticiones de principio. No veo cómo evitar asumir la petición de principio de la ley de no contradicción, o de que existen los números naturales, o de que aquello que percibimos regularmente de manera empírica tiene una existencia física… Pero sí veo cómo no hacer la petición de principio de que «los entes de ficción tienen un tipo de ser aunque no existan».
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    El hecho de predicar una propiedad a una entidad implica que esa entidad sea estable al menos el tiempo que tarda esa propiedad en ser predicada de ella. Entre el sujeto y el predicado transcurre una cantidad de tiempo, no la que nosotros tardamos en decirlo, sino el tiempo que el sujeto tarda en vincularse con el predicado
    No tiene por qué. Un periodo de tiempo infinitesimal dura, sencillamente, cero. El análisis del cálculo diferencial e integral permitió mostrar, precisamente, eso: que no hace falta que algo «dure un tiempo mayor que cero» para que sea lo que es. P.ej., una bola en movimiento no está un periodo de tiempo mayor que cero en ningún punto del espacio, pero en cada instante (cuya duración es cero) está en un punto y no en otro.
    Por otro lado, los números no necesitan estar localizados temporalmente para que les atribuyamos propiedades. El cinco no «tarda» literalmente nada en «vincularse» con el predicado «es un primo». Cuando la bola pasa por un punto, tampoco «tarda» nada en tener la propiedad de «estar en ese punto».
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    El que podamos predicar P de Q es posible gracias a que Q sigue siendo el mismo cuando decimos de él que es P… En el universo que planteas, de duración absolutamente instantánea de cada entidad, la predicación sería imposible
    A ver, a ver, aver. Q no es de lo que estamos hablando, estamos hablando de P, y de si tiene la propiedad Q. P.ej., si P es un volumen de agua que vamos calentando, y que se calienta de manera continua, pues su temperatura en grados centígrados será en cada instante equivalente a algún número real, pero, si su temperatura aumenta de manera continua, aunque existirá un instante (de duración 0) en que P tenga la propiedad Q (de «tener una temperatura de 53,826 grados»), su temperatura será distinta en cualquier otro momento. Otra cosa es que la propiedad Q sea siempre la misma (claro, la propiedad de estar a 53,826 es siempre la misma, independientemente de a qué temperatura está cada cuerpo); pero la cosa es que no es una verdad metafísica que las cosas necesiten «durar» para «tener propiedades». Si las cosas duran o dejan de durar, será una cuestión empírica.
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    el proceso de pensamiento que describes es posible gracias a que, antes de él, ha habido uno más simple, de pura percepción o aprehensión, que le ha dado el objeto sobre el que se gira el segundo proceso.
    Pues claro. Pero lo que pregunto es cómo se las apaña un humano (y en cambio, un perro no puede) para llevar a cabo la actividad cognitiva que llamamos «tener la pura aprehensión de entender el concepto de número primo», o «el concepto de elefante», o lo que sea.
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    Para poder sumar 7 naranjas, tengo que tener el número 7, tiene que haberme sido dado
    No creo que esa forma de describir la «intelección matemática» sea muy útil para explicarse, p.ej., cosas como de qué forma conseguimos enterarnos de que hay infinitos números primos, o cardinales transfinitos cantorianos.
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    Sostengo que la verdad, en términos, por así decirlo, absolutos, depende finalmente de una decisión humana. Entre otros motivos, porque a la realidad ni le va ni le viene lo que unos insectos insignificantes juzguen acerca de su verdad o falsedad. El sol seguirá siendo lo que es y haciendo lo que hace independientemente de que nosotros consideremos como verdadero el heliocentrismo y falso el geocentrismo.
    ????
    Tal como yo entiendo «verdad» (al modo trivial de Tarski), lo que dices al final implica precisamente lo contrario de lo que dices al principio: el heliocentrismo será verdadero o será falso con independiencia de si hay humanos que creen que el heliocentrismo es verdadero o que es falso. Lo que depende de una decisión humana es la de usar ciertos signos u otros para referirnos a ciertos hechos (la frase «4 es mayor que 3» podría significar «5 es mayor que 6» si el lenguaje fuera distinto); pero DADA ESA DECISIÓN sobre cómo se usa el lenguaje, entonces que sea verdad que 4 es mayor que 3 es independiente de si alguien cree o deja de creer que 4 es mayor que 3.
