¿Hasta dónde tiene sentido dudar o no de una verdad? Una propuesta práctica inspirada en «Sobre la certeza» de L. Wittgenstein.

Si allí donde llevamos a cabo el más sencillo de los cálculos matemáticos, la más sencilla de las deducciones, es todavía posible la presencia del error posteriormente comprobado, ¿por qué no podríamos suponer que hemos cometido un error en todas aquellas ocasiones en que hasta ahora hemos querido revisar la veracidad de todas las proposiciones que sostenemos como verdaderas? ¿No es siempre posible dudar de todo, incluso de aquello que consideramos como más seguro y fiable? ¿Resulta realmente suficiente a la hora de plantear la duda acerca de nuestros conocimientos la consideración de que esa duda es posible si el descubrimiento de la legitimidad de esa duda a partir de la comprobación del error no conlleva, al final, efectos suficientes sobre nuestro conocimiento como para ponerlo en peligro desde el principio?

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