    Y por supuesto, creo que no hay ningún problema en afirmar cosas como que ocurren muchos hechos para los que ningún lenguaje humano ha construido una forma de referirse a ellos (p.ej., no tenemos un nombre para cada una de los millones de especies de seres vivos que han existido hasta ahora, lo que no impide que sea verdad que esos seres hayan existido y hayan tenido las propiedades que hayan tenido, aunque no sepamos cuáles seres ni qué propiedades son).
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    . Si investigamos algo, es porque de entrada tenemos una pregunta que abre el campo lógico de estudio.
    Claro, y los egipcios se preguntaban cómo aplacar al dios Anubis. Pero no por «tener una pregunta» se sigue de ahí que la pregunta esté lo suficientemente bien formulada como para que vaya a existir una respuesta verdadera a esa pregunta. No se trata de que a mí me interese la ciencia y no me interese la metafísica. El 99,9999 % de las cosas que investigan los científicos no me interesan en absoluto, y no dedico tiempo a discutir con ellos en sus blogs. Tengo, por tanto, mucho más interés en las cuestiones que te estás planteando tú que en la inmensísima mayoría de cuestiones científicas. Simplemente, no veo la necesidad de ACEPTAR MUCHOS DE LOS PRESUPUESTOS que tus preguntas implican, no veo razones para «tener esas preguntas».
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    me apostaría 1.000.000 € (si los tuviera) a que, si le preguntamos a todos los profesores de tu facultad de filosofía si piensan que para hablar de algo ese algo tiene antes que ser dado de alguna manera, y que es crucial hablar de ello sólo utilizando lo que sabemos de ello en su darse, sin inventarnos ni presuponer nada, casi todos (siempre hay algún excéntrico en todas las facultades de filosofía) me dirían que por supuesto, que hacer ciencia o filosofía de otra manera es hacer precisamente poesía.
    Pues yo me apostaría también esa cantidad, si la tuviera, a que casi todos los profesores de mi facultad podrían mostrar aspectos en los que tu pregunta tiene alguna incorrección o imprecisión que merece la pena corregir, y muchas de esas correcciones nos llevarían a preguntas que no podrían servirnos para identificar a quien las hace con un «fenomenólogo».
    😉
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    si dices que no tienen razón es porque te colocas fuera de ellos
    Hombre, en un sentido trivial, claro que sí. Pero si eso fuera así, entonces sería imposible la comunicación entre seres humanos. Kepler negó que las órbitas fueran circulares, y eso «no le colocó fuera de los astrónomos», más bien le hizo mostrar argumentos que, es de esperar, llevaran a los astrónomos a abandonar su antigua creencia en las órbitas circulares. No veo por qué los argumentos para dejar de creer en dios tienen que suponer algo así como una «incomunicabilidad radical», frente a los argumentos para dejar de creer en cualquier otra cosa.
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    lo que te hace ser físico de astronomía es creer que el juicio “podemos entender y predecir el comportamiento de los astros” es un juicio verdadero.
    Noooooo. Precisamente fue por un problema astronómico (el famoso «problema de los tres cuerpos») que se descubrió que no todas las trayectorias que obedecen las leyes físicas son predecibles (todo sistema planetario es, en el fondo, caótico: la estabilidad de sus órbitas es sólo transitoria, aunque lo sea a veces a una escala de millones de años). Los astrónomos actuales aceptan, precisamente, que es una cuestión empírica la de cómo de predecible será el comportamiento de un astro.
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    • “si digo que Fulano es rico y pobre: rico comparado con algunos, y pobre comparado con otros.”
      El principio de contradicción divide predicados en momentos temporales y en sentidos. Decir “Fulano es rico y pobre” no es contradictorio si digo “Fulano es rico (en un sentido) y pobre (en otro)”. Lo cual, ciertamente, vuelve a estar desplegado en el tiempo, porque precisamente son dos sentidos distintos por ocupar dos momentos lógicos diferentes.

      “ me limito a decir que ese estudio será, si acaso, parte de la física (o sea, del estudio empírico de cómo es el mundo), no de la metafísica.”
      La física estudia el tiempo tal y como este acontece en los hechos, pero no el tiempo en sí mismo, no el tiempo como un condicionante metafísico del ocurrir. La física mide el tiempo, pero no explica lo que es.

      “También a Platón le preocupaba la cuestión de por qué hay algún otro número además del Uno.”
      Precisamente le importaba porque, desde la metafísica de Parménides, era imposible que hubiera nada más aparte del Uno. De ahí que su estudio de lo uno y lo múltiple, la división, etc., fuera visto por él como un asesinato teórico de Parménides: se estaba cargando su metafísica, a pesar de reconocer que, en un nivel lógico, era la única consistente.

      “el “estatuto de ente de ficción” consiste simple y llanamente en que es un ente que no existe sino que alguien se lo ha inventado.”
      Introduces de nuevo el factor existencial en la consideración de lo ficticio, que es lo que afirmamos que no es correcto.

      “omo ya he dicho, muy a menudo es muy relevante la distinción, dentro de una obra de ficción, entre aquellas cosas que el autor y el lector saben que no existen, y aquellas otras que el autor sabe que el lector sabe que existen.”
      Es muy relevante para la recepción del lector de la historia narrada, pero no afecta en absoluto al estatuto ontológico de lo narrado como tal.

      “Lo único que necesita la teoría estética es poder establecer cuándo la existencia o inexistencia de algo de lo que se habla en una obra es relevante o no.”
      Aquí es donde veo con claridad que estás hablando de Estética como la disciplina que estudia el juicio de valor de las obras de arte, y no como la disciplina filosófica. Quizá esto ha generado muchas confusiones en toda la conversación, porque yo en ningún momento hablaba de la estética como juicio de valor.

      “Pero sí veo cómo no hacer la petición de principio de que “los entes de ficción tienen un tipo de ser aunque no existan”.
      Como decía, yo necesito hacer esa petición para poder explicar la realidad tal y como la experimento. Porque, si no, me quedo perplejo ante el devenir de las cosas.

      “El análisis del cálculo diferencial e integral permitió mostrar, precisamente, eso: que no hace falta que algo “dure un tiempo mayor que cero” para que sea lo que es. “
      Y la crítica de Bergson mostró que eso es construir el tiempo a fuerza de unir no-tiempos. Lo cual es contradictorio. O sostenemos que el tiempo está inserto en cada una de las cosas que son por el simple hecho de ser, o no entenderemos el tiempo como verdadero tiempo, como devenir, sino que lo entenderemos simplemente como pura medición de eventos que transcurren uno detrás de otro. Ése, el tiempo medido, es el de la física, que no necesita que haya tiempo para describir lo que hay en un instante exacto. Pero ese tiempo no es el tiempo que fluye, que transcurre, sino que es, justamente, el que no transcurre, en el que no hay unión entre el antes y el después.

      “no es una verdad metafísica que las cosas necesiten “durar” para “tener propiedades”. Si las cosas duran o dejan de durar, será una cuestión empírica.”
      Me remito a lo dicho antes acerca del tiempo que se mide y el tiempo que fluye.

      “lo que pregunto es cómo se las apaña un humano (y en cambio, un perro no puede) para llevar a cabo la actividad cognitiva que llamamos “tener la pura aprehensión de entender el concepto de número primo”, o “el concepto de elefante”, o lo que sea.”
      Y yo también me lo pregunto. Me encantaría entender cómo es posible la aprehensión eidética.

      “ de qué forma conseguimos enterarnos de que hay infinitos números primos, o cardinales transfinitos cantorianos.”
      Exactamente de la misma manera que nos enteramos de que hay siete: aprehendiéndolos como implicados en algún proceso.

      “el heliocentrismo será verdadero o será falso con independiencia de si hay humanos que creen que el heliocentrismo es verdadero o que es falso.”
      No, ahí está el error. Más allá de lo que nosotros pensemos, el heliocentrismo no es ni verdadero ni falso. Porque la verdad y la falsedad son propiedades de un universo descrito humanamente. Pertenecen al discurso humano, no al ser de las cosas. Las cosas son lo que son, y nuestro decir de ellas es el que es verdadero o falso. La aceptación errónea de que la verdad es el universo, y de que nuestro discurso será más verdadero cuanto más se acerque a esa verdad, es la que nos despista del hecho de que la verdad es un instrumento humano, nada que tenga que ver con las cosas en sí mismas.

      “No veo por qué los argumentos para dejar de creer en dios tienen que suponer algo así como una “incomunicabilidad radical”, frente a los argumentos para dejar de creer en cualquier otra cosa.”
      Lo es, si aceptas la teoría decisional de la verdad. Entonces te ves obligado a aceptar el mecanismo de la persuasión para entender la aparente comunicación entre juegos del lenguaje incomunicables por definición.

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  43. Bueno, creo que ya he abusado lo suficiente de tu paciencia en esta entrada. Leeré tus respuestas si te parece darlas, pero me aguantaré las ganas de responder, salvo, tal vez, con un resumen de mis posiciones en una entrada de mi blog.
    Un saludo, y también a Masgüel y a Enric.

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  44. Nosotros te agradecemos tan profunda paciencia que has mostrado y el tiempo dedicado a nuestra conversación. Y yo, Miguel Ángel Bueno, te agradezco lo ilustrador de ella, he aprendido mucho. Responderé poco a poco, no por aquello de la última palabra, sino por completar la conversación y dejar todos los puntos de vista formulados para quien quisiera leer la conversación.
    Esperamos poder verte por aquí en el futuro. Un cordial saludo.

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  45. Hola, por casualidad me encontré con este documento que me pareció supremamente interesante. Me gustaría que pudieras responderme un par de preguntas, sobretodo lo que tiene que ver con la bibliografía de tu texto.

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    • Buenos días Manuela. Agradezco enormemente que consideres interesante este artículo, y por supuesto estaré encantado de responder a las cuestiones que quieras formularme al respecto. Acerca de la bibliografía que puede indicarse como base del escrito, son muchas influencias indirectas las que afectan, pero hay una obra principal de la que tomo muchos conceptos e ideas en mi argumento: se trata de la «pequeña» obra de Roland Barthes «El grado cero de la escritura». Hay otras influencias específicas relativas a la entidad ontológica de la ficción, pero, como te digo, son todas muy indirectas. Quizá la más directa, aunque no entre dentro de la categoría de lo que normalmente suele citarse como bibliografía «científica», es el pensamiento de Miguel de Unamuno al respecto, cristalizado sobre todo en su obra «Niebla» y en algunos capítulos de «Del sentimiento trágico de la vida». Más allá de eso, puedo citar a Nietzsche, Platón, Husserl, Derridá, Jaspers, Heidegger… Pero ningún texto en concreto de ellos, más bien como influencias generales.

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  46. Buenos dias, estoy buscando el juego risk para regalarselo a una amiga mas ando un tanto pelao jejeje, he estado mirando mucho y lo mas barato que he visto ha sido esta pagina. Me preguntaba si alguien conoce alguna aun mas asequible y no le importaria compartirla conmigo…gracias!

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